Conté ya aquí el final del viaje, aquella llegada a Cape Agulhas. Las emociones de un final, de tanto hecho y visto, pero no conté Sudáfrica. Y de lo turístico haré un breve resumen: la costa occidental, Western y Northern Cape, siempre me han parecido las dos provincias más bellas del país. La del norte es un desierto inmenso que cuenta con dos secretos para la aldea global: Augrabies Falls y Parque Nacional Kgalagadi. Dos maravillas por eso, por secreto, por vacíos comparados con otros lugares de este país.
La más al sur, Western, cuenta con la casi perfección de Ciudad del Cabo y su costa salvaje, una de las más bellas que vi en el planeta. Salir de la gran ciudad camino a Camps Bay y desde allí dirigirse a Hout Bay y Chapman´s Peak para luego alcanzar Cape Point era casi una droga los tiempos que viví allí (2010 y 2011). Y aunque no me gusta Cabo de Buena Esperanza por estar siempre lleno de gente y haber domado en exceso un lugar que se llamaba anteriormente Cabo de las Tormentas, toda la península del Cabo y especialmente Cape Agulhas, el punto más al sur del continente, son un lienzo de mar partiendo tierra y piedras sin compasión.
Sudáfrica se lleva leches de todos por estar en tierra de nadie
Pero hoy quiero decir algo que repito en algunas ocasiones como un desahogo, por justicia. Siempre que entro en Sudáfrica pienso que debe ser jodido ser de este lugar. Y lo es, sé que lo es. Porque Sudáfrica se lleva leches de todos por estar en tierra de nadie. No es un país rico cuando se codea en la mesa con los países ya desarrollados, ni si quiera tiene hueco entre el selecto club de los emergentes en el que es el hermano pobre.
Y para el turista, sin embargo, Sudáfrica es muy desarrollada, demasiado para sus fotos con amigos en las que enseñar que el tiene un compromiso moral con la miseria y el ayer. No hay tribus, ni carreteras de barro en las que presumir de que el coche se quedó parado, ni chozas de cañizo en las que se acumulan vidas sin agua ni luz. Y hay pobreza, mucha, pero esa está en ciudades que el turista ha escuchado que son peligrosas y es una pobreza horrenda, sucia y fea que queda fatal en los marcos del salón. Y entonces escuchas eso de que Sudáfrica no es África porque África es primitiva y rural. Y entonces Sudáfrica no tiene un lugar en que asentarse.
Es el país menos racista de África
Y yo, que terminé aquí un viaje que cruzó África de norte a sur, pienso que ojalá Sudáfrica sea el camino. Porque pese a lo que se diga y a su terrible pasado, es el país menos racista de África. Aquí viven, con muchos problemas y tensiones, pero viven, negros, mestizos y blancos. Sólo en Sudáfrica, y en esos porcentajes, esto es un experimento posible. Aquí se lanzó un mensaje por el inigualable Mandela de convivencia que es único e intransferible y que conviene ir al lugar de origen a escucharlo. Aquí hay una cierta clase media que crece, lenta, pero crece, en el que poco a poco los colores se van difuminando. Lento, muy lento, pero el movimiento es positivo y constante aunque haya tanta corrupción y tanta injusticia por arreglar.
Y pasaba por la N2, a las afueras de Ciudad del Cabo y me entristecía al ver las township de Khayelitsha, Guguletu y Langa. Miles de chabolas miserables acumuladas unas sobre otras como entonces. “Joder, nada cambio en estos casi tres años”, me decía justo cuando descubrí hileras de casas nuevas, grandes, de cemento y con paneles solares. Pocas, deben ser más, y a la vez también muchas, porque antes no había ninguna.
Sudáfrica es mi país en África, el que más quiero. Creo que en parte es porque me molesta el desprecio de los viajeros a este lugar como ejemplo del continente. Nunca me interesó el mensaje de que África deba ser barro y mopane por mucho que me enloquezca el mopane y el barro. Sudáfrica es un ejemplo, mi ejemplo, y un perfecto final para quien cruzó en cuatro meses 25 países. Lo es porque Sudáfrica es más ayer, hoy y mañana que nadie.