Tánger: tan cerca y tan lejos

Por: Israel Alvarado
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“Treinta radios convergen en el buje de una rueda,
y es ese espacio vacío lo que permite al carro cumplir su función”

(Tao Te Ching, Lao Tse, XI)

El centro de la Medina de Tánger contenía en su tiempo el espíritu de libertad.
Con la perspectiva que da estar situada entre varias aguas, así ha contemplado el paso de los siglos, el paso de pueblos, políticas y culturas.

Siendo una de las columnas que juntan (y a veces separan) a dos continentes, es una tontería no darle la importancia merecida a esta ciudad fascinante.

Porque fascinante la consideraban numerosas personalidades de las artes: pintores (como Delacroix y Matisse), escritores (como William Burroughs y Jack Kerouac) se dejaron seducir por ella.

Del aire cosmopolita algo se respira. Pero lo que me sigue chocando es que estando tan cerca de la Península, de Europa, tengamos formas de vivir tan alejadas.

Lo que sorprende, no obstante, es el efecto frontera que se percibe en estas ciudades. ¿Frontera de religión? Puede ser. Pero, en todo caso, frontera

Sí que es verdad que labores que se hacían en España, hasta no hace mucho tiempo, como tener un horno común a todos los vecinos de la redonda, se siguen conservando aquí; por lo menos dentro de la Medina y me imagino que en los barrios más humildes.

Y también es lógico pensar que hay costumbres, como tomar un baño en un hamman, o tomar té con hierbabuena, por ejemplo, que son propias de una cultura y ostensibles para cualquiera.

Ese choque de “civilizaciones” tiene, en lugares como éste, su reflejo en forma de cierta tensión superficial que los viajeros palpan enseguida

Lo que sorprende, no obstante, es el efecto frontera que se percibe en estas ciudades. ¿Frontera de religión? Puede ser. Pero, en todo caso, frontera.

Artificial de una parte, pero de la otra muy real. Sin duda poco natural, porque choca.
Y ese choque de “civilizaciones” tiene, en ciertos lugares como éste, su reflejo en forma de cierta tensión superficial que los viajeros palpan enseguida.

¡Esos pocos kilómetros que hay entre ambas costas! (…). Incluso en días despejados y con unos prismáticos, desde Tarifa se puede ver la Medina. Y de noche, las lucecitas de Tánger nos recuerdan lo próximos que estamos.

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Comentarios (3)

  • Juan Antonio Portillo

    |

    Me has traído a la memoria una escapada que hice a Tánger el día 6 de enero de este año, como regalo de reyes. Nunca había estado en Marruecos, y fue en esa ciudad donde se me activó el deseo de seguir conociendo este país. Conocí a un personaje muy peculiar, Bashir, que por ¿casualidad? apareció en el camino para enseñarnos todos los recovecos de la ciudad y regalarnos sus conocimientos a todos los niveles.
    Como bien dices, Israel, tan lejos y tan cerca. Dos culturas que por su cercanía se entremezclan y por su lejanía se atraen. Gracias.

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  • Israel

    |

    Gracias a ti Juan Antonio por tu comentario…
    Tengo que añadir un dato: en el centro de la Medina de Tánger, en una de las plazoletas, había en su tiempo una jaula con un montón de pájaros. No sé si seguirán allí, pero me pareció una buena metáfora y un buen motivo para escribir unas lineas.
    Un saludo, y aprovecho para felicitar a todos los que colaboran con VaP.

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  • raul

    |

    Me inspira este relato como si de un cuadro de pintura se tratara

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