Homenaje a la Sierra de Guadarrama

“Guadarrama. Parque Nacional”, de Eduardo Martínez de Pisón y con fotografías de Javier Sánchez, es una radiografía geográfica y sentimental de la sierra madrileña

Acaba de publicarse. Su texto y fotos corresponden a dos guadarramistas declarados: las palabras son de Eduardo Martínez de Pisón y las imágenes, de Javier Sánchez. Su título es escueto y va al grano: “Guadarrama. Parque Nacional”. Tiene 219 páginas entre lo escrito e ilustrado, es edición bilingüe en español e inglés y es un alarde de belleza editorial, con amplias páginas, impresión perfecta, tapas duras y estuche con una foto de cubierta con el bosque guadarrameño y otra de contracubierta con sus riscos y nieves cimeras.

Este libro cierra, por ahora, la colección de volúmenes a gran formato que ha dedicado desde hace años la editorial Lunwerg, en colaboración con el Organismo Autónomo de Parques Nacionales, a cada uno de estos Parques españoles. Lógicamente, faltaba por editar la obra correspondiente al último Parque Nacional declarado, el de la Sierra de Guadarrama.

La primera parte del libro aborda la geografía de su naturaleza, su historia, paisajes, cultura y protección

Tanto texto como fotos, con pies significativos, siguen conjuntamente un plan metódico. La primera parte del libro aborda cinco temas axiales y generales del Guadarrama: la geografía de su naturaleza, su historia, sus paisajes, su cultura y la protección de la Sierra. La segunda se interna en la montaña mediante cinco excursiones por otros tantos lugares, que hacen de ejemplos detallados, escalonados en sus laderas, desde sus mismas bases hasta sus cumbres. Esos cinco lugares del Guadarrama, elegidos como expresivos, son: el Reajo del Sestil del Maíllo, el Valle de la Angostura, la Pedriza de Manzanares, los pinares altos y las lagunas de Peñalara.

Primero atiende el libro a la naturaleza del Guadarrama, que constituye su armazón primordial, desde una perspectiva geográfica. Sus valores han dado lugar a repetidas muestras de admiración naturalista, artística, científica y cultural, lo que ha conducido a la reclamación, consecución y gestión de su conservación progresiva. Montaña de laderas largas y declives fuertes, escalera de paisajes desde las encinas de sus peanas al piornal, la roca y el nevero de la cumbre, aunque tardíamente reconocida, ha llegado a ser su imagen de tal fuerza que ha hecho de ella un símbolo geográfico. La Sierra, suficientemente agreste, ha guardado en amplias extensiones un espacio silvestre y montaraz.

La Sierra, suficientemente agreste, ha guardado en amplias extensiones un espacio silvestre y montaraz

En la Sierra se funden, no obstante, historia y naturaleza. A la historia local de la montaña se añade aquí también la derivada de sus potentes centros urbanos
vecinos con asociación a acontecimientos históricos mayores. Al estar pobladas sus peanas y su valle interno desde antiguo, ha experimentado la montaña lógicos aprovechamientos –forestal, ganadero, caminero, minero, cantero, hídrico, higiénico y turístico-, de modo que el paisaje serrano manifiesta por todas partes un rostro humano de larga vida.

Los sectores orográficos que arman la Sierra componen tres secciones yuxtapuestas, que suman un total de veintitrés unidades de paisaje. El primer sector, occidental, que en este libro se denomina simbólicamente como “Abantos”, sigue el cordal de la Almenara hasta el Pinar de la Acebeda. El segundo, central, “Sector de los Puertos”, va de Siete Picos a la Cabrera; y el tercero, septentrional, “Sector Carpetano”, comprende Peñalara, su prolongación serrana y la Fosa de Lozoya. El segmento de “Abantos” se divide a su vez en ocho unidades, el del “Puerto” en nueve y el “Carpetano” en seis. De este modo se describen geográficamente, con sus correspondientes ilustraciones fotográficas, en un barrido general de la Sierra, sus más destacados elementos paisajísticos. El Guadarrama es, como toda montaña, multicelular y, a la vez, un organismo geográfico único. Podemos mirar sus piezas por separado, pero no las entenderemos sino en su trabazón como conjunto.

El Guadarrama es, como toda montaña, multicelular: podemos mirarla por separado, pero no las entenderemos sino en su trabazón como conjunto

Hubo un jalón fundacional del guadarramismo especialmente señalado con la constitución de la Sociedad para el estudio del Guadarrama en 1886, dirigida por Macpherson, Sama, Quiroga y Bolívar y con socios como Giner, Cossío, Rubio, Riaño, Beruete, Torres Campos, Lázaro Ibiza y Velázquez. Hubo desde el arranque del siglo XX centros de montañismo con peso, como la Sociedad Deportiva Excursionista o el Club Alpino Español y la Sociedad Española de
Alpinismo Peñalara. La calidad de los paisajes serranos y su proximidad a los focos artísticos, intelectuales y científicos de Madrid y Segovia han dado lugar a una aportación cultural sobre el Guadarrama amplia, cualificada, diversa y duradera.

El Guadarrama fue inicialmente objeto de conservación dentro de la catalogación dispersa de los Sitios Naturales de Interés Nacional y Monumentos Naturales; luego lo consiguió, de manera parcial, como Parque Natural y Regional y como parte integrante de una más extensa Reserva de la Biosfera, con sus enclaves de Zepas y Lics; y finalmente lo es como Parque Nacional, con un sentido amplio, agrupador, exigente y definitivo. Milenios de evolución natural y siglos de proceso histórico están acumulados en el paisaje de la Sierra con calidades y armonía. El Guadarrama es refugio de valores geográficos mayores. Por ello no es sólo un recurso más sino un patrimonio especial, escaso y reducido a sí mismo. Su declaración como Parque Nacional reconoce tales valores y los protege con los instrumentos mejores que nuestra sociedad se ha concedido.

Milenios de evolución natural y siglos de proceso histórico están acumulados en el paisaje de la Sierra

Los cinco lugares del Guadarrama aquí descritos muestran de forma complementaria distintos aspectos de la montaña con el fin de conocer los elementos básicos que componen el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama en sitios concretos. Cinco escalones que podemos ir subiendo para recorrer su perfil, desde los valles a las cumbres. No están en el mismo perfil uno tras otro como en una escalera, sino por distintos lugares del Guadarrama, pero pueden enlazarse en diferentes caminatas.

El Reajo del Sestil del Maíllo parece un lugar norteño refugiado en el interior de la sierra. Pero “reajo”, regajo, arroyo, es un nombre bien serrano; el “sestil”
también, donde el ganado sestea; y “maíllo”, el manzano silvestre, es bien evocador de nuestras montañas medias. El Valle de la Angostura extiende su itinerario por la parte superior del Valle de Lozoya en un recorrido largo. Contiene muchos rincones este magnífico bosque, pero sobre todo la gran sorpresa de unos viejísimos tejos enclavados cerca del curso del Arroyo Borondillo.

Las peñas de la Pedriza parecen formar una cascada de roca que desciende hasta la peana de Manzanares en sucesivas oleadas

Otra de estas piezas claves es el paisaje rocoso de la Pedriza, mole esencialmente pétrea que hace honor a su nombre. Las peñas parecen formar aquí una cascada de roca que desciende desde los cordales serranos hasta la peana de Manzanares en sucesivas oleadas. En el pinar alto, como dice el libro, es “el silencio de la Sierra lo que importa, lo que se ve y se oye en la naturaleza, como los bolos berroqueños cubiertos de musgo, las praderas en sosiego, el rumor de las copas de los árboles movidas por el viento, el crepitar de las ramas, el mismo silencio. El sosiego, la quietud se ven y oyen en la umbría, en los telones de árboles, en la luz tejida sobre el suelo, en las tolmeras escondidas, en los grandes pinos cuya edad y porte te hacen advertencias, en la efímera nube que surge y se disipa”.

Para conocer bien la Sierra hay que acercarse a ella al menos dos veces al año: una en un mes con nieve y otra con el piornal florido

Respecto a Peñalara, “se trata de la montaña más alta del Guadarrama y casi de un Guadarrama de alta montaña, que no es lo mismo”. Se nos hace una última recomendación: para conocer bien la Sierra hay, por supuesto, que acceder a su interior con ánimo de disfrutar y aprender, pero hay que hacerlo al menos dos veces al año, una en un mes con nieve y otra con el piornal florido. Tras estos recorridos iniciales (o iniciáticos) vendrán muchos más, porque la Sierra es inagotable.

Bienvenido sea este libro, verdadero homenaje a la Sierra de Guadarrama.

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