Un fabuloso texto de 2013 de Juan Ramón Morales que nos introduce en el enigma que es el Líbano y la brújula que es Baalbek, siempre Baalbek.
Líbano: las sombras de Baalbek
Acabamos de cruzar dos mundos. Atrás, un paisaje de encinas y olivos, de vides y de bazares a cielo abierto, siempre con la brisa del Mediterráneo escondida tras cada esquina. Delante de nosotros el paisaje cambia, un verdor distinto, montañas nevadas al fondo y un valle eterno donde el trigo maduro serpentea con el viento.
Descendemos el Monte Líbano camino de valle de la Bekaa´. Un nombre clásico entre los clásicos, aunque más conocido hoy en día como sinónimo de violencia, de guerra, de conflicto enquistado en el tiempo. La carretera por la que nos movemos sólo es usada por traficantes de heroína; jóvenes con coches deportivos, acompañados de amigos de sonrisas forzadas, trepan por una carretera insoportablemente estrecha, asomando fusiles automáticos por las ventanillas de la manera más natural del mundo. Algunos pastores y poco más, aparte de nosotros, en el camino a Baalbeck, nombre mágico, faro de viajeros a estas regiones durante siglos y antes de legionarios, de peregrinos, de cruzados….Baalbeck.
Jóvenes con coches deportivos, acompañados de amigos de sonrisas forzadas, trepan por una carretera insoportablemente estrecha, asomando fusiles automáticos por las ventanillas
Ya en el valle nos detenemos un momento junto a una antigua posición siria bombardeada, destripada, sembrada de amapolas rojas entre los hierros retorcidos de un depósito de agua lleno de herrumbre. El sol se pone, una luna roja se alza tras el Monte Hermon y las alturas de Siria, a solo unos kilómetros de Damasco, donde la guerra civil germina con la sangre de inocentes. La misma que ha bañado esta tierra durante cientos, quizá miles de años. Volviendo al coche, dos hombres nos llaman. Barbas pobladas, la frente herida de las múltiples postraciones del musulmán devoto, miradas desconfiadas. Y uno de ellos nos ofrece un vaso de agua del rio, fresca como las nieves del Líbano. Y con el ezaan de fondo, toda sospecha se desvanece de camino a la ciudad soñada. Baalbeck
Centro de peregrinación durante siglos, los templos de Baalbeck, el mayor templo clásico jamás construido, nunca fueron terminados. Comenzado quizá sobre construcciones fenicias o arameas, primero griegos y después romanos, engrandecieron de un modo colosal el conjunto. El «templo pequeño», quizá el edificio clásico mejor conservado que existe, es mayor que el Partenón. Las columnas que aún quedan alzadas del Gran Templo son casi el doble de altas y muchas de las restantes sostienen los techos de Hagia Sofia en Estambul o la Gran mezquita de Damasco, haciendo gala del mestizaje que siempre ha llevado por gala la región.
El «templo pequeño», quizá el edificio clásico mejor conservado que existe, es mayor que el Partenón
Nos alojamos en el Hotel Palmyra, en las mismas habitaciones por donde un día pasaron Agatha Christie, Gertrude Bell, T.E Lawrence, Pierre Lotti….Habitaciones decimonónicas y servicio a la par; rostros tan arrugados que identificamos en viejas fotos junto a Grace Kelly o el Sha de Persia. Sin luz eléctrica, sin agua caliente, pero con uno de los restaurantes más añejos que he visto y con el mejor «lemon ma nanaa» que he probado….
Desde una de estas habitaciones, uno de mis autores de viaje preferidos, Robert Byron, contempló la luna sobre Baalbeck. Con un pequeño cuaderno saltó la verja que delimitaba los templos, a medio excavar entonces, y se perdió entre las sombras de las enormes columnas de mármol, persiguiendo sus propios fantasmas, de camino a describir otros templos perdidos al pie del Hindu Kush afgano. Unas páginas llenas de lirismo que Chatwin menciona más de una vez y una experiencia que trató de emular, puede que hasta realmente……
Y así, tras la cena, tras el único vaso de la única botella de whisky del valle, saltamos la verja de los templos bajo la luna llena
Y así, tras la cena, tras el único vaso de la única botella de whisky del valle, saltamos la verja de los templos bajo la luna llena. Olor a piedra vieja, a hierba mojada, chirriar de grillos y de pasos imaginarios entre las sombras, reales y soñadas, de un lugar irreal. Caminamos por las avenidas que vieron a Zenobia ofrecer sacrificios al Júpiter semita, donde se mezclaron caravanas árabes, nabateas, egipcias….Y al fondo, una sombra muy real, alargada bajo la luz de la luna, nos grita, nos llama y corre hacia nosotros. Es ridículo correr, así que esperamos que nos alcance.
Un miliciano de no más de 15 años nos mira con nerviosismo, el subfusil al hombro y el cigarrillo colgando de sus labios, sin saber qué hacer. Nos miramos en silencio, tensos, esperando algo, no sé el que. Y en estos casos, como siempre, es la casualidad más absurda la que rompe el hielo, cuando en su teléfono móvil suena el himno del Barca. Nos echamos a reír y él nos sigue. «Espanyol na?». Espanyol, espanyol….Y por señas y nombrando a los nuevos dioses, esta vez Messi o Xavi….recorremos las sombras de un sueño que se alargan en la noche cálida de Baalbeck. Baalbeck. Siempre Baalbeck.