El paisaje estaba fuera de lugar. Las montañas parecían pintadas de un verde oscuro y la bruma se mecía fantasmal entre casas de aspecto alpino. Rescatamos de la maleta ropa que encajara con un otoño inexistente en el resto de los países caribeños.
Poder habitar una isla desierta, sin electricidad ni agua corriente, en medio del mar Caribe es una experiencia única. Dormir al raso en noches de cielos estrellados bajo la única luz de una hoguera. Naturaleza en estado puro.
Panamá es, en un rincón de la primera ciudad española que se construyó en el Pacífico (hoy forma parte de las afueras de la ciudad), un símbolo de la dureza con la que los corsarios ingleses atacaron las posesiones españolas de ultramar.