Un enorme bloque se desprendió con un rugir de trueno que retumbó en las paredes de las montañas; al caer levantó una ola que barrió la costa con fuerza y lanzó pedazos de hielo por el aire. Un grupo de turistas italianos aplaudió con fuerza y varios miraban con ojos vidriosos por la emoción de ver que la naturaleza está viva.
Estábamos frente al glaciar Perito Moreno, sin duda el glaciar más impactante del mundo. Se trata de una enorme lengua de hielo de dos kilómetros de ancho que baja de los campos de hielo sobre los Andes del sur, cortando el Lago Argentino como lo hubiera soñado Moisés al escapar de Egipto, para detenerse a pocos metros de las pasarelas donde los turistas no se cansaban de sacar fotos. Si no fuera por estas, seguramente cada tanto habría que lamentar algún muerto, ya que hasta los años sesenta más de treinta personas perecieron víctimas de las puntas de hielo que cada gran rompimiento lanzaba con fuerza impensada.
Viajé al lugar con la excusa de dilucidar si este glaciar avanzaba o retrocedía, en una zona donde, en general, el hielo está claramente en retroceso. No hace tanto de su descubrimiento y se carece de información histórica fidedigna.
Después de pasear por el lugar llevé a mi mujer al punto de partida de la caminata por los hielos. Yo no iría porque mi hijo de siete años no tenía edad suficiente; así que me quedaría con él en el bosque circundante sacando fotos de pájaros, muy abundantes por el lugar.
Hay una importante controversia sobre quien fue el descubridor de tamaña maravilla de la naturaleza. Lo obvio es pensar que lo hizo el propio Perito Francisco Pascasio Moreno, pero todo indica que no fue así. “¿Cómo que no?”, me diría alguien “¡Si sus libros lo mencionan!”. Como escritor de novelas históricas que le interesan esas pequeñas anécdotas, me dediqué a marcar en un mapa cada lugar de su recorrido que Moreno menciona en su libro “Viaje por la Patagonia Austral”. El hombre fue, sin duda, el primero en navegar el Lago Argentino, pero por más que le diera vueltas al asunto, el recorrido de Moreno hacía que fuera imposible que él hubiera visto este ni ningún otro glaciar de este lago. Sin embargo en su libro menciona ver un ventisquero (como se le decía a los glaciares en esa época) sufriendo un enorme rompimiento que liberó decenas de témpanos por las aguas. Lo único que creo cierto es que Moreno hubiera visto un témpano que le diera la pauta de un cercano glaciar pero entre su recorrido y “su” ventisquero se levantaba una cadena montañosa; imposible que lo hubiera visto. Yo ya había encontrado varias faltas a la verdad de este y de otros exploradores, por lo que no me llamaba la atención. ¿Pero por qué mintió? Seguramente era una de sus “mentiras patrióticas”. En esa época Chile y Argentina disputaban la Patagonia y las exploraciones eran actos de soberanía, descubrir era adueñarse de algo.
Moreno hizo su viaje en 1877 y su libro recién se publicó tres años más tarde. En el ínterin un teniente chileno llamado strong>Rogers partió de la chilena Punta Arenas. El describe encontrar un enorme ventisquero atravesando un lago de azul intenso. No caben dudas que ese era el glaciar Perito Moreno. Entonces ¿Cómo se explica lo de Moreno? Ahí aparece mi veta de novelista. Me imagino que antes de la publicación Moreno se habrá enterado del descubrimiento chileno en territorio que consideraba argentino que, por otra parte él acababa de explorar. Si era cierto el descubrimiento chileno de nada serviría haber llamado al Lago Argentino con ese nombre tan patriótico ya que al menos una parte, la del glaciar, podía ser reclamada por Chile. Así que me imagino a Moreno apócrifamente insertando en su diario, antes de la publicación, una frase que le sirviera para aseverar que él, un argentino, fue el primero en verlo.
¿Por qué mintió? Seguramente era una de sus “mentiras patrióticas”. En esa época Chile y Argentina disputaban la Patagonia y las exploraciones eran actos de soberanía, descubrir era adueñarse de algo
Al cabo de tres horas volví al embarcadero donde mi mujer me esperaba, muy entusiasmada por la espectacular caminata sobre la mole de hielo. Con la camioneta seguimos camino hacia donde me habían dicho que se encontraba un casco de estancia abandonado. Esto tenía relación con la incógnita de si el glaciar retrocede o no. Resulta que cada tanto, a veces cada cuatro a veces cada diez años, el glaciar corta completamente el lago. Cuando esto pasa, el brazo sur, embalsado por el glaciar pero que sigue recibiendo aguas de la cordillera, comienza a levantar el nivel de las aguas . La primera vez que este acontecimiento está documentado fue en 1917. En esa oportunidad el agua subió más de veinte metros hasta que, tras dos años, pudo romper el muro de hielo que lo atrapaba. Aquel año la estancia en cuestión quedo bajo las aguas y tuvo que ser evacuada. Los colonos, asentados hacía tan sólo diez años, nunca habían visto algo así. Encontramos las viviendas abandonadas pero también encontramos un bosquecillo muerto, ahogado por las aguas heladas. Varios de los árboles tenían al menos ochenta años cuando sucumbieron, lo que significa que al menos desde 1840 las aguas no habían subido. Es decir que en 1917 el glaciar cortó el lago por primera vez en ochenta años. Esto prueba el Perito Moreno es prácticamente el único glaciar de la zona que, a pesar del calentamiento global, no retrocede en los últimos ciento cincuenta años. Para estar bien seguro me faltaba ver alguna foto antigua que mostrara la posición del frente de hielo.
En la cercana villa de El Calafate me contacté con la gente del Archivo Histórico, pero ellos me dijeron que no tenían fotos anteriores a 1917. Me sugirieron buscar imágenes de la primera comisión de límites binacional, de 1904, la que estableció la frontera y dejó al Perito Moreno del lado argentino.
Dos meses más tarde, en la biblioteca del Congreso de la Nación, en Buenos Aires, encontré la única edición del libro de Robert Holdich, el inglés a cargo de la comisión. Su libro era tremendamente aburrido pero yo buscaba en sus páginas la respuesta a mi pregunta: ¿Crece o retrocede el Perito Moreno? Por fortuna en una de sus páginas encontré una pequeña foto de un ventisquero, no aclaraba cual. Su frente de hielo estaba en el medio del lago, pero comparando el fondo de montañas con mis fotos certifiqué que era el mismo. Una sonrisa iluminó mi cara. Ese desconocido libro en una oscura sala de la biblioteca me acababa de decir que el Perito Moreno estaba sano. En los últimos cien años había avanzado desde el centro del lago hasta su costa oriental ¡No menos de setecientos metros!
También sonreí al recordar a Francisco Pascasio Moreno. Sus mentiras patrióticas, que serían el objeto de mi novela “El límite de las mentiras”, le habían merecido que el glaciar más fantástico llevara su nombre.
Contacto@GerardoBartolome.com
Gerardo Bartolomé es viajero y escritor. Para conocer más de él y su trabajo ingrese a www.GerardoBartolome.com