Panamá la vieja: la matanza de los corsarios ingleses

Panamá es, en un rincón de la primera ciudad española que se construyó en el Pacífico (hoy forma parte de las afueras de la ciudad), un símbolo de la dureza con la que los corsarios ingleses atacaron las posesiones españolas de ultramar.

El viaje

Hoy son sólo restos de edificios arrasados -sólo queda en pie la torre de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción-. Piedras destrozadas por un combate desigual en el que 1.200 hombres al mando del corsario Henry Morgan acabaron con cuanta vida se cruzó en su hambre de riqueza. Años antes, en 1596, Sir Francis Drake (noble nombre con el que los británicos bautizaron a un sangriento pirata) había perdido la vida intentando atacar de nuevo Portobelo, una localidad 100 kilómetros al norte de Panamá, que se había convertido en el más importante puerto de la América española. Drake había golpeado tantas veces la costa panameña que la sangre teñía el azul del cielo a su paso. Desde Portobelo salía la mayor parte de oro y plata que se sacaba de América con destino a la Península Ibérica.


El viajero llega a la capital del istmo con la sensación de querer tropezar con todas aquellas historias que ha leído sobre un puerto, una zona, desde la que se construyó la conquista del Imperio Inca. Fue en Panamá donde Pizarro tuvo que reclutar a la poca tropa que consiguió para luego tomar el mayor imperio que jamás ha existido. Es desde aquí desde donde los barcos salían con el oro para convencer a Carlos V de que aquellos 200 caballeros locos estaban conquistando un continente entero. Aquí pararon también los barcos que la propia Corona tuvo que enviar para sofocar las decenas de revueltas que se originaron por la codicia de los propios conquistadores. Panamá es, sin duda, la pieza clave en el tablero de toda aquella epopeya.

Pero el viajero decide esta vez detenerse en una historia menos conocida. ¿Qué es Panamá la Vieja? Sin embargo, antes de contestar a su pregunta decide visitar el Casco Viejo, que se levantó tras la destrucción de la antigua ciudad, y que conserva todo el encanto de las ciudades coloniales españolas. La catedral es una joya, con sus dos torres blancas sujetándola al cielo. Calles empedradas, casas destartaladas, música caribeña, indios vendiendo falso pasado a los turistas. Todo aquel entramado de vida recuerda a La Habana. A su alrededor está tatuada la historia del país, incluso conserva un busto de Carlos V en el Paseo del General Esteban Huertas. También se puede visitar el Museo del Canal, en la Plaza de la Independencia (es muy aconsejable). A estas alturas ya queda claro que Panamá tiene demasiada historia y hay que intentar absorberla poco a poco.

Calles empedradas, casas destartaladas, música caribeña, indios vendiendo falso pasado a los turistas. Todo aquel entramado de vida recuerda a La Habana

Decide entonces el viajero coger un taxi que le lleve hasta la ciudad en ruinas. El trayecto hay que negociarlo, pero si van varias personas hay que intentar que el precio ronde los dos dólares por integrante (precio razonable por extranjero). Allí, al otro lado de la ciudad, tras cruzar decenas de rascacielos y centros comerciales, esperan las ruinas de Panamá La Vieja. Hay que pagar cuatro dólares para entrar. Se comienza el recorrido a los pies de la torre de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, lo único que ha quedado en pie. Un simple vistazo general sirve para entender la violencia del ataque. Muros derruidos a cada lado de lo que fue una ciudad colonial que servía de puente con el Pacífico. Fue aquí, en 1.519, cuando el noble segoviano Pedro Arias Dávila había fundado la primera ciudad española bañada por sus aguas (en otra ocasión nos detendremos en VaP a narrar la historia del descubridor Núñez de Balboa, primer europeo que vio el océano grande). Las explicaciones de los carteles que acompañan el recorrido muestran la vida cotidiana de esta urbe a través de sus construcciones civiles y religiosas, pero poco cuentan del ataque de Morgan.

La controversia de la fecha

Los historiadores no se ponen de acuerdo de si el ataque de Morgan se produjo en 1670 o en 1.671. Según el cronista y médico del corsario, John Esquemeling, que publicó el libro “Los bucaneros de América”, la fecha real del ataque fue el 28 de agosto de 1.670 y no el 28 de enero de 1.671 como dicen la mayoría de cronistas españoles y panameños. Hay cierta controversia en este punto, pero parece más probable que el médico de cabecera de los corsarios ingleses estuviera equivocado.

Morgan partió desde el Fuerte de San Lorenzo, en el río Chagres, cerca de Portobelo, junto a 1.200 hombres para tomar Panamá. Ya había saqueado la costa y su intención era ahora llevarse los tesoros de la ciudad. Tras un periplo accidentando, en el que fueron hostigados constantemente por los indios, llegaron hasta la urbe. La ciudad cayó tras una desesperada carga de la caballería española y la suelta, dicen, de 200 toros contra los ingleses. Los animales acabaron huyendo por el estruendo de las armas de fuego. El factor sorpresa y la buena disposición táctica de los corsarios hicieron que pronto el infierno cayera sobre las cabezas de los sorprendidos españoles. Hay que decir que hay diversas reseñas históricas sobre la tropa de cada bando. Por ejemplo, en Panamá, en la escuela, enseñan que el número de corsarios era muy superior a la guarnición española. Parece, sin embargo, que el número de españoles era superior.

El factor sorpresa y la buena disposición táctica de los corsarios hicieron que pronto el infierno cayera sobre las cabezas de los sorprendidos españoles

Hasta el 24 de febrero de 1.671 duró la estancia de los ingleses en la ciudad. Se llevaron 175 mulas cargadas de oro, plata y joyas e hicieron más de 600 prisioneros. Tras ellos dejaron desolación, ya que destruyeron todos los edificios, prendiendo fuego a La Vieja Panamá y convirtiendo en cenizas la historia.

La noticia de la destrucción de la urbe causó gran preocupación en las autoridades españolas, que pronto enviaron escuadrones de galeones desde la Península y el Perú para recuperar el territorio. Morgan sabía que tenía poco tiempo y por eso decidió en un mes emprender la huida. Luego, ingleses y españoles firmaron un cese de las hostilidades y los británicos se comprometieron a juzgar al corsario. Fue una farsa, ya que Carlos II de Inglaterra, a su vuelta, lo nombró caballero. Para entonces en el istmo, los españoles levantaban una ciudad y recogían los escombros de la que fue la primera ciudad que fundaron junto al Pacífico. Hoy es un privilegio poder contemplar lo poco que no se llevaron las llamas.

El camino

-Iberia suele sacar, lo ha hecho los últimos dos años, buenas ofertas en primavera y otoño para viajar a diversas capitales del mundo entre las que se encuentra Panamá. El precio es del entorno de los 500 euros, ida y vuelta. Lo único malo es que hay una escala en Guatemala que hace que el viaje se alargue hasta casi las 17 horas. Es una buena opción para los que anden justos de presupuesto.

Una cabezada

-El viajero se alojó en el hotel Costa Inn. Regentado por unos inmigrantes gallegos, el coste de la habitación doble es de 50 dólares. Los dueños son gente encantadora, dispuesta a ayudar a los clientes y el restaurante está abierto las 24 horas. Es una buena opción para quien no quiera gastar mucho dinero. Hay que elegir bien la habitación, huir de las que dan a la Avenida del Perú por el ruido. Tienen servicio de recogida de viajeros gratuito desde el aeropuerto y una pequeña piscina en la última planta.
-Para los que quieran hoteles de más lujo, la oferta es muy variada y los precios por habitación están entre los 100 y los 200 dólares. El Hotel Deville es muy original.

A mesa puesta

-Sin duda alguna hay que dejarse caer por alguno de los restaurantes del Casco Viejo, cargados de encanto. El Macarena, en la plaza de Francia, con claro sabor español y comida exquisita, y el moderno Manolo Caracol, entre la calle 3 y la avenida central, son bunas opciones. En torno a los 35 dólares por persona, aunque hay menús.
-La Calzada de Amador es la zona “pija” de restaurantes y bares de copas. Vistas formidables y multitud de oferta donde acude la gente bien de la ciudad. El restaurante Leñós y Carbón, el último de toda la Calzada, tiene muy buenas carnes y pescados y una extensa carta de vinos. El precio, en una cena completa, supera los 40 dólares.

Muy recomendable

Para los amantes de la historia recomendamos la lectura de estos dos libros:
-“Leyendas e Historias de Panamá La Vieja”, de Ernesto J. Castillero Reyes. (Comprar por internet).
-“Sociedad, economía y cultura material: Historia urbana de Panamá La Vieja”, de Alfredo Castillero Calvo. (A la venta en la oficinas del Patronato de Panamá La Vieja).

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