Aviso a los lectores: este artículo está acompañado de una inusual cantidad de datos y cifras sin los cuales considero que es difícil entender la magnitud de los bombardeos que aquí se describen.
Cada 8 minutos caía una bomba en Laos. Así durante 9 años. Lanzaron 270 millones de bombas racimos, dos toneladas de munición por cada laosiano. Y Laos ni siquiera estaba en guerra.
Entre 1964 y 1973, Estados Unidos lanzó más bombas en Laos que en toda la Segunda Guerra Mundial. Pretendían cortar el suministro vietnamita atacando al vecino y así, Laos se convirtió en el país más bombardeado de la Historia y esa historia aún es visible en las calles de Phonsavan, cerca de la frontera con Vietnam. Fue sin duda el lugar más castigado de Laos por su situación estratégica en el conflicto de la llamada “Guerra de Vietnam”.
Laos se convirtió en el país más bombardeado de la Historia y esa historia aún es visible en las calles de Phonsavan
Tardamos muchas horas en alcanzar esta ciudad. En realidad, pretendíamos seguir camino, pero en ocasiones el viaje viene a buscarte a ti. Las calles de Phonsavan se habían poblado de puestos de frutas y hortalizas. Una mujer cortaba el pelo a un cliente en la acera, los coches circulaban sin prisa. No es un lugar con gracia, nada llama la atención en las cuatro calles alejadas de todo gran destino turístico. Pero es que Phonsavan no existe. Es un recuerdo de otra ciudad que sencillamente se volatilizó. Cualquier cimiento, ladrillo o fachada visibles en esta localidad se levantó después de la guerra, pues allí no quedó nada, absolutamente nada. La ciudad fue reducida a polvo por los estadounidenses. La inquina obsesiva con la que atacaron este lugar carece de cualquier sentido militar, estratégico, y desde luego, ético.
Además del pánico, el enemigo sembró minas antipersonales que mataron o hirieron a otras 50.000 personas, en un país considerado neutral. Eso durante esa guerra que no era suya, ya que otros 12.000 laosianos han sido víctimas de las minas tras el fin del conflicto. Hoy, 42 años después, siguen constituyendo una masacre y las estadísticas hablan de 300 muertes anuales, muchas de ellas en las proximidades de Phonsavan.
Además del pánico, el enemigo sembró minas antipersonales que mataron o hirieron a otras 50.000 personas
El 30% de las bombas no llegaron a explotar, lo que aún constituye un número indecente de artefactos que rodaron por ahí, en los patios de las casas, en las calles, en los colegios, por todas partes había agujeros, boquetes gigantes, metralla o bombas sin explotar. Y esas bombas, sean de racimo, morteros, obuses, granadas o qué sé yo el nombre de las diferentes bombas, hoy decoran los hoteles, los museos y las casas privadas de los habitantes de Phonsavan.
Nuestro hotel era un lugar modesto pero la recepción estaba llena de bombas. Los floreros de los restaurantes o las macetas de las casas son casquetes de artefactos estadounidenses. Algunas bombas de mayor tamaño se exhiben por sí solas como ornamentos sin los cuales Phonsavan no sabe ya contar su historia.
Los floreros de los restaurantes o las macetas de las casas son casquetes de artefactos estadounidenses
Resultaba abrumadora la convivencia de sus habitantes con el horror de sus ancestros, pero tal vez la memoria se afronta mejor convirtiendo los morteros en recipientes para las flores.
La llanura de las jarras
Muy cerca de Phonsavan se extiende una planicie que tampoco se puede explicar. Nadie ha sabido encontrar respuesta al por qué de las piedras que aparecen dispersas en la llanura. Hay cientos, miles de ellas. Son jarras enormes, algunas de hasta tres metros de diámetro. Piedras de granito talladas desde cinco siglos antes del nacimiento de Jesucristo.
Como suele suceder con los misterios arqueológicos, las teorías científicas compiten con las leyendas, que tienen mucha más gracia. Me saltaré las primeras para contaros que la verdad, lo que sucedió realmente aquí es que en Laos hubo un pueblo de gigantes hace mucho tiempo. Y eran fieros estos gigantes que tuvieron que combatir con otra tribu de hombres también enormes. Pero nuestros gigantes ganaron la batalla y el rey, que se llamaba Khung Cheung , y que era un gigante crápula y fiestero, decidió que había que celebrar aquel triunfo. Así pues, ordenó tallar las jarras para que los soldados pudieran brindar con el licor de arroz. Y así fue cómo aparecieron tiempo después las jarras, los restos de un verdadero macro botellón.
Y así fue cómo aparecieron tiempo después las jarras, los restos de un verdadero macro botellón.
El problema es que como los hombres más pequeños y más mezquinos, mucho tiempo después bombardearon toda la zona y plantaron minas para que otros hombres, que no estaban ni en guerra ni nada, impidieran el paso de sus vecinos y así poder ganar una guerra que después, además, perdieron, pues bien, por todo eso, la llanura de las jarras de los gigantes es hoy el lugar arqueológico más peligroso del mundo.
Nosotros vimos los boquetes junto a las jarras que no eran pisadas de gigantes como quería creer, sino detonaciones de bombas y vimos cómo los carteles anunciaban el fin de un camino, porque más allá, bajo la tierra siguen enterradas las minas y allí mueren de vez en cuando, ¡hoy! los lugareños que despistan el paso.
la llanura de las jarras es hoy el lugar arqueológico más peligroso del mundo.
Hay muchos emplazamientos con jarras, pero sólo unos pocos accesibles. Hasta en eso, Phonsavan ha quedado marcado, sin acceso a gran parte del tesoro arqueológico que el tiempo quiso regalarles.
Hay lugares en la Tierra con los que se ceba la adversidad, ciudades como Phonsavan, con los descendientes de aquellos hombres que esquivaban bombas y que ahora circulan despacio por las calles, abren sus mercados o se cortan el pelo en las aceras. Quizá no es un lugar con demasiada gracia, pero ellos, más que nadie, merecen vivir en paz.