El fantasma del leopardo

Leopardo con sus dos crías. South Luangwa, Zambia. Javier Brandoli

Puede que el leopardo sea el animal más fascinante de la sabana. No creo que lo sea sólo por su belleza de gato pulido, de depredador siempre camuflado. El leopardo es un enigma porque es de todos los felinos africanos el más difícil de contemplar. Mi primer año en África, lo conté en esta revista en 2010, no conseguí ver uno hasta el último parque, Lago Mburo, de aquella larga ruta entre Sudáfrica y Uganda. Eso hizo que yo convirtiera al felino en un mito. ¿Por qué nos volvemos locos por los leones, guepardos o rinocerontes? ¿Es más bello un león que un impala o una cebra? No lo es, pero a los felinos cuesta mucho verlos, mientras que a las cebras e impalas uno las observa por miles. No hay un gusto estético en esa fascinación, hay la regla universal humana de añorar lo que no se tiene.

Y lo que menos se tiene es al leopardo. Así que aquel mayo de 2014 que conducía el coche por South Luangwa, en Zambia, me quedé mudo ante aquella escena. Mi amigo Vítor, a mi lado, tampoco daba crédito. La mamá leopardo caminaba de frente a nosotros junto a sus dos crías. Estábamos solos. Ellos y nosotros. Los cachorros correteaban. La madre los controlaba, nos controlaba. Y nosotros sonreíamos. Contemplábamos un fantasma de la sabana. Cuando desaparecieron entre los arbustos nos abrazamos como si celebráramos un gol. Así son los safaris en la sabana.

Notificar nuevos comentarios
Notificar
guest

0 Comentarios
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
Tu cesta0
Aún no agregaste productos.
Seguir navegando
0