Los Uros: un mundo flotante

Dejamos atrás el puerto de la ciudad de Puno como quien abandona el mundo de los vivos en busca de un limbo de agua e islas flotantes a más de 4.000 metros sobre el nivel del mar. El lago Titicaca tiene el embrujo de los lugares improbables. Ni la imaginación alcanza un sitio tan alto, tan azul y tan místico si no es para pensar en las puertas del cielo. Pero allí estábamos nosotros, aún con vida, surcando bosques de totora.

La totora es un junco extraordinario. Crece sobre el agua y alcanza la superficie con gallardía. Miles de juncos erectos y verdes decoran los caminos de los barcos. Pero cuando muere esta planta, el lago cobra vida y el mundo se vuelve amarillo: las barcas de los hombres, las casas que barren las mujeres, los cestos, el menú y hasta el suelo que pisan está formado por miles de juncos secos, por esa totora infinita que brota del lago. Toneladas de juncos se apelmazan para formar plataformas gigantes que crean las islas que los aymaras llaman: Los Uros.

Ni la imaginación alcanza un sitio tan alto, tan azul y tan místico si no es para pensar en las puertas del cielo

Ellos, los pueblos indígenas del Titicaca se visten de colores para combatir la rutina del dorado. No importa si salen a pescar desde el lado boliviano o desde el Perú. Todos comparten la misma piel quemada por un sol tajante, el mismo semblante sin excesos, la misma cadencia de sus islas. Ni los siglos han cambiado sus barcas o sus trenzas negras. Pero tal vez esa estampa atemporal sea sólo una ficción, un decorado amarillo para cautivar a los turistas. Los Uros representan una gran excentricidad. Los barqueros tienen algo de teatral y los souvenirs, las casitas de totora en miniatura o los colgantes de colores forman parte del espejismo.

Nosotros también nos dejamos seducir por el laberinto acuático y por las aldeas móviles. Arribamos a las islas como quien da el primer paso en la superficie lunar. El suelo es tan mullido que ayudaba a crear esa sensación onírica. Hasta caminar era suave, irreal. Y más allá las montañas, aún más altas que el lago navegable más alto del mundo. Todo era parte de un cuento, ¿actores con ponchos, decorados imposibles, islas que flotan? Por un precio módico, el extranjero pasea por un archipiélago surrealista donde nada es verdad.

Tal vez esa estampa atemporal sea sólo una ficción, un decorado amarillo para cautivar a los turistas.

Pero entonces aparecieron los niños que no entienden de artificios. Ellos duermen con almohadas de totora, ellos mascan las plantas, acuden al colegio sobre balsas vegetales y hasta su mirada me pareció ya un poco amarilla. Decenas de familias habitan Los Uros. La totora es sagrada para los aymaras y con los credos no se negocia. Lo cierto es que me importa poco si los Uros son una invención lucrativa o no. Hubo un tiempo en que los pueblos del Altiplano viajaban en barcas hechas de juncos, una época creativa, donde la totora llenó de luz el lago. Tal vez no tengan otra cosa que ofrecer a los turistas o puede que quieran rescatar la magia de aquellos días.

 

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Comentarios (7)

  • Judith Ofelia Benevente Salas

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    Maravillas de Dios Impresionante Jobs

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  • Lydia

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    Sí que da un poco la sensación de decorado de película, pero no por ello deja de resultar un lugar atractivo.
    Cuando aparecen niños, me pregunto quién se lo pasa mejor, si ellos o tú.

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  • Igor

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    Felicidades por vuestro trabajo. Da gusto ver como con un poquito de respeto por las culturas y la naturaleza, las historias llegan mas al fondo de nuestros corazones.
    Un abrazo

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  • Mayte

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    Ayer pudimos disfrutar de este episodio. Impresionante Machu Pichu, Nazca, los flamencos, las aguas termales…y yo mientras tanto escribiendo ,…y, otra vez los flamencos! (y mis faltas ortográficas).Con ep capítulo de Bolivia, Perú…me habéis conquistado definitivamente.

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  • Jun Carlos

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    Me ha encantado el documental de Sudamérica. Lo he estado buscando en internet para volverlo a ver pero no lo consigo. Me gustaría verlo otra vez. ¿Es posible? Gracias y enhorabuena por el programa. Soy un enamorado de Sudamérica.

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