Lier: el secreto de Flandes

Cualquiera que se acerque hasta aquí para caminar sus calles empedradas percibirá muy pronto la sensibilidad de un municipio que tiene por héroes no a políticos ni a generales, sino a un relojero, un poeta, un pintor y un herrero.

La vida apacible de Lier gira alrededor de un reloj de trece esferas, un sorprendente artilugio que no sólo marca la hora, sino que también detalla el día de la semana y el mes, la estación, el signo del zodiaco correspondiente y hasta los ciclos solares y el lunares, la rotación del globo terrestre y los flujos de las mareas. El reloj jubileo, obra cumbre del astrónomo Louis Zimmer, uno de los hijos más ilustres de esta acogedora ciudad de Flandes a medio camino entre Amberes y Malinas, es la principal atracción de Lier, pero no la única.

Lier es acogedora y hospitalaria y siempre te invita a pasear a orillas del río Nete o a serpentear por su encantador Begijnhof, una ciudad en miniatura, anclada en el siglo XIII, antiguo hogar de una comunidad religiosa de mujeres. De buena cerveza y renombrados encajes, Lier es para los españoles el lugar donde, en 1496, se casaron Felipe “el Hermoso” y la que tristemente ha pasado a la historia como Juana “la Loca”. Lier sabe a natillas, los contundentes “vlaaikes” (pastelillos de canela y jarabe de caramelo) y suena a carillón, que esparce su música cada quince minutos desde el campanario de su plaza mayor, Grote Mark. Es el secreto mejor guardado de Flandes, oscurecido por el brillo de Brujas, Amberes, Malinas o Gante.

Lier es acogedora y hospitalaria y siempre te invita a pasear a orillas del río Nete

Cualquiera que se acerque hasta aquí para caminar sus calles empedradas desterrando las prisas percibirá muy pronto la sensibilidad de un municipio que tiene por héroes no a políticos ni a generales, sino a un relojero (el propio Zimmer), un poeta (Felix Timmermans), un pintor (Isidoro Opsomer) y un herrero (Louis Van Boeckel). Una sensibilidad, por cierto, no exenta de determinación, pues los bombardeos alemanes destruyeron durante la Primera Guerra Mundial una cuarta parte de sus edificios en su ofensiva para la toma de Amberes (en su cementerio militar descansan 490 soldados belgas víctimas de la Gran Guerra, 117 de ellos sin identificar).

Lier es una ciudad acostumbrada a reinventarse sin perder sus raíces, habituada a hacer de la necesidad virtud: los mismos barcos que utilizaban los pescadores locales para atrapar anguilas por arrastre en el río Nete (una pesca prohibida en 1974) se utilizan ahora para llevar a los turistas por el canal. Muy cerca de la Torre Zimmer, junto a un antiguo muelle aún se puede ver una de esas antiguas embarcaciones, orgullo del viejo gremio local de pescadores de anguilas (que sigue siendo un delicia gastronómica local), los Pescadores Valientes (De Moedige Bootvissers).

Es una ciudad acostumbrada a reinventarse sin perder sus raíces, habituada a hacer de la necesidad virtud

Nada más llegar a Lier, lo primero que llama la atención en su Grote Mark es el campanario del siglo XIV, el Belfort, símbolo de la autonomía municipal (lástima que no se pueda visitar). Junto a su ayuntamiento de estilo rococó se encuentra la capilla española o de Santiago, que la guarnición española utilizó como parroquia (de hecho, los apellidos de algunas tumbas dan testimonio aún de ese pasado español). Los bombardeos de 1914 sólo dejaron en pie la fachada. Caminando hacia el Lete bajo un cielo en permanente amenaza de lluvia, en la calle Vismarkt hay que detenerse frente a la casa más antigua de la ciudad, de 1393, de 15 metros cuadrados de planta.

Cruzando el canal por el puente Aragón se llega en apenas cinco minutos a la iglesia de San Gumaro, el patrón de la ciudad, que tiene su estatua a espaldas del templo. Gumaro es santo comprensivo al que se reza para curar fracturas de huesos y de matrimonios (al parece estaba entrenado, pues cuenta la leyenda que su esposa, Grimara, era una arpía). El 11 de octubre, cuando se celebra su festividad, suele hacer buen tiempo, que los lierienses atribuyen al “milagro de San Gumaro”, cuyas reliquias (una urna de 800 kilos) saca en procesión todos los años desde el siglo XV una cofradía de costaleros. Una cerveza local lleva su nombre. Y es que en Lier llegaron a contarse 25 cervecerías en el siglo XVIII, aunque la última cerró en 1967. De hecho, la Caves, su cerveza más renombrada, ya no se elabora aquí.

Junto a su ayuntamiento se encuentra la capilla de Santiago, que la guarnición española utilizó como parroquia

Saliendo de nuevo al canal del Nete, desde la calle Werf nos damos de bruces con una pintoresca casa blanca de ventanas verdes, rojas y blancas, la Casa Fortuna, un antiguo almacés de carbón a cuya izquierda asoma la inconfundible silueta de la Torre Zimmer, la antigua fortificación medieval donde se instaló el asombroso Reloj Jubileo cedido por el astrónomo flamenco a su ciudad natal en 1930 para conmemorar el primer centenario de la independencia de Bélgica. En la fachada derecha, cuatro personajes que representan la infancia, la adolescencia, la madurez y la vejez dan los cuartos y a mediodía asoma un carrusel en el que desfilan los primeros reyes belgas y antiguos alcaldes del municipio. El invento de Zimmer, muerto en 1970, sorprendió al mismísimo Albert Einstein, que felicitó por carta al relojero lieriense.

Continuando a orillas del canal en dirección al Beguinaje, seguro que el visitante repara en una escultura en hierro de un pastor junto a su rebaño de ovejas, que hace alusión al sobrenombre con el que son conocidos los vecinos de Lier: “schapenkoppen” (cabezas de oveja), pues al parecer cuando el duque de Brabante les ofreció una universidad o un mercado de ovejas se decantaron por lo segundo, exasperando al noble flamenco: “Estos de Lier son cabezas de oveja”.

El Beguinaje es un remanso de paz olvidado por el tiempo, una arcadia amurallada de mujeres piadosas

El Beguinaje es un remanso de paz olvidado por el tiempo desde mediados del siglo XIII. En esta arcadia de mujeres piadosas (llegaron a vivir más de 300 a principios del siglo XVIII) todo parece haberse mantenido intacto, hechizado por un embrujo que ha ganado la partida al inexorable paso de los siglos.

El recinto amurallado, al que ni siquiera podían entrar hombres desde la puesta de sol, se recorre rodeado de silencio e imbuido de la serenidad del antiguo beaterio, donde las que fueran viviendas de las beguinas (que hacían votos de castidad y obediencia, pero no de pobreza, y trabajaban para ganarse el sustento) las ocupan hoy vecinos de Lier, como ya se ha apuntado una ciudad curtida en el pragmatismo. Agnes, la última beguina de Lier, murió en 1994 a los 98 años y hasta el final de sus días vivió en el número 5 de Sint Margareta, frente a la iglesia de Santa Margarita.

El Begijnhof se recorre rodeado de silencio e imbuido de la serenidad del antiguo beaterio

Saliendo del Beguinaje por la Begijnhof Straat en dirección a la última puerta que queda en pie de las viejas murallas de la ciudad, la puerta de los presos, hay que hacer un alto en uno de los cafés más célebres de Lier: “Hetbelofte Landherberg” (la tierra prometida) antes de continuar por la comercial Eikelstraat hasta el Grote Mark para comer en la brasserie ´t Belfort, un inmejorable lugar para reposar la jornada en Lier antes de poner rumbo a Bruselas.

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