El refugio del Mediterráneo

Por: Javier Reverte

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Febrero es un mes extraño. Le pasa como a noviembre: los dos son meses fríos, húmedos en ocasiones, lluviosos, poco amables, sin fiestas que los alegren. Claro está que hablamos de nuestro hemisferio. No obstante, si la memoria no me traiciona, creo que tampoco es febrero un mes demasiado amable en muchos de los territorios del sur del Ecuador, porque trae interminables lluvias y calor de agobio. La Tierra es un escenario caprichoso en donde, quizás, lo conveniente sería disfrutar de la vida en la primavera y el otoño. Como solía decír un amigo mío andaluz, “el frío y el trabajo son dos circunstancias que embrutecen y conviene evitar”.

Si pienso en lugares en donde es aconsejable refugiarse mientras muere el invierno, me parece que no existe otro mejor, en mi opinión, que el Mediterráneo europeo. Y la razón no reside tan sólo en un clima en el que raramente los termómetros se despeñan, sino entre otras razones por la laxitud con que transcurre le tiempo, la belleza del mar invernal y los atardeceres luminosos de cielo lavado por el aire cargado de frescura.

Si pienso en lugares en donde es aconsejable refugiarse mientras muere el invierno, me parece que no existe otro mejor, en mi opinión, que el Mediterráneo europeo

Mire el amigo lector un pequeño listado de lugares mediterráneos a los que huir de este mes extraño de febrero. Por ejemplo, las playas salvajes del Cabo de Gata, en Almería, las elegantes poblaciones levantinas de Denia y Benicasim, el bello rincón de Port de la Selva en la Costa Brava, y ya fuera de España, Niza, Cerdeña, Palermo, Corfú, Cefalonia, Izmir y Beirut, procurando, eso sí encontrar esta última ciudad en una temporada sin guerras, cosa no tan sencilla.

Pero ya digo que no es solo el clima lo que seduce de esta geografía. El Mediterráneo es más que luz y aire benigno; el Mediterráneo es un universo en si mismo, una cultura única cuajada entre muchas patrias. Yo me siento mucho más francés que inglés, más italiano que alemán, más griego que holandés, más turco que austriaco y más sirio que checo. Si me apuran, incluso me veo antes tunecino o argelino que belga o suizo -¡qué espanto!-, y siendo como soy agnóstico, más católico que luterano, más musulmán que budista y más judío que calvinista.
El Mediterráneo también es una manera de ver el mundo, una manera laxa, amable por lo general, exenta de urgencias, hedonista y un poco fatalista. El alma mediterránea es tan escéptica como lúdica.

Por eso ha atraido y asombrado a tantos escritores de otros hemisferios: Durrell, Miller, Rilke, Byron, Keats, Mann…, una lista que se haría interminable si quisiéramos reproducirla al completo.
No obstante, amigo lector, si quieres comprender mejor este mundo, te aconsejo los libros de Fernand Braudel. Nadie ha comprendido mejor este universo.

JAVIER REVERTE

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Comentarios (6)

  • Rosa

    |

    Sí, febrero es un mes extraño y el único con el número de días cambiante, pero también es mi mes preferido quizás porque nací bajo su influencia o quizás es que habito en el Mediterráneo.

    Gracias.
    La murciana de la segunda fila.

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  • ana

    |

    Yo también soy andaluza y coincido plenamente en eso de “el frío y el trabajo son dos circunstancias que embrutecen y conviene evitar”.
    Cabo de Gata es un lugar sin par…

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  • Javier Reverte

    |

    Besos, murciana dee segunda fila

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  • Iván

    |

    Hola Javier
    Comparto el gusto por el Cabo de Gata. Uno de esos rincones maravillosos que nos quedan, espacios llenos de autenticidad y donde aún es posible perderse en un Mediterráneo demasiado explotado . Un paisaje lleno de encanto sin duda.
    Un abrazo de un lector y admirador tuyo y de Manu Leguineche
    Iván

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  • leire

    |

    Querido Javier, comparto tu pasión por el Mediterraneo y sí, febrero es un mes extraño, pero… ¿sin fiestas que lo alegren? ¿qué pasa entoncés con los carnavales?

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