Jane me contó, mientras iba sacando café, papayas, tostadas, mantequilla, mangos y yo la iba siguiendo plátano en mano, que, más allá de fales y playas, de mercadillos ambulantes y de palmeras que rozan el mar, en Savaii había “un milagro”-.
Managua tiene algo de cicatriz por cerrar en la que se aprecian aún suturas en su piel. Las capitales centroamericanas manejan un desorden en el movimiento lento que tiene algo de atractivo. Probablemente no son lugares bellos desde un punto de vista estético pero en esa complejidad del ir y venir uno encuentra siempre una distracción por la que deambular.
La erupción más trágicamente famosa del Monte Pelée ocurrió en 1902. Ese año, el 8 de mayo, después de semanas de fenómenos preocupantes pero mal entendidos entonces, una titánica explosión retumbo en la cumbre del volcán. En los segundos que siguieron, una onda choque y un flujo piroclástico asolaron Saint-Pierre, matando a más de 28 000 personas.
De repente, en el dique del puerto, el también remero Peter Moore, que había llegado justo un día antes que nosotros, encendió una potente bengala blanca que iluminó toda la zona. Se nos puso la piel de gallina; eran decenas de personas las que nos vitoreaban, aplaudían, silbaban... No dábamos crédito, pensábamos que al llegar de noche no habría casi nadie para recibirnos.