Maurice Island: geen nieuws uit Afrika

De wereld leek te zwaaien in een ongestoorde rust waarin zelfs stormen geprogrammeerd leken te zijn om niet te veel te storen. Ik heb vaak geschreven, soms met een bepaalde literatuur, van de geuren van een plek. Er is hier niets poëtisch, Mauricio rook naar suiker zodra de autoruit in sommige gebieden was verlaagd. Het was een zoete en gewelddadige geur.

Afirma Naciones Unidas, la Unión Africana, el Comité Olímpico Internacional, el atlas que miré en mi casa y seis páginas web que Isla Mauricio es una isla africana. Eso afirman todas esas fuentes consultadas con precisión, con la misma precisión con la que todas se equivocan. Mauricio es Asia. Plaatsen horen thuis waar ze de ziel hebben. En Mauricio ni se come, ni se reza, ni se peca como en África. En Mauricio no encontré un rastro de África ni aunque fuera olvidado.

Era de noche cuando llegamos al enmoquetado y agradable aeropuerto de estas islas del Índico. Nos esperaba un taxista simpático que derrochaba un optimismo, luego comprobamos que algo infundado, ante cualquiera de nuestras dudas. "Geen, aquí no llueve nunca largo tiempo. Pueden caer algunas gotas o un aguacero rápido, pero no llueve en esta temporada”, recordábamos del bueno de aquel hindú alguno de los días que ya con nuestro coche alquilado aumentábamos la velocidad del limpiaparabrisas para poder ver algo.

Las cosas están alineadas a una lógica y no al desorden del sobrevivir

La casi una hora de trayecto hasta nuestro fabuloso hotel dejó entrever un paisaje desconcertante entre la oscuridad. No habíamos preparado ni visto nada sobre este lugar. No esperábamos nada que no fuera descanso y a nosotros. En er, zoals altijd, ocurrió que las cosas simples se convirtieron en sorpresas y de la nada salió un lugar que fue conquistándonos por la falta de expectativas. ¿Todas las casas son de cemento y las cosas están alineadas a una lógica y no al desorden del sobrevivir?, nos preguntábamos acostumbrados ya a las normas de la zona continental de la que venimos (vivíamos en Maputo).

Primero ejercimos de disciplinados turistas con agrado y nos quedamos dos días disfrutando del maravilloso Le Tousserok Hotel que nos recomendó una amiga. Sus playas eran de harina y sal verde, tienen incluso una isla propia, en sus tumbonas se duerme y lee confortablemente y su habitación desearía yo que me aseguraran que será mí próxima casa allí donde esté. Era de una perfección en el detalle sospechosa y aunque no es el tipo de hotel que nosotros solemos frecuentar, demasiado grande y demasiado perfecto, era ideal para el momento y las ganas de tranquilidad.

Mauricio rook naar suiker zodra de autoruit in sommige gebieden was verlaagd

Pero tras dos jornadas negándonos con placer salió nuestra esencia y en el primer día nublado nos alquilamos un coche. Entonces comenzó ese paisaje tan monótonamente bello y simple de extensos campos de cañas de azúcar con unas montañas peladas y dobladas al fondo y salpicado por algún extravagante templo hindú con sus llamativas estatuas y colores. Todo en medio de una cierta calma y de algunos tramos de carreteras hermosos en los que las copas de los árboles creaban una bóveda verde sobre el asfalto con sus ramas. De wereld leek te zwaaien in een ongestoorde rust waarin zelfs stormen geprogrammeerd leken te zijn om niet te veel te storen. Ik heb vaak geschreven, soms met een bepaalde literatuur, van de geuren van een plek. Er is hier niets poëtisch, Mauricio rook naar suiker zodra de autoruit in sommige gebieden was verlaagd. Het was een zoete en gewelddadige geur.

Fuimos hasta la capital, Port Louis. En el camino descubrimos esa mezcla cultural de la que presume la isla. Dicen que cada color de la bandera refleja una de sus religiones. Templos hinduistas, Katholieken, musulmanes y tamiles se suceden en la que nos explicaron que era una pacífica convivencia. Dan, ya en la gran ciudad, nos sumergimos en su gran barrio chino donde comimos en uno de sus humildes restaurantes, Gran Canton, comida que parecía calentada en el mismo Pekín. Sus paredes eran de papel gastado, vies, y los cubiertos eran flacos y doblados.

El comercio es siempre fascinante donde no hay precios en las etiquetas

Nos perdimos en su gran mercado, un gran bazar de puertas victorianas y alma oriental, en el que se acumulan los puestos de especias y telas. Podría estar en Turquía, Marruecos o India porque tenía algo de todos esos lugares. El comercio es siempre fascinante donde no hay precios en las etiquetas y aquí sólo había voces y manos para dar y recibir. Y luego anduvimos por los Company Gardens, el Caudan Waterfront y las tiendas del centro donde disfrutamos de un divertido y tranquilo paseo.

La jornada siguiente decidimos ir hacia el sur, hacia las cataratas de Chamarel y el Parque Nacional de la Garganta del Río Negro. Primero paramos en el templo de Grand Bassin situado junto a la laguna de un cráter volcánico. Allí contemplamos a una familia hacer una serie de rezos y ofrendas a unas aguas sagradas que los isleños creen que vienen directamente del sagrado Ganges. Cruzaron esas aguas milagrosamente un océano para purificar un sitio en el que los monos roban con descaro las viandas de los extranjeros, donde contemplamos a decenas de mujeres lavar sus almas y donde sentimos que alguien había conseguido el imposible de llevarnos muy lejos sin tener que movernos. Ya no había duda, estábamos en India.

Ya no había duda, estábamos en India

Dan, tras pasar por la catarata de Chamarel y por la bella garganta del Río Negro, llegamos de casualidad a una playa que no olvidaremos, Le Morne. Era una playa pública de arena demasiado blanca y agua demasiado verde y azul en la que nos bañamos sobre una capa de coral molido. Era un sitio hermosísimo, donde vimos grupos de gente local comer bajo el abrigo de los pinares y donde escuchamos sus rezos del después. Tenía unos baños públicos pulcros, porque todo en Mauricio está cuidado, hasta los descuidos, y comimos en un chiringuito un pez que no nos permitió que dejáramos de sonreír.

Después nos perdimos algo con el coche y nos metimos por algún camino de tierra que desembocaba siempre ante un campo de azúcar y la tranquilidad de una mirada sin rostro. Era el este zona de mansiones, supongo que de millonarios del globo, de una armonía natural. Nada es forzado en Mauricio, su perfección tiene algo de descuidada.

Nada es forzado en Mauricio, su perfección tiene algo de descuidada

Eindelijk, cuando terminaba ya casi nuestro viaje, nos fuimos al norte. Visitamos la famosa Iglesia católica de Cap Malheureux. Su tejado rojo, su estilo nórdico y su cercanía a una cala de agua azul transparente llena de barcas de pescadores la han convertido en un icono de la isla. Quizá yo me pondría más al día con Dios si las citas fueran en este lugar. Luego comimos en Grand Baie, donde se concentran más hoteles, restaurants en discotheken. Me pareció un maravilloso horror que probablemente es el lugar que elegiría si fuese a volver.

Esa tarde volvimos al hotel rodeando la isla por el norte y el este, pasando junto a una costa en la que había césped, pinos y algunos bancos para sentarse a ver amanecer. Tuvimos la sensación escuchando aquel silencio, entendiendo la complejidad de que no hubiera aristas en sus formas, que Mauricio había sabido separarse del mundo y no dejarse contaminar por él. Una isla perdida, sobre Madagascar, donde no llega nadie, y en la que entendí que les importa un bledo los complejos y miradas críticas que pudieran sufrir del resto sencillamente porque para ellos no existe nada que no esté allí. La última noche para festejarlo me tomé varios ron locales mientras escuchaba tocar la orquesta que actuaba en el hotel y pensaba que para no esperar nada de esta isla me iba deseando volver.

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