Escalaba una planicie entre los 3000 y 4000 metros. ¿Pueden creerlo? Como si el mundo pudiera ponerse boca abajo sin que cayera nada. El tren soltaba humo y nosotros vida. Desde nuestra ventana contemplábamos Los Andes y su estepa de hierbas de lluvia y gentes de piel curtida por el sol frío.
Dejamos atrás el puerto de la ciudad de Puno como quien abandona el mundo de los vivos en busca de un limbo de agua e islas flotantes a más de 4.000 metros sobre el nivel del mar. El lago Titicaca tiene el embrujo de los lugares improbables.