Amundsen-Scott: duelo en la Antártida

Dos grupos de hombres de diferentes países, culturas y preparación, liderados por dos jefes con concepciones muy distintas del liderazgo y de la exploración, tomaron parte en un duelo épico que se desarrolló en la región más fría, desolada y yerma del mundo conocido: la Antártida

En la historia de la exploración no ha sido rara la competición entre hombres y naciones por ser los primeros en llegar a un punto singular del planeta. Frecuentemente la lucha se mantenía por décadas, incluso siglos, hasta que alguien se alzaba con el anhelado trofeo de haber alcanzado lo que hasta entonces era inalcanzable.

Sin embargo, pocas veces se ha dado el caso de que dos grupos de hombres se lanzasen a la competición de forma tan coordinada que bien parece que hubiera existido un juez que hubiese disparado el pistoletazo de salida y mucho menos que enfrentasen el último gran desafío que le quedaba al ser humano sobre el planeta: la conquista del Polo Sur.

Mucho menos que enfrentasen el último gran desafío que le quedaba al ser humano sobre el planeta: la conquista del Polo Sur

Esto fue lo que ocurrió precisamente hace ahora 100 años, dos grupos de hombres de diferentes países, culturas y preparación, liderados por dos jefes con concepciones muy distintas del liderazgo y de la exploración, tomaron parte en un duelo épico que se desarrolló en la región más fría, desolada y yerma del mundo conocido: la Antártida.

Y como en los duelos, también éste terminó tristemente con la muerte de uno de los dos protagonistas

Un duelo entre ellos dos, Amundsen y Scott, un duelo contra una naturaleza inmisericorde que no iba a perdonar la más mínima equivocación y un duelo contra sí mismos, que llevó al límite tanto su capacidad de organización como su propia resistencia física contra los elementos. Y como en los duelos, también éste terminó tristemente con la muerte de uno de los dos protagonistas.

La carrera que transcendió a su tiempo

Si bien cualquier acontecimiento significativo de la historia de la humanidad ha llevado asociado una lógica repercusión en la sociedad, la aventura de la conquista del polo Sur llevaba implícita unos ingredientes tales que, ya desde el primer momento, desbordaron cualquier previsión.

Así, cuando todavía se desconocía la suerte de Scott (la noticia de la tragedia de los británicos llegó casi un año después de la del éxito de los noruegos) Amundsen recorría el mundo entre recibimientos multitudinarios, mientras los derechos para publicar su libro batían todos los records. Y todo esto palideció ante el impacto emocional que recorrió el mundo occidental, y lógicamente Gran Bretaña, al conocerse la suerte de Scott.

A partir de aquel momento se sucedieron las opiniones, los libros y los estudios para tratar de explicar las razones que llevaron a la victoria de los noruegos y, sobre todo, las causas del desastre de los británicos. Todo ha sido analizado una y otra vez: la vestimenta, la nutrición, los equipos, la organización, los métodos de transporte, las formas de liderazgo…y todavía ahora, cien años después, se sigue debatiendo apasionadamente sobre todos estos temas.

Amundsen versus Scott

Las figuras de los dos líderes se han convertido en antagónicas y el mundo se ha dividido entre partidarios de Amundsen y seguidores de Scott, acumulando cada bando argumentos para menospreciar los éxitos de su rival. Y como no podía ser de otra manera, también en este contexto de rivalidad se han ido multiplicando los tópicos. Así la carrera se reduce a la correcta elección del método de transporte: perros o caballos, cuando en el mejor de los casos Scott no confiaba en poder utilizar caballos más que en la cuarta parte del recorrido total.

Así la carrera se reduce a la correcta elección del método de transporte: perros o caballos, cuando en el mejor de los casos Scott no confiaba en poder utilizar caballos más que en la cuarta parte del recorrido total.

Igualmente, se ve en Scott al hombre occidental que con su nueva tecnología quiere conquistar la naturaleza, al tiempo que se asocia a Amundsen con los métodos tradicionales de adaptación del hombre a la naturaleza, que si bien en parte es cierto, también lo es que Scott seguía la línea más tradicional del método occidental de exploración polar: tirar uno mismo de su trineo, mientras que Amundsen representaba la corriente más moderna entre los exploradores que proponía el utilizar a los perros para este menester.

La última gran aventura

Y de esta forma, con la soberbia intelectual del hombre del siglo XXI, seguimos, señalando -con mayor o menor acierto- equivocaciones en uno o en otro, sin darnos cuenta de que según nos distanciamos del momento en que se desarrollaron los acontecimientos más nos alejamos de la posibilidad de comprenderlos. Así, los detractores de Amundsen suelen acusarle de una crueldad sin límites con los perros, pero claro, para una sociedad urbana como la nuestra, donde los animales domésticos son casi objeto de devoción, nos es muy difícil, si no imposible, el comprender el pragmático comportamiento que el mundo rural de hace un siglo tenía con los animales.

Igualmente, para una población acostumbrado a la utilización del GPS hasta para desplazarse por las calles de su propia ciudad, que dispone de comunicaciones vía satélite incluso en el lugar más remoto del planeta, y que en caso de una emergencia sabe que puede contar con los cuantiosos recursos que la sociedad pone a nuestra disposición, se nos hace difícil imaginar el reto que enfrentaron aquellos expedicionarios.
Sin mapas y sin previsión meteorológica se internaban casi a ciegas en un mundo completamente desconocido. Sin apoyo exterior tan sólo dependían de ellos mismos para hacer frente a todos los imprevistos que les surgieran. Sin comunicación posible tenían que soportar impotentes las consecuencias de sus propias equivocaciones o de la mala suerte, que de todo hubo.

Sin mapas y sin previsión meteorológica se internaban casi a ciegas en un mundo completamente desconocido

Todo esto es lo que nos aleja inexorablemente de poder dimensionar en su auténtico valor la proeza que aquellos hombres llevaron a cabo y que no volvió a ser repetida hasta casi medio siglo después y el equipo que repetía la marcha hacia el polo Sur lo hizo a bordo de vehículos motorizados, con apoyo aéreo para localizar la ruta más adecuada y con la omnipresencia de las comunicaciones que les mantenían unidos al resto del mundo.

Por todo esto, y por algunas cosas más, creo que fue justo que aquellos dos grupos de hombres, que hace un siglo enfrentaron el desafío de conquistar el polo Sur, merecieran, pese a que uno de ellos perdiese la carrera, el alcanzar la gloria.

Javier Cacho, científico  y escritor autor de “Amundsen-Scott: duelo en la Antártida”

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