Escribir sobre Madagascar y no hablar de Fort Dauphine sería como hacerlo sobre Cuba y no mencionar Trinidad. Fort Dauphine es una ciudad costera digna de mención por muchas razones. Una de ellas es la fascinante y desconocida historia que pone a este lugar en el mapa de unos pocos historiadores y amantes de cuentos de piratas, bucaneros y naúgrafos.
Es el testimonio de Robert Drury. Ahora un poco de historia sobre este peculiar personaje, nacido en Londres en 1687. Un valiente muchacho, hijo de un tabernero, de dudosa procedencia y ambición, se embarcó en el Degrave en 1700 a la edad de 13 años. Lo que pasó después solo lo sabemos gracias a un ambiguo diario de casi 500 páginas que escribió en 1728. En este diario, “Rober Drury´s Journal”, nos cuenta cómo el barco en el que viajaba desde Inglaterra hasta el Cabo de Buena Esperanza se hundió frente a las costas de Fort Dauphine, al sudeste de Madagascar. Sobrevivieron 160 pasajeros, entre ellos una mujer. Corría el año 1701.
El barco en el que viajaba Drury naufragó. Fue apresado por un rey, obligado a luchar en guerras tribales y esclavizado
En sus inciertas páginas cuenta cómo fue apresado por un rey, al cual llama el Rey Samuel, ( nombre poco creíble para un rey de Madagascar), relata el asesinato de sus compañeros, cómo fue obligado a luchar en guerras tribales y narra las peripecias de su vida como esclavo para este rey, que en realidad debió ser el rey Andriamasinavalona. Señala que el primer saludo que hizo dicho soberano al capitán del Degrave fue: Salamonger, lo que en realidad debió ser Salamalekum, saludo musulman todavía común entre los malgaches del campo, aún siendo en su mayoría cristianos. Continua detallando su vida en la isla, su matrimonio con una nativa y sus 16 años de sufrimiento en la isla roja. Según su narración, consigue escapar de la isla en un barco de esclavos.
Pasó 16 años en la isla y escribió sus peripecias en un libro que se atribuyó a Daniel Dafoe, autor de «La isla del tesoro»
No queda claro si Drury fue esclavo o esclavista, marino o pirata, víctima o verdugo. Lo que sí se sabe es que pasó el resto de su vida intentando regresar a Madagascar. Su turbia crónica fue considerada durante los siguientes siglos obra de Daniel Defoe, autor de la archiconocida “La isla del tesoro”. Pero recientes investigaciones demuestran que Drury estuvo 16 años en Madagascar, que el barco Degrave realmente se hundió frente a Fort Dauphin y que él mismo, arruinado en Londres, escribió el diario a su vuelta, quizás ayudado por Defoe. El libro se convirtió en un éxito y se publicó siete veces, convirtiéndose en uno de los libros de viajes más populares de la época. Lleno de detalles sobre la geografía, flora, fauna y cultura nativa, durante años se consideró una importante obra de referencia sobre Madagascar.
Aquellos años en los que Drury pasó en Madagascar eran tiempos difíciles para la isla. El rey Andriamasinavalona regía el país con mano dura y con solo un ojo. Eran épocas de barbarie en los que los enemigos eran crucificados en postes de madera y sumergidos en agua hirviendo o lanzados sin piedad a los cocodrilos. Este rey murió en 1710, tras cinco años de humillante encarcelamiento perpetrado por su propio hijo. No tuvo sucesor hasta 1787, por lo que se deduce que Drury vivió unos años en la isla en anarquía, sin más ley que la suya.
Cuesta creer que los nativos se lanzasen en armas contra los supervivientes. Ver enojado a un malgache es más difícil que ver a un búfalo bailando samba
Conociendo a las gentes de Madagascar y su templado carácter isleño, cuesta creer que se lanzasen en armas contra unos blancos famélicos nada más llegar éstos a sus bellas playas, como narra Drury. Ver enojado a un malgache es más difícil que ver a un búfalo bailando samba.
Fort Dauphin posee bellas leyendas de naufragios, enormes bahías que quitan el aliento y largas playas. Sus lugareños de risa fácil reflejan el carácter típico de gentes de una distendida ciudad costera. Las calles sin asfaltar, los edificios medio derruidos y desconchados y las nubes de polvo no le quitan encanto a esta ciudad de 42.000 habitantes. Buenas playas con historia y mucho surf, sol constante, piñas jugosas, buen ron-coco al ritmo de tambor… No sería de extrañar que el señor Drury se inventase la historia de su captura para quedarse aquí 16 años.