Después de dar varios paseos por el mundo he encontrado lugares en los cuales he podido imaginarme viviendo en esa ciudad visitada por primera vez, fundirme entre sus gentes, conocer sus códigos, sentarme en sus cafés o en sus playas como uno más y charlar en su idioma. En otros, en cambio, he deseado salir pitando, sin lograr encontrar nada que me sedujese.
Durante los largos inviernos en Europa pienso en todos aquellos lugares que he visitado y en otros que me gustaría visitar, en cuánto me gustaría hacer lo mismo que Elizabeth Gilbert en Bali : comprar un billete a un destino donde no me espera nadie, sin saber dónde voy a vivir, ni lo que voy a hacer, ni saber ni a cuánto está el euro, ni cómo funciona lo de los taxis en el aeropuerto, y por no saber… no saber dónde decirle al taxista que me lleve. Ese elemento de misterio y cierto riesgo me produce mariposas en el estómago, como una adolescente enamorada.
Por desgracia, quedan pocos lugares en el mundo donde pueda una descubrir nuevos paraísos o costumbres desconocidas
He observado que una similitud inalienable se ha instalado por el planeta y, por desgracia, quedan pocos lugares en el mundo donde pueda una descubrir nuevos paraísos o costumbres desconocidas. Nuestro mundo ha sido mapeado con absoluta precisión y hay pocos caminos, gentes o especies que no hayan sido catalogados.
Hay escasos países donde no sepan lo que es un hot dog, no haya un Holiday Inn donde alojarse o un McDonald´s donde morder una hamburguesa. Los masai llevan teléfonos móviles, los niños en África o en Asia visten camisetas con el logo de Nike y juegan con chapas de botellas de Coca-Cola. En Cairo me encontré con un cartel, fuera de una tienducha de barrio, que decía: “¡Más barato que el Mercadona!».
Los masai llevan teléfonos móviles, los niños en África o en Asia visten camisetas con el logo de Nike y juegan con chapas de botellas de Coca-Cola
Aun y así es un placer descubrir que todavía quedan almas románticas que buscan en el viaje un encuentro consigo mismas a la vez que una conexión profunda con el mundo que habitamos. Cuando uno viaja se encuentra con gente extraordinaria que hace cosas extraordinarias, y para las cuales, el hogar es una comodidad de la cual prescinden. En Malasia conocí a una viuda francesa de 70 años que pensaba instalarse en Penang y colaborar voluntariamente en proyectos humanitarios. En la India coincidí en un autobús ( de esos que lo mismo cargan gallinas, cabras o personas) con la rica heredera de una gran fortuna española, que entusiasmada iba a pasar los próximos tres años trabajando en un orfanato. En Marrakech un joven australiano me aseguró que en un año sería millonario gracias a un libro para niños que él mismo había escrito. En Madagascar me encontré con un muchacho croata que había dejado su país para salvar las tortugas en el océano Indico y con un italiano que llevaba a los escasos turistas a ver ballenas en su pequeño barco. El encuentro con estas gentes me alegra el espíritu. No es solamente un bello paisaje lo que nos llena de plenitud, es el contacto con la gente que camina a nuestro alrededor. Gente que tiene algo que contarnos aunque no abra la boca, gente que nos enriquece con su extraña sabiduría.
En Marrakech un joven australiano me aseguró que en un año sería millonario gracias a un libro para niños que él mismo había escrito
Aunque hay muchas formas de viajar, el autentico viaje debe hacerse de la forma más dura. Normalmente en solitario, a zonas donde los aviones apenas aterrizan y la única forma de llegar es en cuatro por cuatro, a caballo, en barco o a pie. Donde el calor es tan fuerte que te seca la sangre o el frío tan penetrante que te congela las ideas, los mosquitos tan feroces como la más salvaje de las bestias, donde el viento es tan fuerte que vapulea los árboles hasta doblarlos, la lluvia repentina suena a metralleta en los techos de latón y convierte los caminos de barro en charcos de chocolate intransitables, donde los escasos guías se dejan llevar por la única luz de las estrellas, y la Policía es tan corrupta que no te devuelve el pasaporte a menos que negocies la imprevista multa o invites al agente a cenar. El auténtico viaje nunca es cómodo y seguro, no viene en caja rosa con champán ( aunque a veces sí con altas dosis de ron ).
No es solamente un bello paisaje lo que nos llena de plenitud, es el contacto con la gente que camina a nuestro alrededor
Sea cual sea el tipo de viaje que uno hace, siempre sabe el viajero que en el camino nunca se sentirá solo, porque la tierra está hecha de milagros, de personas singulares y lugares encantados.