Vinimos siendo mejores que antes de partir. Enriquecidos, con la cabeza aireada por el viento del Karakorum y el alma llena de emociones y sentimientos que difícilmente olvidaremos. Ya no aspiro a más. Pero tampoco a menos.
Te enamoras de montañas así de la misma forma que te enamoras de una mujer, por su belleza, por su poderosa atracción que sólo provoca el misterio, por su aparente inaccesibilidad, porque cierras los ojos y sólo piensas en ellas...