Para Mama Fatuma no era un día alegre: su marido acababa de divorciarse de ella. Se casó con él hace 25 años, pero había dejado de menstruar hacía unos meses y su marido decidió casarse con una mujer fértil.
Obama se fue, y el tráfico volvió a invadir las calles. Los atascos volvían a desesperar a cualquiera y las banderas estadounidenses empezaron a desaparecer poco a poco.
Garissa es también lo que no hemos contado. Es ese militar que vendía información por un módico precio, sin ningún tipo de vergüenza. O los profesionales sin escrúpulos que fotografiaron los cuerpos de los fallecidos y vendieron las fotos.
Se había dejado atropellar por tercera vez para que el conductor del matatu tuviera que pagarle una "indemnización" poco legal, con la que pensaba pagar la universidad de sus hijos. Lo tenía todo perfectamente planeado.
La mujer a la que le tocó mi regalo, el librito de Chimamanda Ngozi Adichie “Todos deberíamos ser feministas”, dijo: "Las feministas son ésas que enseñan el pecho, ¿no?". Otra contestó: "Y no cocinan".
He pasado una semana charlando furtivamente con pacientes y escribiendo cada vez que tengo un momento libre. Me escondo en el sótano del hospital, rodeada de camillas viejas y sillas de ruedas, y recopilo creencias sobre la locura, la vida y la muerte.
Podríamos estar en cualquier ciudad del mundo. Todo es amable, pero empezamos a conversar, relajados, y Mina nos cuenta como anécdota que le secuestraron la semana pasada. Adiós jazz, adiós ambiente amable, adiós maravillosa temperatura primaveral.