El marrón de reencarnarse en hormiga

La altura reduce el nivel de oxígeno y complica los movimientos. Al principio es imperceptible, pero luego se va notando cada vez más. El amanecer de nuestro octavo día en el circuito de los Annapurnas es abrumador.

Día 8. Bhraga-Yakharka. La altura reduce el nivel de oxígeno y complica los movimientos. Al principio es imperceptible, pero luego se va notando cada vez más. El amanecer de nuestro octavo día en el circuito de los Annapurnas es abrumador. El sol maquilla de plata los picos de la montaña. A estas horas no hay nubes. Sólo se escucha el rumor de cercanas caídas de agua. Salimos a caminar pronto, aunque la jornada de hoy es corta. A este nivel no conviene ya hacer grandes esfuerzos, y además, ya no se duerme bien.

Sin embargo, desoyendo los consejos de mi cuerpo, hoy he apostado por el riesgo, así que después de llegar a Yakharka, nuestro destino del día que descansa a 4.050 metros de altura, me he metido entre pecho y espalda un Dal Bath, que es plato tradicional de los nepalíes y lleva lentejas, arroz y verduras, y me he enrolado en una excursión a un mirador desde el que se puede ver el Chulu Peak, otra torre de casi 7.000 metros.

Los “embaucadores” han sido Javi y Sara, dos bomberos chiflados. Sara es triatleta, y está muy pero que muy fuerte. A Javi lo perdí nada más empezar, ella me esperó. Llegando al mirador, con el corazón encabritado, las vistas son espectaculares y, atención, los animales más: hay ciervos de los Himalayas, y hasta cabras salvajes con honrosa cornamenta. Y flores pequeñas en lugares impensables.

A la vuelta hemos cenado en el restaurante de un tipo fantástico, se llama Muj y vivió unos años en Estados Unidos. Él nos ha contado la historia que os prometí la semana pasada. Nos ha dicho que en esta zona de las montañas, donde son todos budistas y siguen las costumbres tibetanas, cuando una persona muere el Lama decide si esa persona es aire, tierra, agua o fuego. Y entonces, si es aire, sus piernas, brazos y pecho se le da de comer a los buitres. Porque su religión dice que el cuerpo no es nada, que lo único que importa es el alma. Así que el cuerpo se utiliza para alimentar a otras criaturas. Y se supone que si la persona ha sido mala, los buitres no se comen su carne, y se pudre.

Si el Lama decide que la persona es agua, su cuerpo se echa al río para alimentar a los peces. Si ha sido tierra, se entrega a la tierra, para alimento de los gusanos, y otros animales. Y si ha sido fuego, su cuerpo se quema, y con las cenizas se hace una pequeña estupa y las piedras se llenan de oraciones y mantras que se envían con el viento al resto del mundo.
Nos contó Muj también que la gente buena se reencarna en otros seres humanos, pero si ha sido mala, entonces se reencarnan en gusanos y hormigas, y empiezan de cero en la escala animal y tardan muchas vidas en volver a ser humanos.

ya no duermo desde hace dos días. Es uno de los peajes del mal de altura. Hay quien tiene serios dolores de cabeza, quien pierde el razonamiento y quien, como yo, durante el día está bien, pero pasa las noches en vela.

Buenas historias, que nos suenan a tan distinto y nos llevan a la cama con la sensación de estar formando parte de un sueño. Hace frío, y no consigo dormir…

Día 9. Yakharka-Thorung Pedi. La última jornada antes de la del gran desafío se puede hacer parando en el pueblo (lo de pueblo es un decir) de Thorung Pedi, que está a 4.450 metros, o llegando al Campo Base, que se encuentra 500 metros más arriba. El dilema es este: si subes más, eso que te quitas para la jornada final, pero entonces tienes que dormir más arriba, lo que es más complicado. En mi caso, lo confieso, ya no duermo desde hace dos días. Es uno de los peajes del mal de altura. Hay quien tiene serios dolores de cabeza, quien pierde el razonamiento y quien, como yo, durante el día está bien, pero pasa las noches en vela.

El paisaje ahora es casi lunar. Rocas desnudas y mucho hielo por todos lados. Es bonito también, a su manera. Cuando llegamos a Thorung Pedi, donde decidimos parar, hemos coincidido con unos superatletas que participan en un Raid de alta montaña. Les vemos llegar muertos, desfallecidos, y nos cuentan que de 44 que empezaron ya hay 12 que se han retirado. Los bomberos de mi pandilla se mezclan con ellos a charlar y escuchar historias. Hay una chica que ha tenido que volverse por el mal de altura. Ahora sí los cuerpos llegan al límite de sus fuerzas. La próxima jornada empieza a las tres de la mañana. Ya os explico a qué se debe el madrugón. La semana que viene. Si venís, coronamos juntos.

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