Georgia del Sur: belleza animal

Por: Raúl García (texto y fotos)
Previous Image
Next Image

info heading

info content

Recuerdo la primera vez que oí el nombre de estas islas. Una charla de sobremesa en la que un amigo me habló de animales que yo únicamente había visto por televisión. Desde pequeño me ha gustado la geografía, pero no tenía ni idea de dónde estaba Georgia del Sur. Mis amigos Óscar y María fueron los que me dieron a conocer este magnífico lugar. Georgia del Sur y Sandwich del Sur, que es como realmente se llaman, pertenecen a la Corona británica y están situadas a 1.080 km al sureste de las islas Malvinas.

Embarqué en un primer avión desde Mallorca a Madrid; el segundo me llevó a Santiago de Chile y allí cogí otro hasta Ushuaia. En el puerto de esta ciudad estaba atracado el Endeavour, un barco con el distintivo de National Geographic que me llevaría a Georgia del Sur pasando antes por Malvinas.

Un amigo me habló de animales que yo únicamente había visto por televisión. Desde pequeño me ha gustado la geografía, pero no tenía ni idea de dónde estaba Georgia del Sur

Tras varios días de navegación en el Endeavour, arribamos a estas islas inglesas donde la vida se hace muy difícil. El clima frío y húmedo, la temperatura que sólo en enero puede llegar a los 15º y el aislamiento social (las habitan apenas unas 2000 personas en 12.000 km2) hacen de Malvinas un lugar donde sólo algunos pueden acostumbrarse a vivir.

En Georgia del Sur, deshabitada a día de hoy, con una orografía abrupta, las montañas se elevan hasta casi los 3.000 metros sobre el nivel del mar. Nieves perpetuas decoran las faldas y las cimas de los espectaculares picos. Los glaciares serpentean por las laderas de las montañas llegando hasta el inmenso océano. Líquenes y musgos forman un paisaje verdoso cuando las nieves no cubren por completo el suelo. Pero Georgia del Sur no es conocida tanto por su geografía, sino más bien por la cantidad de animales que habitan sus islas y por ser lugar de apareamiento y cría de cientos de miles de pingüinos rey.

Nieves perpetuas decoran las faldas y las cimas de los espectaculares picos. Los glaciares serpentean por las laderas de las montañas llegando hasta el inmenso océano

El pingüino rey es una de las tantas especies que podemos divisar en este paraje. Está catalogado como el segundo pingüino más alto, después del emperador. Habitante habitual en las islas subantártidas, este increíble animal puede nadar cientos de kilómetros para conseguir traer la comida a sus polluelos. Mientras los padres van en busca del preciado calamar, base de su alimentación, el pequeño pichón se queda en tierra emitiendo un sonido particular que indica a sus progenitores dónde está su hijo. De otra manera sería, muy difícil que los encontraran. Su mayor reto es conseguir volver a tierra firme para dar de comer a sus crías. Las orcas y las focas leopardo están bajo esas oscuras y frías aguas que los pingüinos deben explorar para pescar calamares.

Permanecí sentado en la orilla de la playa admirando sus pequeños cuerpecitos vestidos de frac. Permanecían atentos a mi presencia, pero después de cinco minutos empezaron a sentirse cómodos y se acercaron curiosos. Imagino que sorprendidos de que el animal que hace medio siglo los aniquilaba se limite ahora a observarlos.

Permanecí sentado en la orilla de la playa admirando sus pequeños cuerpecitos vestidos de frac. Atentos a mi presencia, después de cinco minutos empezaron a sentirse cómodos y se acercaron curiosos

Además de los pingüinos rey, podemos ver a los pequeños gentoo, los mafiosos macaroni, el adelie o el pingüino de Humboldt. También están los petreles gigantes, albatros de ceja negra y los agresivos skua, un ave predadora.

Los skuas se dedican a buscar carroña y a picotear a las crías de los elefantes marinos. Al contrario de lo que pudiéramos pensar, los elefantes marinos se quedan inmóviles mientras este ave picotea los ojos de las crías. Los pequeños animales ni se mueven, simplemente cierran el ojo a cada picotazo.

Podíamos soñar, caminando tierra adentro, que esos parajes no los había pisado nadie, siempre sintiéndonos observados por los animales

Como el Endeavour es un barco de 79m de eslora los desembarcos los hacíamos desde pequeñas zodiacs sin quilla. Una vez en tierra, se abría ante nuestros ojos un terreno inexplorado. En la mayoría de los desembarcos no había restos de civilización, a excepción de Stromness, Leith y Husvik, antiguas estaciones balleneras que los noruegos usaron desde 1910 hasta 1931. Podíamos soñar, caminando tierra adentro, que esos parajes no los había pisado nadie, siempre sintiéndonos observados por los animales.

Había días que me los pasaba subiendo colinas y disfrutando de las magníficas vistas, teniendo en cuenta a los lobos marinos, que si en el agua se mueven a gran velocidad, en tierra nos pueden alcanzar si nos despistamos. Cada mañana nos daban una charla sobre lo que íbamos a ver y siempre nos recordaban la peligrosidad de este animal. La pauta a seguir si uno de estos se acercaba era chocar dos piedras y dirigirnos hacia ellos. Así conseguíamos que se mantuvieran a una prudente distancia. Os puedo asegurar que funciona.

Otros días me bastaba sentarme en la playa, completamente solo, y dejar que los atrevidos pingüinos se acercaran a curiosear. Podía tenerlos a mi lado mirándome, realmente cerca. Si hubiera estirado el brazo los abría tocado.

Otros días me bastaba sentarme en un trozo de playa, completamente solo, y dejar que los atrevidos pingüinos se acercaran a curiosear

Las playas son territorio de los elefantes marinos, enormes animales de más de cuatro toneladas de peso y seis metros de longitud en el caso de los machos (las hembras, sin embargo, alcanzan los 900 kg y casi cuatro metros). Esta zona la comparten con los pingüinos porque la mayoría solo utilizan la orilla para entrar y salir. Las pingüineras suelen estar a cientos de metros de la costa.

Cuando supe de Georgia del Sur pensé que sería inalcanzable, un destino imposible para la mayoría en la que me incluyo, pero a los pocos años, tuve la increíble oportunidad de visitarlas. Siempre he pensado que una de las cosas más gratificantes es cumplir los sueños, y con este viaje he cumplido uno. ¡Nunca dejes de soñar!

  • Share

Escribe un comentario