El viaje
El Djem es un lujo, a veces olvidado, que espera al viajero amante de la historia en mitad de la más seca nada. No está en una bella ciudad, ni rodeado de un paisaje fascinante. Su entorno son casas bajas y tierra en polvo. Sin embargo, se trata de un sitio tocado por la magia del hombre de obligado paso. Allí se levantó el edificio más grande que Roma tuvo en toda África. La obra habla por si sola; hay que verla, pasear por su graderío y bajar hasta sus fosos para entender la dimensión del hermano pequeño, pero quizá mejor conservado, del Coliseum romano. Una auténtica joya histórica.
Lo primero que me gustaría indicar es que Túnez es uno de los viajes calidad precio mejores que he hecho en mi vida. Hay multitud de baratísimas ofertas para volar y alojarse en las ciudades más turísticas de la costa, como Sousse, Hammamet o Monastir, que pueden servir de perfecta base de operaciones para recorrer un país de abrumadora historia y enorme riqueza natural. No tengan miedo ni a las carreteras ni a los supuestos peligros que les anunciarán en hoteles y agencias, es un país seguro (hay que tener las mismas precauciones que en otros lugares) del que sacarán mucho si se alejan de los terribles tours turísticos. Alquilen un coche y suban al norte, la mayoría del trayecto es por la autovía P-1, a ver las ruinas de la mítica Cartago (prácticamente no queda nada de esta civilización), donde podrán ver también las termas romanas de Antonino (quizá lo mejor conservado de Roma en el norte del país).
El Djem era entonces una importante ciudad, con más de 150.000 habitantes (más que en la actualidad), que servía de granero a Roma
Sin embargo, la joya arquitectónica del país es el espectacular anfiteatro del Djem. Al sur de las turísticas localidades de la costa que he mencionado antes, hay que tomar la P-1, ya no es autovía, y tras algo más de una hora de carretera se llega a un edificio que por su envergadura se adivina desde lejos. Lo mandó construir el emperador Gordiano en el 230 d.C. y tenía una capacidad cercana a los 40.000 espectadores. Sus 148 metros de largo y los 122 de ancho son una prueba de la magnitud de este monumento. El Djem era entonces una importante ciudad, con más de 150.000 habitantes (más que en la actualidad), que servía de granero a Roma. En concreto, su extenso olivar hizo que la ciudad prosperara mucho y se convirtiera en la segunda más importante, tras Cartago, de esta parte de África.
Los fosos de las fieras
Cuando el viajero contemple la construcción tendrá la sensación, si ha ido a Roma, de contemplar casi una obra gemela a la del famosísimo Coliseum. Lo cierto es que quizá el anfiteatro tunecino esté, aún, mejor conservado que el italiano. Al entrar, se puede bajar hasta los fosos, recorrer la arena y subir hasta las gradas más altas. Imponente, majestuoso. No siempre se puede disfrutar de una forma tan directa de una reliquia arquitectónica de esta importancia. Desde arriba la perspectiva es global y se entiende su verdadera capacidad de público. En el foso, se distinguen a la perfección las estancias donde se enjaulaba a las fieras y se puede comprender el elaborado sistema de canalizaciones y cisternas para recoger el agua de lluvia. La piedra conserva ese color rojizo que parece fundirse con el desértico entorno del horizonte ya lejano (el anfiteatro está en el medio de la ciudad, rodeado de edificios).
En el siglo VII, el Djem se ve envuelto en una bella leyenda, que dice que allí se refugió la princesa bereber Kahena, que consiguió unir a distintas tribus bereberes para contener la invasión musulmana venida desde oriente. Lo cierto es que la princesa pasó cuatro años encerrada con los suyos dentro del anfiteatro mientras los invasores esperaban que murieran de hambre. Según nos explicó nuestro guía, un pasadizo comunicaba el edificio con el mar, lo que posibilitó que los asediados pudieran comer durante aquellos meses. La leyenda cuenta que Kahena fue traicionada por un amante que sabía su secreto. El joven cortó la cabeza a la princesa y se la envió al cacique musulmán. (Sobre este lugar hay otras leyendas sobre tesoros ocultos que nunca han llegado a hallarse).
Una leyenda decía que las piedras del Djem tenían poderes para ahuyentar alimañas, lo que hizo que los habitantes de la ciudad comenzaran a retirar piedras para llevarlas a sus casas a finales del XVII
Diez siglos después comenzaría el desmantelamiento de esta monumental obra. Una leyenda decía que las piedras del Djem tenían poderes para ahuyentar alimañas, lo que hizo que los habitantes de la ciudad comenzaran a retirar piedras para llevarlas a sus casas a finales del XVII. Una historia repetida en muchos lugares del planeta, donde se han desmantelado obras arquitectónicas únicas para construir carreteras, puentes…
El último capítulo importante de Djem se vivió en la Segunda Guerra Mundial, cuando una improvisada y cercana pista de aterrizaje de los aviones alemanes de la Luftwaffe pudo dañar seriamente el recinto. Fue bombardeada por los aliados en diversas ocasiones, pero por suerte ningún proyectil cayó sobre sus ancestrales cimientos.
La visita al Djem la recomendamos como parada para quienes vayan a visitar los oasis del desierto del sur, el lago salado o las dunas gran Sahara. En la localidad, del mismo nombre, hay poco más que ver (hay un museo arqueológico con buenos mosaicos romanos que merece también la pena, pero poco más). Para los que no vayan a hacer ruta hacía el sur, deben invertir una mañana de forma obligatoria en ver el gran “Coliseum del desierto”.
El camino
Busquen las múltiples ofertas de vuelos charter que hacen las grandes agencias de viajes. El precio de una semana, vuelo y hotel incluido, puede rondar los 300 euros en determinadas épocas. Aunque sólo se use el billete puede ser rentable.
En Túnez, es conveniente alquilar un vehículo en alguna de las agencias de alquiler de coches internacionales (si van a adentrarse en el desierto, elijan un 4×4).
Una cabezada
-En la ciudad de Sfax, cercana al Djem, pueden alojarse en el lujoso hotel “Les Olivers Palace”. Hay habitaciones dobles desde 140 euros.
-En la ruta a los oasis del desierto, dormir en el espectacular Tamerza Palace. Un maravilloso hotel al que casi merece la pena bajar sólo a disfrutarlo y contemplar sus vistas. Su página web es www.tamerza-palace.com. Desde 135 euros la habitación doble. Merece la pena. La comida también es excelente.
A mesa puesta
-Siento no poder darles el nombre, pero justo enfrente de la puerta de entrada del Anfiteatro del Djem, no tiene pérdida, hay un pequeño bar llevado por un encantador tunecino, que chapurrea castellano, y ofrece algunos ricos y baratos platos típicos del país. Eso sí, no vende alcohol. Menos de 15 euros por persona.
–Restaurante Queen. Comida tunecina y europea. Precio: 20 euros por persona. Dirección: Avenue Taieb Mhiri, Sousee.
Muy recomendable
-No lo duden, hagan por su cuenta la ruta de los oasis de montaña. Tamerza, Chebika y Mides son tres espectaculares lugares que conviene visitar sin las hordas de turistas que acuden allí por las mañanas (nosotros, a última hora de la tarde, los disfrutamos para nosotros solos). Bañarse bajo una catarata en medio del desierto es una experiencia única.
-Vayan desde Tamerza a Tozeur, donde podrán contemplar un ingenioso sistema de regadíos de su gran oasis y sus innumerables dátiles, que tiene más de 1.000 años de antigüedad. Cruzar el fascinante lago salado del Chott el Jerid tampoco lo olvidarán.