Vuelven como relámpagos las imágenes de aquellos días, retazos de aventura, paisajes del mundo. Trato de construir el mural de sensaciones, pero resulta imposible ordenar el caos de un viaje de dos años, porque no está hecho el corazón para albergar tantas emociones.
Va pasando el tiempo y mi memoria empieza a mezclar catedrales y elefantes, selvas y mezquitas, precipicios y amaneceres. Conviene alejarse de la felicidad conclusa, para evitar nostalgias y emprender caminos nuevos, pero a veces, no hay remedio, me abordan sus estampas y sueño con los inviernos perpetuos, con los árboles gigantes, con los hombres del desierto, con la paz de la carretera.
Resumir la vuelta al mundo es una quimera. Prefiero dejarme seducir por su desorden y poner música a mi alegría.
Resumir la vuelta al mundo es una quimera. Prefiero dejarme seducir por su desorden y poner música a mi alegría. Hoy quiero ser un espectador, olvidar mi propia presencia y contemplar el planeta como un escaparate de maravillas. Nosotros sólo compramos experiencias, somos mercaderes de imágenes y testigos de lo que está ahí desde siempre. Es el camino el que nos ofrece la oportunidad de ser viajado, a la carta, con la libertad que ofrece una brújula de 360º.
Y así, Europa nos ofrece un surtido de plazas, porque este continente hay que caminarlo por calles empedradas, mirando hacia arriba, a sus fachadas que nos van contando la historia de los hombres.
En Asia todo es infinito, como sus desiertos y sus lagos sin fondo. No hay soledad más hermosa que la de las estepas de Mongolia. En los confines de Kamchatka hallamos sus volcanes y sus caminos de hielo entre la bruma y acto seguido buceamos en el mar de luces en la noche de Corea.
No hay soledad más hermosa que la de las estepas de Mongolia.
América lo tiene todo, desde las playas violentas de Alaska a los glaciares del sur. Es un continente visceral, que alterna cañones sin mesura, cordilleras, templos mayas, rascacielos, laberintos de selva y la tregua del Caribe. Ofrece el vértigo de Canaima en Venezuela y el tequila en las calles mexicanas. Hablar de sus contrastes sería un eufemismo. América aspira a ser el mundo entero.
Africa es imposible, tal vez porque es de otro tiempo, de una era en la que no se domesticaban los paisajes. En sus ríos viven los hipopótamos y en sus orillas se levantan pirámides y aún bailan los masai entre la cerca de espinos de acacias.
Y hasta la Antártida existe. Tuvimos el privilegio de hollar sus islas de nieve, sus elefantes marinos y sus pingüinos, para recordar que La Tierra continúa al sur del sur de un mapamundi.
Africa es imposible, tal vez porque es de otro tiempo, de una era en la que no se domesticaban los paisajes
La locura no se puede explicar y el mundo no tiene sentido si se cuenta en tres minutos, pero me parecía tentador, al menos, intentarlo.
“On top of the world” es el título de la canción que acompaña al vídeo de este artículo. Tal vez me siento así, “en la cima del mundo”, por el hecho de haberlo retratado. Hoy me empacho de imágenes que no se pueden digerir, no tengo mucho control, confieso. Me lleno de paisajes y me emborracho de ríos y de mares. Me sentará mal, lo sé, pero me recuerdan que estoy vivo.
Y a la hora de la siesta inventaré destinos diferentes. Ya tengo preparado el equipaje y casi puedo oler a mar. Nos dejamos Oceanía, pienso, y casi consigo atisbar las islas del Pacífico. Y me quedo dormido pensando en lugares que no conozco, aún.