Gualichu: en busca del árbol sagrado de las ofrendas

Por: Gerardo Bartolomé (texto y fotos)
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“Buenas tardes”, dije. El hombre, que había detenido su trabajo cuando vio mi camioneta entrando a su campo, me devolvió el saludo amablemente.. “¿Oyó hablar del árbol de gualichu?”, le pregunté yo. Me contestó que no, pero demostró interés en mi pregunta, intuyendo que detrás de ella había una atractiva historia. Le conté que 180 años atrás un viajero había escrito que en esa zona había un árbol sagrado para los indios y que de sus ramas colgaban ofrendas. El hombre nunca había oído sobre eso, pero juntos releímos la descripción y coincidió conmigo en que el lugar tenía que estar cerca.

El árbol en cuestión debía de tratarse de un algarrobo, ya que en la zona esa especie crece solitaria y vive por muchos años, a veces siglos. Sin embargo, el hombre dudó de que el árbol todavía estuviera en pie, porque no quedaban algarrobos muy antiguos. “Cuando empezó la siembra con tractor – me explicó– los árboles se interponían, por lo que la mayoría fueron talados”. Este algarrobo debía encontrarse a la vera del camino viejo. “Pasaba por ahí atrás”, dijo señalándome su casa. “Todavía están los huellones que dejaban las viejas carretas.”

La historia y sus personajes increíbles los fuí descubriendo a partir de pequeños hallazgos, como aquellas pocas líneas del diario de Darwin que me habían llevado al extremo sur de la planicie pampeana

Yo estaba empezando la investigación de mi próximo libro, “La conquista de Rosas”, cuya historia se centra en la época en que la Argentina guerreaba contra los indios, expandiendo su territorio. Malones, cautivas, fortines, muerte y supervivencia marcaron una guerra desigual que tuvo un final predecible. La historia y sus personajes increíbles los fuí descubriendo a partir de pequeños hallazgos, como aquellas pocas líneas del diario de Darwin que me habían llevado al extremo sur de la planicie pampeana.

Seguimos camino y, a los pocos kilómetros, un cartel avisaba de ciertos trabajos arqueológicos que se llevaban a cabo a menos de 1.000 metros de la ruta. Se trataba de los restos de la posta llamada “Primeros Pozos”, ciertamente el “First Wells” que Darwin decía estar muy cerca del algarrobo. Sin duda habíamos pasado muy cerca de donde estuvo el árbol.

En la cercana Carmen de Patagones pregunté sobre el algarrobo. El encargado de la oficina de turismo prometió averiguar. Conocía gente del museo local que podría ayudarme

En la cercana Carmen de Patagones pregunté sobre el algarrobo. El encargado de la oficina de turismo prometió averiguar. Conocía gente del museo local que podría ayudarme. Seguí mi viaje, pero regresaría a Carmen de Patagones en mi camino de regreso a Buenos Aires. Una semana más tarde, cuando volví a la oficina de turismo, el mismo joven me contó que en el museo todavía estaban buscando información del árbol, pero me adelantó: “Parece que el árbol vivió hasta hace 40 años”. Incluso alguien tenía una foto de él. Lamentablemente, recién tendría más datos varios días más tarde, cuando yo ya estaría de vuelta en Buenos Aires.

Ya muy metido en la temática de la guerra con los indios contaba en mi haber con un sinfín de historias. Como, por ejemplo, la de un viejo soldado francés que había peleado para Napoleón y había defendido su campo del malón indio con un pequeño cañón. Mató decenas de indios, pero eso no impidió que él y su familia murieran degollados. O la del pequeño hijo de cacique que se convirtió al catolicismo y fue beatificado. O también que el mismísimo Juan Manuel de Rosas, el político más importante de la Argentina de entonces, había matado con su revólver a tres jóvenes indios que se negaban a decirle dónde acampaba su tribu. Juan Manuel, que volvió a Buenos Aires con el pomposo título de “El héroe del desierto”, había establecido su campamento principal muy cerca de Fortín Mercedes, donde hoy una reconstrucción rememora un fortín de frontera con el infiel, como se les decía a los aborígenes. Para Rosas, tener información de los movimientos políticos era fundamental, por eso estableció una cadena de 23 postas durante su famosa campaña. Primeros Pozos era una de éstas.

A los pocos días de estar de regreso en Buenos Aires me llamó el joven de Carmen de Patagones. Había conseguido la foto

Más adelante pasé por otro hito indígena, la Sierra de la Ventana, que para los indios también estaba vinculada con la deidad malévola, Gualichu. Al pie de esas estribaciones se encontraba otra posta de Rosas, la Posta del Sauce, que dio nacimiento a la pequeña localidad de Saldungaray.

La Ruta 3 sigue casi perfectamente el camino de las postas de Rosas. Al ir llegando a Buenos Aires recordé que la Campaña del Desierto de Juan Manuel fracasó porque cuando él supo que los porteños lo querían de vuelta como su gobernador dejó su campaña para volver a la capital. Todas aquellas muertes y sufrimiento, de un lado y del otro, quedaron en la nada, ya que a poco de que el ejército se retiró los indígenas retomaron su territorio. Así fue que se me ocurrió que mi nuevo libro debía llamarse “La Conquista de Rosas”.

A los pocos días de estar de regreso en Buenos Aires me llamó el joven de Carmen de Patagones. Había conseguido la foto, me la estaba mandando. De mis lecturas yo había aprendido que los indios llamaban “gualichu” a todo lugar donde habían ocurrido cosas malas; y vaya si en esa zona habían ocurrido cosas malas.

Cuando me llegó la foto me maravilló que una imagen tan poco atractiva pudiera tener tanto valor para mí. Finalmente había encontrado el árbol de Gualichu.

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Comentarios (1)

  • Ignacio Schwerdt

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    Hola! tendrás la foto del árbol en la mayor definición que poseas? Me la podrías enviar por mail? Estoy haciendo una investigación sobre Gualichu como hobbie. Desde ya muchas gracias! Saludos
    Ignacio

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