En el vértice geodésico han pintado una bandera republicana, anticipándose a la abdicación del Rey dentro de unos días. Alguien que se sube hasta una cima con un spray para pintar una bandera, sea la republicana, la constitucional o la de los Tercios de Flandes, es un opositor a perfecto imbécil que debería ser inhabilitado para hacer montañismo. Peñalara no se merece semejantes botarates.
He subido hasta la cumbre (2.429 metros) desde Cotos por Citores con la intención de bajar por las canales de Dos Hermanas, el itinerario clásico al techo de Madrid. La ventaja de poder hacerlo un lunes es que no te cruzas con nadie en todo el camino, salpicado aún de escasos neveros. Ahora sólo estamos dos personas en la cima, disfrutando de un día soleado, limpio de nubes, que magnifica la panorámica.
Alguien que se sube hasta una cima con un spray para pintar una bandera debería ser inhabilitado para hacer montañismo
El montañero se acerca y me pregunta por la bajada por la laguna de los pájaros, que he hecho unas cuantas veces. Quiere saber si la cresta de los claveles es muy expuesta. Le digo que no tiene dificultad, pese a algún tramo bastante aéreo, si anda con precaución. En la otra vertiente del macizo de Peñalara, por donde se baja a la laguna, se adivina mucha más nieve, pero eso no le arredra y comienza a caminar en dirección a los peñascos rodeados de nieve.
Le veo alejarse montaña abajo hasta que sólo es una diminuta silueta recortada sobre el horizonte. Y en ese mismo momento decido cambiar de planes y descender también por la laguna de los pájaros, buscando esa intimidad que siempre se guarda Peñalara en esa sucesión de pequeños ibones, un itinerario mucho menos transitado que los de la otra vertiente del macizo.
En la otra vertiente del macizo, por donde se baja a la laguna, se adivina mucha más nieve
Desciendo a buen ritmo incluso por la nieve primavera, ya algo húmeda por las altas temperaturas, y pronto encaro los riscos que preocupaban al excursionista que me precede, al que veo crestear ya por el paso de los claveles con paso dubitativo. Le he aconsejado que, si quiere evitarse los equilibrios sobre las rocas, mejor baje unos metros y salve los riscos a media ladera por una pedriza a mano izquierda que no ofrece dificultades, pero no parece que me haya hecho mucho caso. Yo, sin embargo, me canso pronto de las cabriolas y sigo ese itinerario mucho más seguro que bordea los riscos y desciende después por una pendiente pronunciada con mucha nieve hasta la laguna de los pájaros.
El arroyo por el que desagua el pequeño ibón, rodeado de hierba fresca, ofrece una imagen bellísima, con el macizo nevado de Peñalara a sus espaldas. Es uno de esos momentos de plenitud que te regala la montaña, con el susurro del agua de banda sonora y la soledad necesaria para asimilarlo. Todo el camino hasta la parte superior de la hoya de Pepe Hernando es una sucesión de lagunas y neveros que incluso me hacen lamentar no haber metido en la mochila las polainas, porque las botas a menudo se hunden en la nieve humedeciendo los calcetines.
El arroyo por el que desagua el pequeño ibón, rodeado de hierba fresca, ofrece una imagen bellísima
La caminata, siempre con el macizo de Peñalara y Dos Hermanas a mi derecha, es una bendición, pese a un repecho final que te sorprende con la habilidad de un salteador emboscado antes del pronunciado descenso hacia el arroyo de la laguna de Peñalara, que se cruza por un puente de madera que enlaza con el sendero que sube a la laguna grande y que ahora hay que tomar en sentido descendente, hacia Cotos, adonde llego poco más de tres horas después de salir de este mismo lugar en dirección a la cima de Peñalara.
La casi preceptiva cerveza en la terraza de la Venta Marcelino esta vez tiene que postergarse, porque ya son casi las dos y hay que regresar a Madrid. Y bien que lo siento, pues el día invita a cerrar la travesía con una jarra y no me gusta obviar esta sagrada liturgia.