“Una vida posible”: La cicatriz que deja la memoria

Un viaje desde Ciudad de México a Ushuaia
Valoración de 9,25/109,25/10
Una vida posible

Todo libro se puede resumir en 6 párrafos….

  • Ediciones Menguantes. Edición 2023
  • Autor: José Alejandro Adamuz
  • Libro para interesados en: América Latina, literatura, viajes, grandes rutas y la memoria.
  • ¿De qué va? José Alejandro y Cristina, su pareja, deciden dejar todo para viajar durante casi dos años por toda Latinoamérica. Años después, él se sienta y escribe un brillante y nostálgico recuerdo de aquella aventura.

Párrafo 1

Todo viaje comienza con la urgencia de partir, cuando se abre un hiato más o menos extenso en el tiempo que es vivido con incomodidad e impaciencia hasta que por fin llega el día de la partida: el presente estorba porque la esperanza ha quedado postergada al futuro, donde intuyes la posibilidad de otra vida.

El libro es sin duda un impulso para todos aquellos que alguna vez se han planteado dejarlo todo y partir. Esa es una de sus grandes virtudes, ser un impulso vital entre una constante búsqueda de preguntas que no necesitan respuesta.

Párrafo 2

Dice Michel Onfray en Teoría del Viaje que todo viaje comienza en una biblioteca o en una librería, que antes de nómada está el lector, que la lectura es el rito iniciático (…) Irán apareciendo muchos libros más, en una suma de kilómetros y letras que se cruzan entre sí nutriéndose: se viaja en horizontal y en vertical.

Esa oda a la literatura está en todo el libro. El autor es un ferviente lector y eso hace que su libro, lleno de referencias a otros escritores, sea un visión múltiple de esa inmensidad que es Latinoamérica. Darwin, Bolaño, Chatwin, Cortázar… son parte también del viaje.

Párrafo 3

En Chachahuate dormimos en una sobria cabaña bajo unas palmeras. Es de madera y sólo hay una cama. La ventana de porticones tiene una fina tela de estampados rojos a modo de cortina: recuerdo el baile de esa cortina empujada por la brisa, el rumor eterno de las olas acunándonos el sueño, las risas de los niños que se acercaban a la puerta para jugar con nosotros y que con su belleza de piel oscura hacían que me sintiera ridículamente blanco. El cayo se bordea en cinco minutos, tan pequeño como el planeta de El Principito.

Adamuz escribe muy bien. Su prosa trasluce nostalgia, honestidad, miedos, dudas… Sus descripciones tienen la capacidad de transportar al lector al lugar que describe sin necesidad de barroquismos. Mira, apunta, recuerda y relata.

Párrafo 4

“Ustedes no salgan en la terminal porque si no…” y acaba la frase pasándose el dedo a modo de cuchillo por el cuello. Muy visual, pero nada tranquilizador cuando el interlocutor resulta que es un niño que nos aborda durante un alto para ir al baño y estirar las piernas acartonadas (y acortadas) en aquellos asientos tan incómodos. No es un invento infantil. Aún falta para llegar a Guatemala Ciudad, pero los otros pasajeros no dejan de hacernos advertencias similares

Cruzar muchos de los países que cruzan ellos usando el transporte público tiene un elemento de riesgo. Uno de los retos de escribir un libro así es sublimar ese factor, colocarse en el centro de esa constante amenaza de la que siempre advierten al viajero, y dibujarse como un caballero andante moderno capaz de solventar todas esas dificultades en hipérbole. Adamuz no lo hace, el libro transpira una absoluta honestidad entre el viaje y el viajero.

Párrafo 5

“El viaje no es un fluir placentero. Eso sólo ocurre en el cine: el travelling con paisajes bellos oscurece, se ilumina la escena, el protagonista reflexiona, se ve reflejado en la ventana, sabe pensar, tiene pensamientos originales, repasa su vida, que discurre paralela a la carretera como si una película casera rodada en Super-8 fuera proyectada en la ventana… La verdad es que eres un pasajero que mira, se aburre, se marea, que sólo piensa en llegar. Al cabo de unas horas el paisaje se vuele m-o-n-ó-t-o-n-o. Aún así, el movimiento transmite una emoción que tira de nosotros hacia delante”.

Quitar mística al viaje, desnudarlo de esa parte de dolor y euforia mezclada con la que se narran algunas travesías, sin por ello degradarlo al relativismo de una simple rutina, no es fácil. Adamuz lo consigue.

Párrafo 6

“Ahí estaremos siempre: me imagino como un punto parpadeante, moviéndonos a poco por la superficie del mapa, fugaces, vacilantes, avanzando y retrocediendo, deteniéndonos en algún instante, como las luciérnagas de Solentiname, siguiendo, ahora aquí, luego allí, abajo del todo, en el sur, digo en el norte: por último trazamos un gran arco sobre el Atlántico, una flecha que señala a Madrid y luego a Barcelona. Pero Madrid y Barcelona están fuera del mapa, son islas”

El retorno a casa tras casi dos años de viaje lo describe de forma lenta, pausada, acumulando recuerdos. Hay una cierta nostalgia en cada una de esas últimas páginas, un sensación de ida sin retorno, de haberse quedado en un lugar al que quizá nunca llegó y del que nunca se fue del todo. Una hija, un nuevo oficio, una pandemia, una casa, unos lápices y un libro son la vieja vida actual con la que acaba la obra. Una vieja vida nueva que sucedió a esa otra que inventó en la larga huida en la que descubrió que el norte era el sur. Las dos están conectadas, explica Adamuz, porque sin hollar Ushuaia no hubiera estado nunca en Barcelona. Necesitó moverse para poder quedarse quieto recordando que se fue.

Estilo9,25/10
Contenido9,25/10
Valoración9,25/10
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