En el Café Shabandar no dan café, ni falta que hace. Aunque se inauguró en 1963, aquí el tiempo es difuso, como el humo de las shishas y al entrar uno no está muy seguro de seguir en este siglo. Mohamed al-Khashali es el dueño, un hombre ya mayor que ha convertido este rincón de la calle Mutanabbi de Bagdad en un mausoleo. En 2007 un coche bomba mató a 4 de sus hijos, cuyos retratos decoran la entrada del local. En este lugar la conversación surge espontánea y los iraquíes beben té mientras te cuentan el pasado atroz de su pueblo y aún así sonríen al viajero. Un hombre me dijo entre caladas a la shisha: “Ningún pueblo tiene tantas ganas de vivir como el iraquí”.
Los libros viejos ya lo anunciaron: Trump, redes, fake news…
Steinbeck, Paz, Dostoievski, Pasolini... ya escribieron sobre todo esto