Entré en el Extremo Oriente por Laos, un “aperitivo” del festín que para mí sería Myanmar un año después. Viajaba en uno de los peculiares autobuses que recorren el país paralelamente al melancólico Mekong. Después de varias horas sentada, conseguí superar la marea humana que ocupaba asientos y pasillo y llegar hasta el conductor. Junto a él, había una mujer alta y rubia. Era una fotógrafa peruana que vendía su trabajo a unas cuantas agencias internacionales. Llevaba mucho tiempo fuera: había ganado un concurso fotográfico convocado por eDreams. El premio: todos los billetes de avión que comprase a lo largo de dos años. Acababa de volver de Myanmar. “Es el único sitio donde hubiese querido quedarme”. Y me sugirió que no dejase de visitarlo.
A mi vuelta, me publicaron una larga serie de artículos sobre el país. Algunos se centraban en mi opinión respecto de la premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi; otros, en los grupos étnicos. Tras cinco años, ni ha cambiado mi opinión sobre ella ni ha mejorado la situación de las minorías.
Myanmar ha tenido siempre muchos “pretendientes”. El Imperio Británico la convirtió en colonia pero al marchar, la dejó encizañada
Myanmar ha tenido siempre muchos “pretendientes”. El Imperio Británico la convirtió en colonia pero al marchar, la dejó encizañada. De su perversidad, hasta el mismo George Orwell dejó constancia, pues allí trabajó al servicio de Su Graciosa Majestad. Recrudecieron los enfrentamientos entre etnias y culturas, se lucraron explotando suelo y personas, dejaron el país en un caos económico mayor del que se encontraron al ocuparla, quemaron ciudades y “encastraron” una policía con crueles métodos de tortura.
Primero, de los cultivos de arroz y té sacaron copiosas ganancias; después, de la exportación a gran escala de heroína, jade, perlas, rubíes, zafiros, madera, gas y petróleo. Aún quedan inmensos y valiosos recursos por explotar. Entre los viejos y nuevos depredadores ha tenido amigos la actual “pluriministra”, quien, como ellos, ha defendido el boicot a Myanmar y recibido numerosos premios de sus países.
Lo que tiene de aleccionador viajar por cuenta propia es que se pueden descubrir algunas falacias
Lo que tiene de aleccionador viajar por cuenta propia es que se pueden descubrir algunas falacias: comprobé que, en general, no era cierto que el Gobierno militar impidiese a los occidentales instalar empresas y vivir allí. Aunque algunas fueron expulsadas a causa del ostracismo occidental, otras afianzaron o aumentaron su presencia, como la British American Tobacco, la TOTAL-FINA-ELF y UNOCAL.
Tras mi última puesta de sol en Yangón, entro en un pub de Mahabandoola Road. Sus usuarios son occidentales y trabajan para embajadas y grandes compañías. La clientela suele llegar más tarde, pero, en un rincón, un adulto blanco que no cumplirá ya los cincuenta apremia a una niña oriental que no llega a los once a comerse un sándwich. De vez en cuando, la acaricia. Ella acepta impasible.
Lo que sabía de Aung San Suu Kyi no me predisponía en su favor, así que busqué información que fuese objetiva
Lo que sabía de Aung San Suu Kyi no me predisponía en su favor, así que busqué información que fuese objetiva, aunque las noticias que encontré no mejoraron esa percepción. Su actitud respecto del Gobierno militar anterior fue errática. Aunque lo atacaba en casi todos los frentes, en el relacionado con las minorías lo defendía. Igual de errática que su padre, el Bogyoke Aung San, uno de los “padres” de la independencia birmana. Quien primero se enfrentó a los colonizadores británicos aliándose al imperio Nipón, para volver con los primeros y abandonar a los segundos tras la guerra.
Recorrí toda Myanmar y visité regiones donde contaban con minorías. El acceso fue complicado a causa de los monzones y de las dificultades que me pusieron las autoridades y algunos habitantes birmanos. Tampoco pude acceder a Aung San Suu Kyi; ni siquiera a través de su partido, la National League of Democracy (NLD). Durante mi estancia en Hsipaw conocí al librero Bo Ko Zaw, amigo del secretario de la NLD. Me dio una nota para él con el objetivo de poder entrevistar a la “dama”. De nada sirvió: mi último día en Myanmar me dirigí al número 97 de la West Shwegondine Bahan Township, sede de la NLD en Yangon. Estaba cerrada. Tampoco respondieron a los cuestionarios que les envié acerca de su líder.
Recorrí toda Myanmar pero el acceso fue complicado por los monzones y por las dificultades que me pusieron las autoridades y algunos birmanos
En aquel momento ya era libre; se dice que es quien gobierna en la sombra. Controla varios ministerios, pero la ley le prohíbe ser presidenta porque su marido tenía pasaporte extranjero y sus hijos son de nacionalidad británica. Aunque siempre denunció la persecución de que habían sido objeto ella y los birmanos por parte de la Junta Militar, nunca defendió la que sufrían otras etnias. Sus respuestas no han sido al respecto las que cabría esperar de una premio Nobel de la Paz. Decir que no eran birmanos genuinos, aludir a la necesidad de solucionar los problemas étnicos de Rakáin sin indicar vía alguna o el silencio más absoluto.
Entre las fuentes consultadas, conté con la biografía que me envió su partido. Nació en Yangon en 1945. Su padre fue asesinado cuando ella tenía dos años y marchó con su madre a la India cuando fue nombrada embajadora. Estudió en Oxford filosofía, política y economía y obtuvo calificaciones brillantes. Amplió estudios en Nueva York y trabajó allí y en algunas universidades asiáticas. Se casó con Michael Aris, profesor en Oxford y experto en budismo. Su aparición pública data de 1988, cuando regresa a Myanmar para cuidar a su madre enferma. Se estableció en la casa familiar de la Avenida de la Universidad de Yangon.
Lo que pocos medios han contado es que no fue la única víctima perseguida por la represión. Hubo millones de refugiados, desplazados forzosos y presos de conciencia
Mientras sufrió arresto domiciliario, aconsejó a los extranjeros que no visitasen su país como protesta. Aparte de los apoyos procedentes de gobiernos occidentales, está la de alguna guía de viajes conocida que recomendaba a sus lectores que no se hospedasen en los cómodos y baratos hoteles regentados por el estado. Hay que ir, pues, con cuidado a la hora de seguir las sugerencias de las guías turísticas. La política es una cosa y ser usuario de hoteles confortables y económicos, otra.
Gozó de gran popularidad; gracias a ser hija de su padre, a la publicidad de personajes como Tony Blair y a los prestigiosos premios que le concedieron. Lo que pocos medios de comunicación han contado es que no fue la única víctima perseguida por la represión. Hubo millones de refugiados, desplazados forzosos y presos de conciencia. El valiente periodista Sein Hla Oo estuvo en la cárcel más de diez años por criticar al Gobierno y contactar con partidos opositores.Tras ganar las elecciones, empieza a viajar para denunciar la situación extrema en que vive el pueblo birmano y sugerir que continúe el boicot hasta que se instaure la democracia, que no parece incluir los derechos de las minorías.
Aunque siempre denunció la persecución de que habían sido objeto ella y los birmanos por parte de la Junta Militar, nunca defendió la que sufrían otras etnias
El último atardecer me dirigí al lago Inya, al norte de Yangón, en medio de una gran extensión de césped y rodeado de ministerios y mansiones ocupadas por los sátrapas del país y las familias birmanas más ricas, como Aung San Suu Kyi. De vuelta al hotel, empezó a llover y aun seguía de madrugada, cuando la gente había despertado ya las calles. Mientras desayuno, observo el edificio de enfrente. Me recuerda las construcciones soviéticas de la guerra fría. En un balcón del tercer piso, una mujer escucha el sonido estridente de su radio sentada en una mecedora.
De camino al aeropuerto, vislumbro a lo lejos el barrio rico, el barrio de Aung San Suu Kyi.