namibia

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Himba: sueños peinados de arena

La vida allí transcurre con lentitud. Por la mañana, las mujeres se maquillan cuerpos y cabellos con una mezcla de barro, tintes naturales y hierbas aromáticas. Una lección magistral de erotismo

Namibia: aún dos noches y seis nubes de polvo

En Namibia las distancias son polvo. Se calculan a ojo, o eso cuentan al menos que hacen las aves cuando atraviesan las largas vaguadas de madera y sal con el pavor de equivocarse y alcanzar un lugar. No hay tiempo en Namibia, no es posible, no lo permiten los días muertos que siempre han de llegar. ¿Y cómo hacer entonces? “No hay forma, nada se hace para que nada ocurra. Así ocurre todo”, nos contestaban unos ojos.

La carretera

Me dejo seducir por esas líneas que atraviesan paisajes y ruidos de ciudad. Son la sangre del viajero, lo que da vida al que anda buscando y confunde al que ya estaba perdido. Me atraen los caminos que no van a ningún sitio, pues mi lugar a veces es el propio camino.

La partida de billar y el Gran Fish River Canyon

No fue fácil dejar Sudáfrica, la Policía estuvo toca pelotas, riesgos de las fronteras, y querían que yo pagará una multa porque me había caducado la visa. “Llama a tu jefe -le dije-, pero ahí pone claro que tengo permiso hasta el 15 de septiembre”. El tipo debió pensar que me iba a poner pesado y que era más fácil estamparme el sello y que me perdiera por el desierto de Namibia. Salimos.
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