Patones: el pueblo misterioso y perdido de Madrid

Por: Javier Brandoli (texto y fotos)
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Las piedras facilitaron la existencia de un pequeño reino que nunca importó a nadie porque se creo para no ser encontrado, para ser el reino olvidado del que nunca se encontrara su camino. Así nació Patones, reinventado de la época en la que habitaron allí los pueblos antiguos. Reinventado para ser desconocido. Una pequeña localidad por la que me gusta perderme cuando estoy en Madrid, especialmente en invierno, cuando la nieve y el olor a madera quemada lo envuelve todo. En verano, distinto, el sol pega sobre su suelo de pizarra y por la noche una suave brisa te golpea la cara.

El pueblo perdido, del que es difícil encontrar su camino porque sus huellas nacen y se pierden en una garganta de piedra, esconde un secreto. Cuenta la leyenda que Patones de Arriba tuvo rey propio. Dice el eco del tiempo que se escondieron allí familias para evitar el yugo de los sarracenos. Nació allí un reino de pastores y agricultores. Un reino de sombra. Dicen que siglos después fue el único lugar de la península Ibérica que no fue conquistado por las tropas napoleónicas. No lo fue porque no lo encontraron.

Cuenta la leyenda que Patones de Arriba tuvo rey propio. Dice el eco del tiempo que se escondieron allí familias para evitar el yugo de los sarracenos

Patones es en la actualidad una mezcla de pasado y futuro. Los negocios (restaurantes y un exclusivo hotel llamado “El Tiempo Perdido”, que merece un reportaje aparte para los amantes del arte) han hecho de este apartado rincón un lugar turístico. Pero en sus calles de pizarra negra quedan también casas abandonadas con sus muros abatidos por el paso centenario de los días. Patones era eso hasta hace treinta años, cuando, primero unos jóvenes desheredados y luego los primeros negociantes, repararon en aquel pueblo que se moría de soledad entre las montañas. Empezó entonces una nueva era para Patones de Arriba y con ella una posibilidad de recuperar su leyenda.

Al entrar a Patones, a la izquierda, pasada la pequeña plaza del olivo, hay una pequeña placa en lo que fue la iglesia del pueblo que dice: «A semejanza de Itálica has sido grande. Hasta rey cuentas en tu historia. La dominación francesa te ignoró. Hoy en plena ruina alejados tus moradores, los de la ciudad vienen a ti para que sigas tu existencia, quizás con más pujanza. Esta casa pretende ser una reliquia de tu pasado glorioso. Así sea. Ad majarem Gloriam Dei. Año MCLXVII». Un resumen perfecto de lo que ha sido la historia de Patones, el pueblo de reyes.

Subo las dos calles principales del pueblo. Su pizarra negra apunta alto. Un cartel anuncia un restaurante conocido de la localidad: “El Rey de Patones”. Allí charlo con los pocos vecinos que viven a diario en la localidad. Un zapatero, de los de antaño; Kika, la mujer de mayor edad y que con sus casi cien años aún recorre aún sus empinadas calles, o Emili, la dueña de uno de los restaurantes. Todos saben de la leyenda del pueblo olvidado. Ya sólo hay catorce personas viviendo entre sus casas.

Todos saben de la leyenda del pueblo olvidado. Ya sólo hay catorce personas viviendo entre sus casas

Hay constancia de este reino en diversos documentos. Uno de ellos es el libro De la Vida, Virtudes y Milagros de la Beata Santa María de la Cabeza (1752), en el que se relata esto: “En la falda de los riscos se mantuvieron ocultas algunas familias, en el tiempo de nuestra desgracia y duro yugo de loa sarracenos, en los ritos y costumbres cristianas, gobernándose en lo civil por un anciano a quien sencillamente llamaban rey”.

Si estas palabras son ciertas, la retirada a este oculto lugar fue provocada por el empuje de la conquista islámica. Entonces una serie de familias huyeron a un lugar oculto por las propias montañas donde pudieron mantener sus ritos cristianos. Allí se mantuvieron durante algunos siglos. Su forma de subsistencia era la agricultura, ganadería y caza. No es la tierra de Patones un lugar especialmente fértil, aunque un pequeño riachuelo rompe en dos su costado, lo que provocó que tanto la ganadería como la agricultura fuera de subsistencia, especialmente de cereales.

Hay más documentos que confirman esta teoría. Un libro publicado en 1680, «Vida de Don Baltasar de Moscoso y Sandoval, Cardenal de Toledo», habla de la entrevista entre el mencionado cardenal y el rey de Patones, que le solicitaba la construcción de una ermita en el pueblo  para practicar el culto cristiano.

El monarca de aquel imperio en el que nunca se ponía el sol quiso saber quién era aquel hombre que se hacía llamar monarca dentro de su propio reino

Tuvo encuentros más importantes la monarquía de Patones. Felipe II mandó una misiva al monarca de Patones que se encabezaba así: «Del rey de las Españas al rey de Patones». El señor de aquel imperio en el que nunca se ponía el sol quiso saber quién era aquel hombre que se hacía llamar rey dentro de su propio reino. La misma leyenda cuenta que cuando recibió respuesta y comprobó el gran monarca que no tenía importancia aquel personaje dejó de interesarse por el tema.

El rey de Patones fue el hombre de mayor edad del pueblo, quizá sólo el más respetado, pero en aquellos tiempos parece que ambas cosas iban unidas. Un pastor, sin más, que haría de su juicio la justicia; que bajaba a los pueblos cercanos (Uceda, Torrelaguna…) a vender madera o cabras, y que allí, en aquellos pueblos que formaban parte de otro reino, le trataban como el rey de Patones. Un rey del pueblo que consiguió, que no era poco entonces, tener prerrogativas especiales en fueros e impuestos frente a sus vecinos.

Pero las leyendas están hechas ara ponerse en duda porque sino le llamaríamos historia. Otros muy esmerados trabajos hablan de un nacimiento de Patones más prosaico. Fueron tres hermanos, pastores, de apellido Patones, los que decidieron habitar aquel trozo de montaña porque desde donde vivían (Uceda) les costaba demasiado hacer cada jornada el camino hasta donde pastaba su ganado. Así nació lo que entones eran “Los Patones” en alusión a sus primeros moradores. La figura del Rey, al que se llamó así como se le podía haber llamado alcalde o juez, era el responsable de mantener el orden entre los vecinos y quizá negociar con los pueblos del entorno. Hay documentos que atestiguan la existencia de cuatro reyes patónicos.

Napoleón no lo encontró

También presumen en esta localidad de ser el único enclave de la Península Ibérica que los franceses no encontraron en su conquista napoleónica. Una verdad demasiado atrevida teniendo en cuenta la dimensión de la piel de toro, pero de la que hay constancia en varios de los locales de Patones. Los franceses no encontraron el camino y por eso no la conquistaron, cuenta la leyenda que ha pasado de padres a hijos y que los vecinos de Patones repiten con orgullo. Sin embargo, en el archivo municipal consta el pago de una vaca y 50 libras de carne al destacamento francés que estaba en Torrelaguna. Tampoco este hecho demuestra que el pueblo fuera tomado por las ejércitos napoleónicos, pero sí que hubo un contacto al menos entre ambos.

La leyenda habla de una búsqueda francesa y de cómo los habitantes del reino perdido aguantaron ocultos su tranquila vida y consiguieron que, al igual que ocurrió con los sarracenos, su pueblo quedará aparte de la invasión.

Sea como fuere, Patones es hoy un lugar cargado de encanto en el que poder observar la huella del antes y después que le espera a todos los hombres. Un enclave que desapareció durante años de los mapas de carreteras del pasado siglo y que, ahora, reforma sus calles y casas para enfrentarse al siglo XXI. Consiguió Patones crear, al menos, esa utopía en la que vivieron siempre los hombres de creer que pueden ser gobernados sin más motivo que encontrar cada mañana la luz y cada noche la sombra.

Dos recomendaciones

Para dormir: El hotel «El tiempo perdido « es un museo más que un hospedaje. Un establecimiento del que fue dueño un excéntrico anticuario francés y cuya estancia está plagada de grandes tesoros artísticos. No es barato, pero es uno de esos lugares únicos en los que n está demás pasar una noche. Precioso lugar de gran calidad.

Para comer: El Rey de Patones es el gran clásico de los varios restaurantes con los que cuenta la localidad. Cocina castellana sabrosa y contundente.
http://www.reydepatones.com/

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Comentarios (3)

  • mayte

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    Qué lugar tan interesante y qué bien explicada su historia…!! gracias Javier

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  • Javier Brandoli

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    Gracias a ti Mayte. Es un sitio no muy conocido que está a 50 km de Madrid y que tiene una enigmática historia única

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  • Eva

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    Estoy intenso localizar al zapatero de Patones porque quiero una de sus estupendas sandalias. ¿Me podéis ayudar?

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