El Tanganyka y la Reina de África

Hace algo más de un año que viajé por última vez al África negra. Y durante unos días, navegué en un viejo trasbordador, el “Liemba”, por las orillas orientales del lago Tanganyka, uno de los mayores de África; una superficie lacustre cargada de historias y de leyendas…

Hace algo más de un año que viajé por última vez al África negra. Y durante unos días, navegué en un viejo trasbordador, el “Liemba”, por las orillas orientales del lago Tanganyka, uno de los mayores de África; una superficie lacustre cargada de historias y de leyendas. En sus aguas dicen que vive Gustav, el cocodrilo más grande y feroz del mundo, que al parecer se ha zampado a medio millar de personas a lo largo de las tres últimas décadas. Y en el Tanganyka, John Huston rodó una película inolvidable que protagonizaron Humphrey Bogart y Katharine Hepburn: “La reina de África”, basada en la novela homónima de Foster, el autor de “Pasaje a la India”. No voy a contar el argumento porque casi todos lo sabemos de memoria. Pero si algunas cosas sobre el rodaje que mucha gente no conoce.

Al parecer, a John Huston dejó de interesarle el film nada más llegar a Africa y desplegó toda una febril actividad en lo que se convertiría en su principal objetivo: cazar un elefante. El productor Sam Spiegel estaba desesperado con los retrasos y, a tal punto llegó la obsesión del director que uno de los guionistas, Peter Viertel, el marido de Deborah Kerr, decidió abandonar el trabajo a mitad del rodaje después de pelearse con Huston. Años después, escribiría un libro sobre ello entre la ficción y la realidad: “Cazador blanco, corazón negro”, que a su vez llevaría al cine con el mismo título Clint Eastwood.

¿Por qué será que África acaba por convertir en mito cuanto toca?

A Bogart no le gustó demasiado la idea de trabajar tres meses en África. Neoyorkino de pura cepa, esto es: urbanita hasta la médula, se pasaba los días encerrado en su tienda dándole al whisky y al tabaco, consolado de su penar por su joven esposa Lauren Bacall, que le acompañó durante toda la filmación. Pero Katharine Hepburn disfrutó como una niña en el rodaje. Acompañó a cazar a Huston en más de una ocasión y, si no llegó a producirse un romance entre ellos no fue porque Huston no lo intentará, sino por la fidelidad que la Hepburn le guardaba a su marido, el actor Spencer Tracy. Como el guionista Viertel, también ella dejó un texto escrito sobre la experiencia, un librito que tituló “El rodaje de La Reina de África o cómo fui a África con Bogart, Bacall y Huston y casi pierdo la razón”.

El suyo es un texto algo ñoño, pero resulta curioso en ocasiones. Por ejemplo, cuando habla de la naturaleza africana. “Un cocodrilo -escribe¬- es un animal carente de todo encanto. Ves a uno deslizarse por la orilla y echarte una mirada siniestra antes de desaparecer… “Ya probaré esa pierna -parece estar diciendo-, es solo cuestión de tiempo”. Y no van a creer esto: a veces permanece tendido en la orilla con la boca abierta de par en par. Y vienen los pájaros y le mondan los dientes. Hay también un pájaro de color blanco que les quita a los elefantes las garrapatas del lomo. Es el toma y daca de la selva”.

Concluye así la actriz: “Este libro les explicará lo que significó para mi encontrarme por primera vez con Huston, Bogart y Bacall en África y trabajar con ellos sin descanso y les explicará también por qué, contra viento y marea, en la calma y en la tempestad, en lo bueno y en lo malo, pero no del todo hasta que la muerte nos separe, nos lo pasamos tan bien”.
La película salió estupendamente, como todos sabemos. Pero Huston no logró matar a su elefante.
Otro día contaré algunas historias sobre otros míticos rodajes en África: “Mogambo”, “Las Minas del Rey Salomón”…  ¿Por qué será que África acaba por convertir en mito cuanto toca?

Javier REVERTE

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