Todos los continentes tienen algo que los hace únicos. África ofrece los animales salvajes, Europa y Asia la riqueza monumental que se hunde en una historia milenaria, pero América es sobre todo sinónimo de grandiosidad. Los paisajes que aquí se contemplan son tan inmensos que te dejan boquiabierto
“Cada vez que despierto en una cama nueva, en una ciudad diferente, cada vez que escucho distintos sonidos a los de ayer, pienso por un instante que aún tengo que despertar, que no puede ser cierto".
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Texto: Miquel Silvestre Fotos: M. Silvestre/ A. Sornosa
Es un momento que puede valer una vida, que justifica todos los esfuerzos y padecimientos. Me doy cuenta de que este es el mejor final que podía tener mi viaje, que prefiero haber venido con ellos que concluir la REO como un anacoreta. Aquí y ahora están los auténticos exploradores que he venido a buscar.
Ya pueden ser bestias feroces, paramilitares o terribles tormentas de truenos o de arena, pero quien dispara no soy yo. No estoy ahí. En realidad he desaparecido de la escena y es como si nada pudiera tocarme salvo la emoción de encontrarme a solo dos días de viaje de Valdez después de un año en la carretera.
Cabo norte es un destino mítico para cualquier motorista. Para mí, que he llegado a Ciudad del Cabo en moto, casi era una obligación personal alcanzar el punto más septentrional de Europa.
Yo también he dado gracias por no verme reducido con descargas eléctricas mientras me rociaban los ojos con spray de pimienta y un pastor alemán de afilados colmillos desgarraba los bajos de mi prestado, y dos tallas grandes, pantalón de motorista.
Lo curioso es que la imaginería soviética coexiste con un fuerte resurgir religioso. Lenin y Cristo conviven frente a frente mientras los habitantes muestran un rostro hostil y antipático. Nadie sonríe en Ucrania.