Aterrizamos en Johannesburgo. Volver a esta tierra se está convirtiendo en una feliz rutina insalvable. Siempre una sonrisa, una novedad, un matiz: vida y viajes. Sudáfrica me ha dado mucho más de lo que yo le doy, supongo que por eso planteo que nazca aquí la ruta que nos llevará en agosto a recorrer algunos países del sur de este continente. Nuestra pasión por esta tierra, si somos capaces de transmitirla, es el mejor aval de este proyecto. No siento mayor pasión (entiéndase emocional y personal) por ningún lugar que por éste. La frase la podría extender a toda África, pero aquí está mi epicentro.
Llegamos a Johannesburgo Daniel Landa y un servidor con las ganas de quien siente que lleva demasiado tiempo en deuda con los mapas. Allí nos esperaban Ana Paula y Víctor, unos amigos portugueses con los que tropecé por casualidad en Vilanculos (Mozambique) y que me agotan los adjetivos positivos. Su honestidad y generosidad llega a ser obscena. Un enloquecido grupo de cuatro amigos que compartimos un plan que a todos nos parece perfecto: tenemos un 4×4 y un montón de kilómetros por hacer sin planes preestablecidos. Buscar hoteles, espacios y, lo más importante, sensaciones para volver aquí en agosto con vosotros.
Graskop. Allí pasamos la primera noche en esta pequeña ciudad famosa por sus tiendas de arte, su trabajo con la seda y sus pancakes.
Partimos desde la gran ciudad de hormigón y cartón rumbo a Graskop. Allí pasamos la primera noche en esta pequeña ciudad famosa por sus tiendas de arte, su trabajo con la seda y sus pancakes. Un buen comienzo de ruta este pueblo con encanto en el que ponernos al día de nuestros sueños cenando y tomando alguna copa de vino (el Pinotage forma parte de mi paladar ya como el jamón ibérico. Eso sí, las comparaciones son odiosas).
A la mañana siguiente partimos al Blyde River Canyon. Víctor me recomendó mucho la visita a este lugar por el que yo había pasado en mis primeras visitas al Parque Kruger pero al que las prisas por encontrarme con los animales me hicieron siempre que lo mirara desde el coche de reojo. (Qué cantidad de lugares palidecen en los viajes por citas pendientes con escenarios de más renombre). Recorrimos sus rincones ilustres, guiados por la pareja lusa que ha venido a este parque en más de 15 ocasiones, y nos quedamos boquiabiertos. Quizá porque no esperábamos nada o quizá porque hay saltos de agua salvajes, ríos que se juntan en pozas que parecen de mármol y vistas a un cañón que desde arriba se retuerce y desde abajo pareciera infranqueable. El Pinacle, God´s Window, Berlyn Falls, Rondavels o los Potholes, a los que nunca había prestado atención, se han convertido en destino obligado para recomendar a los amigos. Lo malo, eso sí, es que lo hemos debido de recomendar muchos y hay oferta de souvenir a la africana esperando en la entrada de todos los lugares. (siempre quita un poco de gracia el que te digan en la cara que tu eres el 254.689 David Livingstone que pasa por allí).
Hay saltos de agua salvajes, ríos que se juntan en pozas que parecen de mármol y vistas a un cañón que desde arriba se retuerce y desde abajo pareciera infranqueable
Luego volvimos al coche y Sudáfrica enseñó sus dientes, su condena. Un control de tráfico con cámara de cartón y un policía que juega a salvar el mundo y que no tiene reparo en decir abiertamente cuando se le pide la notificación de la multa que “ésta es una negociación personal entre usted y yo”. Había que elegir entre entablar una pelea que nos retrasaría mucho hasta quizá no dejarnos entrar en el Kruger o negociar con un cabrón el pago de una multa a otros bobos turistas. Al final negocias, pagas y te desesperas por mucho que sea una historia repetida en estos lugares. África se muere más de corrupción que de hambre (es mi opinión).
Finalmente llegamos a la puerta del Kruger en el tiempo de descuento. Las lluvias de enero y febrero han hecho un nuevo paraje a mis ojos que nada tiene que ver con el que vi en otras ocasiones. Es genial entender que los parques nacionales cambien dependiendo de la época del año en que se visiten y, sobre todo, de la suerte. Los hace eternos porque siempre hay un nuevo Kruger esperando. . Lo que ocurrió en el safari de la mañana siguiente pasa pocas veces. El parque es una inmensidad de naturaleza salvaje, llena de animales y de postales de acuarela. Todo está ahí y sus habitantes son los que deciden si mostrarse o no.
En 2010 tardé ocho meses y ocho países con muchos parques a las espaldas en ver a un leopardo, aquella mañana vi dos
¿Cómo resumir lo que pasó? Fue una orgía animal puede ser una aproximación. Vimos a los big five en un día. En 2010 tardé ocho meses y ocho países con muchos parques a las espaldas en ver a un leopardo, aquella mañana vi dos. Dani se fijó en una cola imposible que colgaba de un rama y allí estaba el felino con un cría de cebra a la que acababa de cazar y que colgaba del mismo árbol (convertido ahora en despensa). Vimos también tres manadas inmensas de búfalos (una de ellas se cruzó frente a nuestro coche); tres rinocerontes, multitud de elefantes, una cría perdida de hiena y hasta cinco leones que supimos donde estaban por un coche de españoles que se cruzó con nosotros y que con un inglés de la tierra comenzó a explicarnos como llegar hasta los leones que dormitaban cerca de un baobab. Fue brutal, adrenalina pura y la constatación una vez más de que en África la vida animal de vez en cuando viene a visitarte cuándo, dónde y cómo quiere. La vuelta a este continente me ha devuelto algunas emociones algo dormidas. Nos vamos a Mozambique.
Este post forma parte de la ruta Sudáfrica, Mozambique y Malawi que organizamos en agosto en Viajesalpasado. Si estás interesado en recibir información escríbenos un email a vap@viajesalpasado.com y te la daremos. En este momento estamos diseñando el viaje.