Mandera, el lugar más peligroso del mundo para dar a luz

Mandera, un territorio desértico casi tan grande como Bélgica, hogar de miles de personas que luchan por sacar adelante su ganado en la eterna lucha contra la sequía. Mandera, origen de la tradición oral, de los cantos, los poemas, las leyendas que la vida nómada trae consigo. Territorio de Kenia que hace frontera con Somalia y Etiopía. Tierra olvidada. Y el lugar más peligroso del mundo para dar a luz.

Sameera tiene 16 años. Nació en Mogadiscio, Somalia. Sin embargo, nada recuerda de su vida allá. Sus padres emprendieron el viaje a Mandera huyendo de la guerra cuando ella tenía tan sólo un año. Ha crecido en Kenia, terminó su educación primaria en una pequeña aldea cerca de Takaba, pero no pudo continuar estudiando: su padre murió y ella tuvo que casarse cuando cumplió los 14 años.

-¿A qué se dedica tu marido? –le pregunto.

-Se fue a Europa poco después de la boda –contesta la chica– Aún no sé nada de él, quizá aún no ha llegado, porque Europa está muy lejos y él y otros hombres se fueron andando.

La mutilación genital femenina es ilegal en Kenia desde 2011. Sin embargo, esta prohibición no ha acabado con la práctica

Miles de jóvenes eritreos y somalíes emprenden todos los años el peligroso viaje a través del desierto, pagando a mafias que les prometen llevarles a Italia. Lo hacen dejando atrás sus vidas y sus nombres. Para sus familias es prácticamente misión imposible localizarles o conseguir algún tipo de información sobre su paradero.

Sameera, sin embargo, está convencida de que su marido está vivo.

-Ha viajado desde que era muy pequeño guiando a los camellos de su padre –me explica– Sabe caminar.

La vida en el poblado este año no ha sido fácil. La sequía que azota a Sudán del Sur, al norte de Kenia y a Somalia ha causado la muerte del 60% del ganado. Además, la presencia del grupo terrorista Al-Shabaab se ha incrementado en los últimos meses y sus ataques con minas colocadas en las carreteras han matado ya a decenas de personas.

La sequía que azota a Sudán del Sur, al norte de Kenia y a Somalia ha causado la muerte del 60% del ganado

Sameera trabaja con su madre y con su abuela “curando a mujeres”. Atienden partos, alivian dolores relacionados con la salud femenina y realizan ablaciones, práctica por la que pasa un 98% de las mujeres somalíes y cuyo tipo, la infibulación, es el más agresivo de todos. La mutilación genital femenina es ilegal en Kenia desde 2011. Sin embargo, esta prohibición no ha acabado con la práctica, sino que la ha escondido y la ha hecho rentable a ojos de la corrupción.

El Fondo de Poblaciones de las Naciones Unidas (UNFPA) trabaja sobre el terreno con una campaña que lucha para reducir la mortalidad materna en Mandera, no sólo proveyendo a la zona con centros de salud habilitados, sino también con campañas de concienciación que se desarrollan mano a mano con ONGs locales que empoderan a las jóvenes y facilitan su acceso a programas educativos. Varias ONGs brindan la oportunidad a las mujeres que practican la mutilación genital femenina a ser formadas como matronas y utilizar sus conocimientos para salvar vidas.

“Me mutilaron en una celebración de purificación en la que todo el mundo era feliz y yo no entendía nada de nada”, recuerda Sameera

Sameera empezó a acudir a uno de estos programas a escondidas de su familia. A su madre le dijo que iba cada tarde a tejer.

-En cierto modo no he mentido –dice riendo–. La carne también se teje si se rompe.

En este programa aprenden a tratar partos complicados y a entender cómo la mutilación afecta a la salud sexual y reproductiva de las mujeres. Aprenden a que el dolor no tiene por qué formar parte de las tradiciones y les enseñan a explicar a las pacientes por qué no deben mutilar a sus hijas.

-Ahora entiendo que cada momento de mi vida ha estado marcado por el dolor –me cuenta. Me mutilaron en una celebración de purificación, en la que todo el mundo era feliz y yo no entendía nada, nada de nada. La infibulación que nuestra cultura practica consiste en la mutilación del clítoris y el sellado de los labios mayores dejando sólo una pequeña apertura para que salga la orina, así que en la noche de bodas te tienen que abrir con una cuchilla para que las relaciones sexuales sean posibles. Yo no he tenido hijos, pero aprendemos cómo la mutilación hace que el parto sea de riesgo. Por primera vez en mi vida estoy aprendiendo qué hacer con todo esto, cómo aliviar, cómo curar, y eso me hace muy feliz.

En Mandera se producen 3.795 muertes por cada 100.000 nacidos vivos

La mutilación genital femenina no es el único factor que convierte a Mandera en el lugar más peligroso del mundo para dar a luz, con una aterradora estadística de 3.795 muertes por cada 100.000 nacidos vivos según UNFPA. “Las mujeres tienen diez veces más posibilidades de morir en Mandera que en Afganistán”, asegura Siddharth Chatterjee, el portavoz de UNFPA en Kenia.

Por si fuera poco, la presencia del grupo terrorista Al-Shabaab convierte los 1.000 km por carretera que separan Mandera de Nairobi, la capital del país, en un viaje impensable. La falta de bancos de sangre en los hospitales, la renuencia de médicos que se niegan a trabajar en las condiciones en las que Mandera se encuentra y la constante ausencia de agua y electricidad explican, también, esta altísima tasa de mortalidad.

“Algún día quizá sepa convencer a mi madre de que la mutilación no tiene nada de positivo”

Sin embargo, hay un grupo de jóvenes que ha empezado a rebelarse y a luchar por su derecho a saber, como Sameera. Y en la educación y la curiosidad está el cambio. La tentación del bien, del saber, de lo justo, puede ser tan poderosa como la del mal, a pesar de que carezca de popularidad. Quizá la paz consista en propuestas y no en órdenes, en enseñar la variedad de caminos en vez de marcar una sola verdad. Quizá el problema reside en que entendemos la paz como la ausencia de violencia, y ese vacío no es activo, no es poderoso, no provoca el cambio. La paz tiene que ser arrasadora, tiene que comunicar tanto o más que la violencia. Tiene que ser más rentable.

-Algún día quizá sepa convencer a mi madre de que la mutilación no tiene nada de positivo –afirma. Ella se lo contará a otras mujeres y así, poco a poco, habrá cada vez más niñas que no pasarán por ello.

Y así se trasmite el cambio en esta parte del mundo de la que nadie sabe. Mandera sólo sale en las noticias por sus muertos. No olvidemos a sus vivos, que son valientes y están haciendo camino.

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