La falsa mítica del viajero solitario

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“Para viajar hasta las estrellas hay que viajar solo”. La frase, del poeta y ensayista alemán Heinrich Heine, encera esa vieja y recurrente mítica del vagabundo al que envidia el resto su solitario caminar. Nadie mira más allá de una privilegiada libertad, la de ir y venir sin orden, una virtud siempre recomendable para los otros. Lo complicado es percibir que no camina realmente con los pies, camina con el rostro.

El viajero solitario, en un tiempo en el que las hazañas se desplazaron de Ujiji al Facebook, es el anhelo de algunos trotamundos que entienden la aventura como una ecuación invariable entre el avanzar y el sufrimiento. Es por ello que el tótem ya no es ver, es explicar cuánto ha costado hacerlo. Ni siquiera vale ya con llegar, que cuando nadie había estado en la cima había siempre la recompensa de ser el primero. Al segundo, que ya somos todos, no le quedó más remedio que mirar sobre su cabeza e intentar trepar al cielo si lo que soñaba era con aparecer en los libros que mencionan a los conquistadores de los palmos de terreno.

Al segundo, que ya somos todos, no le quedó más remedio que trepar y mirar sobre su cabeza la ruta al cielo

Me vuelvo a vivir a África a finales de julio, esta vez a Mozambique, durante algún tiempo. Me vuelvo solo, como tantos, como millones de personas que cada día hacen ruta a lugares hasta ayer desconocidos y que mañana son la rutina de los días venideros. No soy el mismo tipo que hace más de dos años emprendió camino, a entonces Sudáfrica, y vivió por aquellas tierras 18 fascinantes meses. En la sólo aventura del intento ya entendí que no estará mi éxito. Perdí en el periplo la inocencia del asombro interior, que no del exterior. Pedí la inocencia de creer que las miradas de los demás al vagabundo, cercanas o lejanas, sirven para engañar al tiempo. Un cierto ego inevitable del viajero que usar en algunas aburridas noches de hotel en las que escuchas las conversaciones del resto, en los caminos en los que andas perdido, en las dudas del miedo. Una forma de convencerte de que estás sintiendo lo que no estás sintiendo, como si en aquel momento el mundo se parara a pensar ¿qué está haciendo Javier? y tú sintieras su aliento. No es verdad. El viaje casi siempre echa a los que no entienden que ahí está el riesgo.

Pedí la inocencia de creer que las miradas de los demás al vagabundo, cercanas o lejanas, sirven para engañar al tiempo

En los últimos años he conocido a varias personas que realizaron el viejo sueño, que tiene la mayor parte de la población, de dejarlo todo y marcharse a recorrer el planeta. Gente que se aleccionaba antes de partir diciéndose que no es uno de esos cobardes que no son capaces de salir del hormiguero. Muchos regresaron días o meses después con un velo en el estómago, decepcionados de descubrir que no son lo que creyeron. No está mal, no creo que eso sea fallar ante el espejo, ya que sin irse para volver hubieran vivido siempre marchándose mientras estaban quietos. Hay que ser muy valiente para atreverse a perder.

Supongo que entendieron que en una playa paradisiaca del Caribe, en las locas noches de las grandes ciudades o en las montañas míticas del Tíbet es atronador el silencio, cuando hay silencio. En realidad, creo que el fallo era que viajaban huyendo, sin meta. Una lotería que te hace depender de un entorno de humo, de un amor fugaz en el que los camastros se convierten en lecho, de la compañía de un grupo de viajeros. Pero no, no hay épica, hay un hospital en el que ayudar, un libro que escribir, un pico que hollar, un trabajo con el que ganarse la vida…. Eso sí son motivos sobre los que sostener en el viaje los golpes de soledad. Para ellos, para los que salieron sin mayor plan que el hipotético disfrute, en el calor y voces de otros cuerpos se juegan su éxito. Cuando lo tropiezan es sublime, que las sensaciones se multiplican bajo el paraguas de lo incierto, pero si se muestra esquivo reemprenden rápido el camino de regreso.

Una lotería que te hace depender de un entorno de humo, de un amor fugaz en el que los camastros se convierten en lecho

Yo me iré a vivir a una playa paradisiaca en Vilanculos y a una ciudad divertida e interesante como Maputo. Viajaré, espero, de nuevo por algunos países del entorno componiendo viajes para otros. Seguiré siendo corresponsal. Hasta ahí el plan parece muy bueno. Y lo es, sin duda que lo es. Pero es el escenario de una obra incompleta que no enseña ni las bambalinas ni el folleto. En la gente, como siempre, estará el secreto, como aprendí hace ya muchos años cuando viví por primera vez fuera de mi casa, en Malta. Un condicional por tanto, como he explicado antes. Y no, no me dará éxito elevar el riesgo. Eso es sólo una parte de cualquier viaje, nunca el cimiento, aunque hay una legítima satisfacción en alcanzar metas y superar miedos. Los otros no están contigo por mucho que le den a “me gusta” en las páginas en las que a miles de kilómetros de distancia narras tus desvelos.  Ellos duermen y tú, inquieto, te enfrentas solo a tus anhelos.

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Comentarios (9)

  • Viajes de Primera

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    Sí, hay que ser muy valiente para perder y también para aceptar los retos y plantearse otros, para enfrentarse a los miedos y echarles un pulso y también para asumir la soledad,más fuera que dentro de casa,aunque eso, al final, como todo, es más un estado interior que otra cosa.Mucha suerte!

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  • Nacho

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    Te deseo buen viaje.
    Te deseo que no tengas miedo al anhelo, sino que tan sólo lo ubiques en un lugar alcanzable.
    Buena suerte.
    Te iré a ver a Vilanculos, mientras los tiburones ballena, las mantas raya y los primeros o últimos, según se mire, arrecifes de la costa africana nos esperan, quien sabe si impacientes.

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  • Javier Brandoli

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    Nacho, te espero en Vilanculos rodeados de tiburones ballena. Eduardo y Viajesdeprimera, muchas gracias. En todo caso, viajar es un placer que nos vuelve locos. Una enfermedad como otra cualquiera en la que no te recomiendan reposo en casa.

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  • Kawil

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    Sensacional, Javier. Un artículo plagado de verdades, de miedos, de sueños, de dudas… pero allí dónde vas se irán disipando los miedos, vivirás tus sueños y despejarás las dudas al montar en el avión. Buen viaje. Yo marcaré un «me gusta» aunque no valga para nada.

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  • Javier Brandoli

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    Valdrá, vale mucho esa compañía. Mucho, mucho más allí que en ningún sitio, pero tu vida es la que tienes bajo tus pies no la que los demás proyectan sobre ti. Hay veces que eso puede confundirte. (sospecho que tú también lo sabes)

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  • Juancho

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    Fabuloso. En el fondo y en la forma. Qué bonito que alguien te abra tan honestamente la puerta de sus miedos Gracias, Javier. Fíjate que curioso, que al final, cuando dices «ellos duermen y tú, inquieto, te enfrentas solo a tus anhelos»… Si te vas y ves así al que se queda, ¿no estás cometiendo el mismo error que cuando el que se queda piensa sólo en tu libertad y alegría? Al final, me parece, a todos nos ataca el insomnio…

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  • Javier Brandoli

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    La realidad que quiero transmitir no es de miedos, es de creer que por ser un aventurero e irte a ver el planeta la felicidad te cae del cielo. Los insomnios de aquí se dan por hecho, pero hay gente que cree que allí, por el sólo hecho de ser lejos y «admirable» lo que ves y haces, eres inmune a ellos.

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  • toni

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    El querer viajar y vivir experiencias nuevas en otros lugares es querer encontrarse a uno mismo. El volver puede significar muchas cosas, pero lo que es seguro es que siempre se aprende… Uno no puede ser un vagabundo siempre, lo mismo que no se puede ser adolescente siempre…Viajar tiene sentido durante un tiempo; el tiempo que se necesita para encontrar algo que no se encuentra en un momento de tu vida o un lugar, o dentro de ti. Para ello tienes que estar dispuesto a renunciar a algunas cosas; tener la mente abierta y los ojos tambien…No solo para disfrutar, sino para verlas venir…El mundo no es un lecho de rosas, como debeis saber, a no ser que vayas de hotel en hotel de los buenos, y con guia…Pero no se trata de eso, ¿verdad?. Y el volver no significa claudicar, ni perder…Significa que pierde su sentido seguir dando tumbos, porque hay algo más importante en tu vida, o porque el cuento de Alicia en el pais de las maravillas, no es como te lo imaginabas…
    A pesar de esto, no soy negativo. Hay que hacerlo si así te lo pide el cuerpo y el alma. Hay que vivir.

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