Saltos al vacío, ríos que se parten, vuelos de agua. Las cataratas no son más que accidentes geográficos, grietas, rupturas, sobresaltos... pero este caos forma tal vez el más hermoso de los desastres de la naturaleza.
El concepto de una playa vacía suele inspirarnos imágenes evocadoras de cocoteros, arena blanca y un mar en el que te ves los pies mientras buscas caracolas. Pero hoy propongo que nos alejemos de las postales clásicas y renunciemos al tópico.
Es irremediable, la imagen de un lago invita a la siesta de los sentidos, transmite paz y el espíritu inquieto de un viajero suele encontrar el sosiego en sus orillas. Los lagos son un buen punto de partida y un final hermoso.
A esa hora en que despierta el mundo. Madrugón, café y silencio: siempre compensa. Todo viaje se detiene al amanecer porque es la hora de la tregua, el momento donde el viajero entiende su paradero. Después queda el trajín de historias, la vida ajena pasando en bucle, los kilómetros de carretera...
Hoy quiero volver a las copas de los árboles, atragantarme de verde, perderme en los bosques y en las selvas, enredarme en los paisajes verticales de las secuoyas o en maleza impenetrable de las junglas. Y es tanto el mundo vegetal que vengo hoy a contaros, que no me caben en 7 destinos.
"Suele pasar. El mundo tiende a reventar en la línea del horizonte. A esa hora en que se incinera el día, cuando explota el sol, resistiéndose a la entrada de la noche. En ese momento el viajero se siente cómplice del paisaje, la carretera puede esperar. "
Piedras. Sólo son piedras yermas, montones de piedras. Es lo que nos han dejado, el legado más palpable de nuestros antepasados se mide en piedras. Y sin embargo, nos hablan también las piedras de ciudades hermosas, de pirámides imposibles, de delirios mortuorios y templos sagrados