Cien años de alpinismo (VII): Shipton, el iconoclasta al que hurtaron la gloria

Por: Sebastián Álvaro (texto y fotos)
Previous Image
Next Image

info heading

info content

Una mirada al alpinismo de entreguerras debe deternerse por fuerza en las expediciones alemanas al Nanga Parbat de 1930, 32, 34, 37, siendo la última en 1939, cuando la guerra sorprendió a los expedicionarios en la India británica y fueron hechos prisioneros. Sobre la increíble peripecia que vivieron al fugarse del campo de concentración, Harrer (uno de los vencedores del Eiger) escribiría una famosa obra llevada al cine: “Siete años en el Tíbet”.

Ya he comentado suficientemente el ambiente en el que se desarrollaron estas expediciones y que resumió el historiador Helmuth Zebhauser: “En los años treinta la ideología militar de los alpinistas se confundía con la ideología militar de los soldados”. El estilo innovador que había utilizado Alfred Mummery en esta montaña se abandonaría y, quizás por el riesgo que entrañaba la escalada de las altas montañas del Himalaya, se impondrían las expediciones jerarquizadas, muy numerosas y con abundantes medios materiales. Además, factores externos convirtieron a estas expediciones alemanas en auténticas batallas donde se dirimía el orgullo de un país.

El precio que hubo que pagar fue terrible. En el Nanga quedó sepultada la mejor generación de alpinistas alemanes

La imaginación y el atrevimiento del más grande revolucionario fueron sustituidos por la disciplina, el trabajo en equipo y la voluntad de vencer a cualquier precio. El precio que hubo que pagar fue terrible. En sólo dos de ellas, la del 34 y 37, desaparecieron 26 personas. En el Nanga quedó sepultada la mejor generación de alpinistas alemanes.

Son también destacables las dos expediciones americanas al K2, de 1938 (cuyo jefe de expedición fue Houston) y 1939, en la que Wiessner y el sherpa Pasang Dawa Lama (al que luego encontraremos con Tichy en la primera ascensión del Cho Oyu), lograron alcanzar los 8.370 mts quedándose muy cerca de la cima. También me parece importante, por la altitud alcanzada y por sus magníficos alpinistas, la expedición al Kamet (7.755 mts) de 1931 por Shipton y Smyte (ambos participarían más tarde en las siguientes expediciones al Everest). También la primera escalada, un año más tarde, del Minya Konka (7587 mts), por los estadounidenses Moore y Burdsall, una montaña grandiosa, desconocida y muy peligrosa, en la desconocida cordillera china del Hengduan. Tampoco quiero olvidarme, aunque sólo sea en tres lineas, del insólito intento de Maurice Wilson, “el loco de Yorkshire”, de escalar el Everest en solitario. Un intento, quizás demasiado “alocado”, que pagaría con su vida.

Shipton era un decidido partidario de equipos pequeños, fuertes y muy compenetrados en el Himalaya. En este sentido es uno de los que preludian los nuevos tiempos

Pero, para finalizar este periodo de entreguerras, me gustaría destacar la espléndida actividad de Eric Shipton, uno de los mejores alpinistas de estos años -junto con su compañero H.W. Tillman– en una época en la que el alpinismo en Asia siempre iba unido a la exploración y la aventura incierta, con expediciones extraordinarias al Nanda Devi en 1934, al Everest en 1933, 35, 36 y 38 (en ninguna de las cuales se logró sobrepasar la altitud de 8.570 mts, es decir, la misma que alcanzaron Norton y Somervell en 1924) y a las vertientes norte y sur del Karakorum en 1937 y 1939, realizando una magnífica labor cartográfica y exploratoria.

Shipton, que también participaría en las expediciones de reconocimiento al Everest de 1951 y al Cho Oyu de 1952, era un decidido partidario de equipos pequeños, fuertes y muy compenetrados en el Himalaya. En este sentido es uno de los que preludian los nuevos tiempos, sin apenas porteadores, cargando ellos mismos con importantes fardos a la espalda, muy ligeros de material y en terreno virgen. Quizás por ello -o también por ser un iconoclasta con un fino e hiriente sentido del humor- es por lo que a última hora sería sustituido por el coronel John Hunt como jefe de la expedición británica que en 1953 lograría ascender al Everest.

A última hora Shipton sería sustituido por el coronel John Hunt como jefe de la expedición británica que en 1953 lograría ascender al Everest

Eric Shipton terminaría sus días como montañero explorando, ya en la década de los sesenta, las montañas de Patagonia y Tierra de Fuego, logrando, entre otras muchas, las primeras absolutas de montañas tan bellas, remotas y temibles como el monte Bove y el Francés. Siempre fiel a su estilo tan ligero, que le permitía organizar una expedición en la parte trasera de una postal.

La segunda guerra mundial le sorprendió mientras estaba explorando el Snow Lake, un espléndido campo de hielo en la confluencia de los glaciares Hispar y Biafo. Probablemente, Shipton sintió algo parecido a lo que sintieron muchos alpinistas a los que, en ese momento, la vida les cambió radicalmente. Se enteraron gracias a una pequeña radio. En ese momento: “sentí por un momento como si una de las grietas se hubiera abierto bajo mis pies… ¡Cuán insensato, cuán supremamente ridículo parecía todo, en nuestro remoto y bello mundo de nieve y hielo!”.

«Nada puede alterar el hecho de que, por un solo momento, hemos realmente vivido”

Como a muchos otros alpinistas, de uno y otro bando, fue una noticia que les partió la vida. Muchos no volverían del frente. Otros lo hicieron mutilados o con la vida destrozada. El mundo ya no sería lo mismo. Sólo les quedaría lo vivido. Eric Shipton supo resumir ese sentimiento en la última frase de su libro “Por las cumbres” (3): “En estos días de subversión y de cambios violentos, cuando los valores básicos de hoy se convierten en los vanos de mañana, es cuando mejor puede apreciarse el valor de la doctrina que aconseja aprovecharse plenamente de la vida mientras hay oportunidad de hacerlo… nada puede alterar el hecho de que, por un solo momento, hemos realmente vivido”.

  • Share

Comentarios (1)

  • Francisco Po Egea

    |

    Muy acertado el retrato y los comentarios sobre Shipton. A mi también me parece, junto con Tillman, Tichy, Longstaff, que representa el verdadero espíritu del explorador y montañero. Como ellos, estoy enamorado de las montañas del Garwhal y en particular del Nanda Devi, donde aún espero volver por tercera vez.

    Contestar

Escribe un comentario