Y quería saltar del coche, correr ladera abajo, reir, tocar a los animales, encender una hoguera y pasar allí la noche conversando con ellos, borrachos, cantando canciones de nuestra tierra. Pero me fuí porque pensé que quizá las hienas y leones tendrían otros planes, por falta de cojones, por ser humano, inteligente, y carecer de instintos. Creo que si no seguiría por allí, con mi cámara ya sin batería, sentado junto a 600 ñus mientras nos hacen fotos los turistas. Feliz.