Al principio me costó comprender por qué la gente local en la costa de Kenia no corría en su tiempo libre (que para la mayoría es abudante) a zambullirse en las aguas cristalinas de sus infinitas playas de arena blanca. Por qué la mayoría de los que disfrutan en la orilla diáfana y bucean entre los atolones flotantes como nubes somos gente blanca que venimos de lejos, de paise fríos con largos inviernos. He pasado largas temporadas viviendo en Inglaterra y jamás olvidaré la constante sensación de falta de luz que me oprimía cada mañana, por no hablar del frío. Por eso para mí esta luz es vital. Por eso cada vez que me sumerjo en este mar turquesa siento un insólito placer y tengo la sensación de que el universo me está regalando algo, una caricia de mar, de silencio, de paz, lejos del bullicio del África intensa que sucede apenas a un par de kilometros.
El agua salada es vida; cura las heridas, las de fuera y las de dentro.
Sumergirse en un mar esmeralda, escuchar bajo el agua el extraño sonido del universo marino, observar el incesante ir y venir de peces, estrellas, serpientes marinas, corales, erizos y algas es una especie de meditación. Tu mente se coloca en un estado de paz, absolutamente presente, sin pasado ni futuro, sólo tú, levitando sobre un mundo de colores, de brillos, de diamantes sobre el agua.
Tu mente se coloca en un estado de paz, absolutamente presente, sin pasado ni futuro
Este lujo de sensaciones está al alcance de toda la gente local, no cuesta dinero. Sin embargo, son muy pocos los que eligen disfrutarlo.
En mi ciudad, donde el invierno es largo, los días que brilla el sol sus habitantes corren con cierta desesperación a encontrar un pedacito libre en la playa donde poder extender su toalla y tirarse al sol. La gente se abarrota unos junto a otros para poder estar cerca del mar, siendo a menudo un espectáculo grotesco, un puzle humano apretujado y burlesco.
Si has nacido frente a una larga playa de agua esmeralda, quizás quieras construir tu casa lejos del mar
Pienso en eso y en por qué la gente local se aleja aquí de la playa y prefiere estar en otros lugares. La única razón por la que algunos merodean por la playa es porque hay turistas y pueden ofrecer sus servicios. Algunos venden cocos, otros ofrecen paseos en barco, otros baratijas, adornos, telas…
Supongo que hay ciertos denominadores comunes en el ser humano, y uno es el de no apreciar lo que tenemos enfrente si lo hemos tenido toda la vida. También del paraíso se puede cansar uno. Si has nacido frente a una larga playa de agua esmeralda, quizás quieras construir tu casa lejos del mar, mirando hacia el interior.
Cuando preguntas algo a un keniano y no sabe la respuesta nunca te dice que no lo sabe
Hay otras muchas cosas que me ha costado comprender del caracter africano, como por ejemplo que nunca se den respuestas concisas. Un ejemplo: el otro día pregunté a Teodoro, el muchacho que corta la hierba en el lugar donde vivo, si sabía a que hora cerraban el supermercado Nakumat. Es el único supermercado en 200 kilometros a la redonda donde se pueden encontrar ciertos productos, como agua en botellas de 10 litros. Con una linda sonrisa me aseguró que estaba abierto 24/ 7, o sea, todo el tiempo. Genial, pensé. Y alli me fuí al día siguiente a las ocho de la mañana, sentada en la parte de atras de una moto con Amid, que es quien me hace de taxista con su moto de aquí para allá. (la moto es aquí el modo de transporte más común).
Cuando llegué me encontré con que el supermercado estaba cerrado. Cuando le pregunté a Amid si sabía a que hora abrían me dijo que a las tres. ¿A las tres? ¡Qué hora más extraña para abrir un supermercado en un día laboral! Al final resultó que abrían de 9 a 21 horas. Ya he comprobado que cuando preguntas algo a un keniano y no sabe la respuesta nunca te dice que no lo sabe, nunca jamás. Te dirá lo primero que le venga en gana. Esto crea a menudo una confusión tremenda.
Hay ciertos misterios en África que un extranjero nunca podrá descifrar
Me volví loca intentando averiguar los horarios de salida de los autobuses que hacen el trayecto de Mombasa a Tanzania. Cada persona me daba una hora diferente. Increíble! Finalmente, días más tarde un amigo francés me explicó que lo que ocurría era que los autobuses nunca tienen horarios de salida, simplemente salen cuando están llenos, lo cual puede que sea a las tres como a las ocho. Pero el misterio es: ¿por qué no me dio nadie esta información? ¿Es porque temen que te vayas y no vuelvas? Hay ciertos misterios en África que un extranjero nunca podrá descifrar.
En cualquier caso, aún no he hecho el recorrido en autobus de Mombasa a Dar es Salam. Será en las próximas semanas. Mientras tanto disfruto de este paraiso de playas algodonadas que cubren el litoral de la costa de Kenia y acepto entender que hay muchas cosas que no comprendo de este continente que atrapa y embruja.