El viaje
El viajero emprende una larga ruta por la Italia desconocida. Desde Nápoles hasta La Puglia. Más de 500 kilómetros de coche para atravesar parajes que se salen de la ruta turística tradicional. Vamos camino de la Italia más rural, pegada al mar y alejada de las hordas de turistas extranjeros. La Italia de los primeros asentamientos griegos, de las comidas caseras, de las playas de rocas y azules cambiantes, de las masserias (casas rurales de gran encanto), del Mediterráneo, sin más. El destino es llegar hasta el tacón de “La Bota” y descubrir que esconde el lugar al que los italianos acuden en el periodo estival. No habrá cámaras de foto por todos los lados en el resto del viaje; habrá Italia, en mayúsculas.
El trayecto se hace entero por autovía (hay que pagar varios peajes, pero el precio no es alto). Había otras opciones como volar hasta Bari (capital de La Puglia), pero el viajero decide atravesar la parte sureste de la Península itálica y aprovechar la vuelta para conocer también los alrededores de Nápoles. A mitad de camino, ya en La Puglia, cruza tres poblaciones, Barletta, Trani y Molfetta, de las que ha oído hablar. Tendrá tiempo de parar allí a la vuelta (no sabe entonces que tropezará probablemente con uno de los pueblos más bellos que ha visto en toda Italia).
Dos horas después llega al alojamiento seleccionado desde España, la masseria Borgo Cardigliano, en Specchia. Hay decenas de casas rurales como ésta en toda la comarca del Salento (el tacón). Es importante reservar con tiempo una plaza en alguno de estos alojamientos, ya que algunas casas están cargadas de encanto, pero sus plazas son limitadas. Una masseria es un edificio de “agriturismo”: antiguos edificios rehabilitados, en muchos casos con su propia historia y enclavados en lugares apartados y tranquilos. Borgo Cardigliano responde a esa descripción; cuenta con su propia iglesia, piscina y restaurante, aunque quizá haya opciones de alojamiento más pintorescas. Aconsejo que miren por internet las muchas opciones y elijan. Otra opción que no falla es buscar casa en la web hundredrooms que te compara decenas de páginas y sus ofertas a la vez.
La comida, ya tendrá tiempo de comprobarlo el viajero durante la semana que pasará en estas tierras, es deliciosa, casera y siempre a muy buen precio.
Specchia es una pequeña población situada en el corazón mismo del Salento. A mitad de camino entre el mar Jónico y el Adriático. La localidad guarda el encanto de la Italia medieval: calles estrechas en cuesta que llevan hasta la plaza vieja, en la que se encuentra una preciosa iglesia, el ayuntamiento y algunos pequeños restaurantes en los que cenar contemplando el entramado de callejuelas y el paso lento del tiempo con la inevitable estampa de lugareños mayores que salen con sus sillas a la puerta de sus casas a contemplar el ir y venir de los demás. El precio de una cena, con vino de Salento, uno de lo más baratos de Italia y de los mejores que ha probado el viajero en esta tierra, no supera en ningún caso los 60 euros las dos personas (pude llegar a rondar los 30). La comida, ya tendrá tiempo de comprobarlo el viajero durante la semana que pasará en estas tierras, es deliciosa, casera y siempre a muy buen precio.
El viajero decide conocer primero las, afamadas entre los italianos, playas de la comarca salentina. Primero va hacia Gallipolli, una localidad turística desde la que comenzar el recorrido por las aguas del Jónico. En esta parte de la Península las playas son de arena blanca y algunas están atestadas de personas. No desesperen, hay que buscar con el coche y elegir lugares menos concurridos. Algunas “marinas” que verán como desviaciones en los carteles de la carretera son pequeños entrantes de mar en los que se paga por tumbona y sombrilla privada. Buena opción, ya que hay menos gente y se disfruta de una excelente jornada de sol y mar. En Torre Mozza, más al sur, dirección Santa Maria de Leuca (la punta de tacón) hay una encantadora calita de rocas en la que hacer parada para comer. No obstante, mi recomendación es que recorran con el coche las distintas playas y elijan la que más les guste.
Hay que adentrarse a pie algunos metros y colocar las toallas entre las piedras, pero el agua transparente merece el esfuerzo.
Desde Santa Maria de Leuca -bonita ciudad- hacia el norte, la carretera de la costa que lleva a Otranto deja un paisaje distinto. El Adriático es de aguas claras, de distintos colores y calas de roca. Sería algo parecido a las mejores playas de Baleares o la Costa Brava, si quieren una referencia cercana. Hay que adentrarse a pie algunos metros y colocar las toallas entre las piedras, pero el agua transparente merece el esfuerzo. Aquí, entre las localidades de Marina de Novaglie y Tricase Porto hay algunos restaurantes pegados al mar donde se come deliciosamente (en España sería algo parecido a un chiringuito).
Otranto y Lecce
Además de la magnífica costa salentina, el viajero se dirige a conocer dos localidades históricas. La primera, Otranto, es una impactante sorpresa. Ciudad amurallada, pegada al mar, con un pequeño puerto bajo sus muros y decenas de calles empedradas y estrechas llenas de pequeños restaurantes y tiendas. Un lugar perfecto para salir por la noche a tomar una copa en los bares que están sobre la misma muralla, mirando al mar. El atardecer en el puerto, cayendo el sol sobre la vieja ciudad, es el despertador perfecto para comenzar a disfrutar de la bulliciosa noche de la ciudad.
Lecce, sin embargo, es historia y arte en estado puro. Conocida como la Florencia del sur, la ciudad cuenta con un importante patrimonio artístico, sobresale su barroco. La leyenda dice que fue fundada en tiempos de la Guerra de Troya, conocida entonces como Sybar. El auge de la ciudad vino en el siglo XV, cuando estaba bajo dominación española. Se puede contemplar un anfiteatro romano y una columna (símbolo de la ciudad) del siglo II d.C., así como la Piazza del Duomo y la Porta di Napoli. Todo su centro histórico merece una visita pausada de, al menos, un día entero.
El viajero, tras los tres primeros días de marcha continuada por toda la comarca, comprende que Salento es un lugar especial, de cultura de mar arraigada y campo seco mediterráneo. Allí Italia parece otra: no hay grandes ciudades, ni monumentos inevitables, pero todo conforma una calma serena y perfecta. Para los amantes del país trasalpino se trata de una visita obligada.
Trani. La belleza perfecta
En el último momento, decidimos adelantar un día la vuelta a Nápoles para conocer tres pueblos medievales de los que nos han hablado unos amigos italianos. Trani, Molfetta y Barletta están 30 kilómetros al norte de Bari, a mitad de camino entre Nápoles y Salento. Molfetta y Barletta son dos localidades con un bello casco histórico, cargadas de historia y buenas playas. Trani, la última que visito es, sencillamente, una joya. Un lugar cargado de encanto, de calles añejas y edificios de piedra que llevan irremediablemente a la catedral, que data del año 1.150. Imaginen una única torre alta, sujeta a un arco, pegada a una nave con un rosetón en su “frente” y que da sombra a una pequeña pasarela de piedra. El mar se bate bajo sus cimientos, detrás de su esqueleto sale una pequeña vía en curva que esconde un pequeño puerto, con otra iglesia que jalona su entrada por el sur. Frente a los barcos, pesqueros y de recreo, hay una hilera de pequeños restaurantes con velas en los que degustar un buen marisco recién sacado del mar. Sólo por conocer Trani merece la pena hacer el viaje. Es casi la postal perfecta. Para entonces, ya de vuelta a Nápoles, el viajero agolpa en sus ojos una cantidad de imágenes inolvidables.
Una cabezada
Hay que elegir una masseria. Pueden ver la amplia oferta en las páginas web www.salentoviaggi.com (pinchar en agriturismo); www.salentolink.com o en www.salentonet.it. La oferta es muy variada y los precios oscilan entre los 50 y los 200 euros la habitación doble. La comarca es pequeña, así que no tendrán problema en recorrerla en coche. Nosotros dormimos en el hotel Borgo Cardigliano, en Specchia. Teléfono: (+39) 0833 539 599
A mesa puesta
Imprescindible cenar en el Ristorante la Ficarigna, en Specchia. Su pasta a la ficarigna es deliciosa y la cena en la terraza, entre velas, inolvidable. Teléfono: (+39) 0833 535398 y el móvil (+39) 3290676858. Dirección: Via Grazia Deledda n° 2. No más de 30 euros por persona.
El “ristorante marítimo” del Puerto de Otranto, bajo la muralla, es otra buena opción. En general, la comida es buena y casera. El vino de Salento es barato y muy recomendable.
Muy recomendable
Unas copas: Para los que quieran salir, hay una animada vida nocturna en Otranto. El bar Ciátara, en una callejuela pegada al Bastión dei Pelasgi, puede ser un buen comienzo. Pequeño, tiene cuatro mesas en la calle en las que tomar un vino o una primera copa. Hay música en directo. Luego, sobre la muralla, hay diversos locales con música hasta muy tarde. Muy recomendable.
En Tricase Porto hay también algunos bares del puerto en los que se puede toma una copa hasta tarde. Gallipoli tiene también un gran ambiente.