“Oye, ¿y si nos vamos a China?”

Por: Juan Ignacio Sánchez (texto y fotos)
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Una de las cosas que me planteé cuando salí de viaje es que no iba a plantearme nada. No importa dónde vaya, no importa qué haga, no importa dónde duerma y donde coma, ni con quién toque pasar el día o las horas de la cerveza al caer el sol. Nada más que un suave y decidido dejarse llevar. O, usando la poesía del gran Manolo, “Qué dulce ser el trapo blanco henchido al viento, del velero que alegre se encabrita”.

Estar es el único objetivo. Y, amparado en esa filosofía, te pueden pasar cosas como la de hace tres días, cuando, en el enésimo autobús que va al norte, y los que quedan, nos pusimos a charlar con Peter, un belga que viaja solo por Asia desde hace un año y aún le queda otro de girar como peonza, y le escuchamos relatarnos las maravillas que visitó en China: “Puede que pronto sea un destino turístico saturado, pero ahora es el momento perfecto para ir a descubrirla y encontrarse con una forma de vida completamente distinta a todo lo que conocemos”. Y nosotros nos miramos y dijimos: “¿Sabes qué, Peter? Nos has convencido, nos vamos a China”.

Así empieza la última etapa del viaje por Camboya, a la provincia agrícola de Ratanikiri. Y sigue con una pequeña y acogedora guest house a la orilla de un lago con las mejores puestas de sol de Asia, que se acompañan de un bote de nutella que milagrosamente encontramos haciéndonos señas en el mostrador de una tienda cochambrosa. Nos lo comimos en una sentada, primero con una baguette, y con los dedos después, aún ansiosos, mientras escuchábamos en el itunes los clásicos envejecidos de Celtas Cortos, Loquillo o El último de la fila. Cuando estás tan lejos de casa, cosas así te reconcilian con la vida.

Camboya es roja. Hace meses que no llueve, y la arcilla del suelo se traspasa a los árboles, que se pintan de ocre. Las casas, con tejados a dos aguas, se levantan sobre enormes pilares a veces de más de tres metros. No puede estar mejor pensado. En invierno, la altura ayuda a sortear los ríos de barro que seis meses al año deja el monzón. Y en verano, no hay sombra mejor que la de la propia casa para combatir este calor asfixiante que te encharca hasta el pensamiento.

Bajo esos pilares se desarrolla la vida. Los niños se tumban en las hamacas, o juegan a perseguir gallinas. Los cerdos campan a sus anchas, y los perros miran con cara de hastío al visitante. Las mujeres sonríen y cocinan enormes ollas de arroz y cortan con maestría el repollo, la cebolla y la zanahoria. Las semillas se ponen a secar al sol y aquí y allá se ven enormes pedazos de sandías, fruta del dragón o melones. Los hombres vuelven de los campos con cara de agotamiento y se sientan a la sombra a beber licor de arroz.

Hay un enorme lago en el que las mujeres se bañan completamente vestidas, y los hombres también

Hemos alquilado unas bicis y nos hemos ido a ver unas cataratas de las que no esperaba nada y han resultado ser un buen espectáculo. Una de las caídas de agua tiene una enorme cueva debajo, a la que se puede acceder haciendo un poco de malabarismos. Hay un enorme lago en el que las mujeres se bañan completamente vestidas, y los hombres también. Los niños salen al camino a saludarnos y nos gritan “hello”, y nos chocan las manos.

Hemos parado a refugiarnos del calor sofocante del mediodía en una especie de tasca de carretera. Hay chicos cantando en un karaoke. Nos han pasado el micrófono y hemos cantado con ellos, y hemos bebido un aguardiente de los que agujerean el esófago a todos los que no son piratas o lobos esteparios. Nos han enseñado a contar hasta diez en camboyano… Como no soy pirata ni lobo estepario, sino gato y de los bien domesticados, no me acuerdo de nada…al segundo sorbo ya estaba borracho. Os imagináis cómo he vuelto a casa con la bici…

También hemos conocido a dos americanas. Una de ellas es de origen camboyano y ha venido a visitar la tierra de sus ancestros. Nos ha contado su historia. Pone los pelos de gallina. Sus padres se conocieron en un campo de refugiados de Tailandia, milagrosamente huidos del régimen de Pol Pot. Él acababa de enviudar y aportaba a la nueva familia tres hijos. Los jemeres rojos se llevaron a su mujer y a dos hijos más. Ella también había perdido a su marido y cargaba con otros dos pequeños. Se marcharon a vivir a Filipinas, y de ahí saltaron a Estados Unidos. Pero nunca consiguieron adaptarse. Hoy el padre ha vuelto a Camboya, y la madre espera en Denver a que los hijos pequeños sean mayores para regresar también. Solo una trágica historia más en un país de tragedia.

Ayer nos hemos regalado un día de lujo. Hemos ido a un hotel que se llama Tierras Rojas, que tiene una piscina de las de cuento, por cuyo uso hemos pagado cinco dólares, un pastón aquí. La vegetación se mete casi en el agua. A la hora de la cena nos hemos sentado a mirar pasar la vida con cervezas y una especie de rollitos de arroz con bananas y leche merengada en el puesto con la familia más adorable que exista.

Mañana nos vamos a Laos. Como somos tan organizaditos, no sabemos si podremos cruzar la frontera, porque no caímos en sacar el visado en la embajada de Phnom Pen. Aquí los “agentes de viajes” no se ponen de acuerdo. Algunos nos dicen que no nos preocupemos, que podremos hacer los papeles en la frontera. Y otros, los que más, que ni lo soñemos, que nos va a tocar volver a la capital. Así son las cosas en Camboya. Todo es un puede que sí, puede que no. Y siempre un gesto amable, y una sonrisa. Tiremos la moneda al aire, a ver si sale cara.

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Comentarios (3)

  • gore

    |

    …y si sale cruz, seguro le pondreis la mejor cara!

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  • Eva

    |

    Me encanta cuando mandas fotos.

    Ayer estaba leyéndote y mi hijo me preguntó que hacía, le enseñé tu foto y le dije que un amigo de mamá estaba muy lejos y nos contaba historias a través del ordenador, me contestó que te preguntara si puede ir contigo a esa pisci, que ya sabe nadar..
    Que, te lo envío a portes debidos????

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  • juancho

    |

    Jeje… Evita!!! No me lo mandes ahí, que no me va a encontrar e igual se pone triste… Ya te digo la dirección de la próxima semana… bs

    Gore, vas a venir a verme a Nepal??? Venga, anímate…

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