De Orán a Maputo: plazas de toros en África

España y Portugal, cuando eran imperio, exportaron lengua, cultura y costumbres. Y entre otras cosas, también corridas de toros. Las huellas siguen vivas en varios países latinoamericanos. Pero la sorpresa es que hay otras huellas, en este caso muertas, en lugares sorprendentes. ¿Dónde imaginan? Pues, por ejemplo, en África.

España y Portugal, cuando eran imperio, exportaron lengua, cultura y costumbres. Y entre otras cosas, también corridas de toros. Las huellas siguen vivas en varios países latinoamericanos. Pero la sorpresa es que hay otras huellas, en este caso muertas, en lugares sorprendentes. ¿Dónde imaginan? Pues, por ejemplo, en África.

Hace casi 15 años, recorriendo las calles viejas de la Ciudad de Piedra de Zanzíbar, me topé con una vieja tienda de fotografía en la que un hombre joven vendía reproducciones en blanco y negro de las imágenes que su padre había tomado durante los años 40 y 50 del pasado siglo XX, antes de la independencia de la isla. Y ojeándolas, me topé con una en la que se veía a un toro cebú acosando a un hombre que le burlaba torpemente con una suerte de tosco capote.

Paseaba por Maputo y, de pronto, me topé con una plaza de toros en toda regla, la Monumental de Maputo, alzada en los días en que la ciudad era la capital de la colonia portuguesa

Me informé como puede y, al parecer, hasta fines de las década de los ochenta se toreó en Zanzíbar y en la vecina isla de Pemba. No existía plaza de toros en ninguno de los lugares, ni tampoco se sacrificaba a los astados, ni eran animales de lidia de una raza parecida a las española o a la portuguesa. Las reses pertenecían a la especie del cebú, un animal con una alta joroba de orígen asiático. Se les toreaba y se jugaba con ellos un poco al estilo de los “forçados” portugueses. Supongo que la costumbre la llevarían a estas dos islas del Índico los antiguos colonos lusos, ya que Portugal extendió sus dominios por la costa y los archipiélagos de Tanzania siglos atrás.

En Zanzíbar, las reses pertenecían a la especie del cebú, un animal con una alta joroba de orígen asiático. Se les toreaba y se jugaba con ellos un poco al estilo de los “forçados” portugueses

Unos años después, paseaba por Maputo (capital de Mozambique) y, de pronto, me topé con una plaza de toros en toda regla, la Monumental de Maputo, alzada en los días en que la ciudad era la capital de la colonia portuguesa. La fachada estaba bastante dañada y el coso se utilizaba para instalar un mercado dominical. En algunas de las dependencias del recinto se habían instalado pequeñas empresas, una de ellas de reparación de automóviles. Y los antiguos toriles eran la sede de una secta evangélica. Rebuscando más tarde en las hemerotecas, descubrí que allí habían actuado grandes figuras del toreo de los años veinte y 30 (siempre del siglo XX), entre otros Marcial Lalanda y Machaquito.

Los antiguos toriles eran la sede de una secta evangélica. Allí habían actuado grandes figuras del toreo como Marcial Lalanda y Machaquito

Pero la plaza que más me llamó la atención fue la de Orán. Data de los días de la colonización francesa, cuando una importante colonia española -más numerosa que la gala- residía en la ciudad. Levantada sobre una firme mampostería de piedra clara, es un edificio magnífico. Ha dejado de utilizarse desde la independencia (años 60), pero curiosamente ahora sirve de campo de fútbol a la chavalería del barrio.

De modo que es el único campo de fútbol redondo del mundo. Que yo sepa.

Notificar nuevos comentarios
Notificar
guest

3 Comentarios
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
Tu cesta0
Aún no agregaste productos.
Seguir navegando
0
Ir al contenido