Portugal: dos casas de ensueño en la frontera medieval
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En tiempos ahora de fiestas y largos puentes, VaP recomienda dos hoteles accesibles y llenos de historia en la vecina Lusitania. Cruzar al otro lado es descubrir un pasado común y un pasado lleno de roces de esa cosa tan fascinante en cualquier lugar del mundo que es la frontera.
La marca defensiva entre España y Portugal ha dejado a ambos lados de la frontera una hilera de fortalezas tras la que descubrir bellos pueblos medievales, piedras levantadas para aguantar embestidas de acero y rastros de historia. Viajes al pasado cruza al país vecino para ofrecer una ruta, entre dos alojamientos, en la que se combina la historia y el confort.
Comienza la ruta en la comarca del Alentejo. Pegada a Badajoz, a 40 kilómetros desde la línea fronteriza en dirección Lisboa (autovía), está la localidad de Borba. Allí el viajero se aloja en la casa rural de Terreiro do Poço. Una preciosa estancia, enclavada en medio del pueblo, desde la que se puede escuchar el atronador sonido del silencio junto a su pequeña piscina. Cerca de allí, a escasos cinco kilómetros, se encuentra Villa Viçosa. Una pequeña ciudad que está ligada a la Casa de de Braganza. Un Ducado de enrome importancia en Portugal que consiguió en 1640 acceder al trono. En esta localidad se puede contemplar la majestuosidad del Palacio Ducal, el castillo y el convento Dos Capuchos.
Pero Villa Viçosa no es la única sorpresa que espera al viajero. Cerca está también la localidad de Estremoz. Levantada sobre una colina, el coche tiene que serpentear hasta cruzar sus viejas murallas medievales. El castillo del siglo XIII, la Capilla de la Reina Santa, o el Convento e Iglesia de San Francisco son lugares marcados por la huella del pasado. Desde allí, en lo alto, se contempla parte de la comarca. Un lugar perfecto para ir a cenar y pasear por la noche por sus vacías callejuelas.
La casa es sencillamente espectacular y, sobre ella, cuelga un castillo único, que se funde con la apartada estancia
Pero la ruta que ofrecemos esta vez, de un fin de semana, obliga al viajero a ir a su próximo destino, 300 kilómetros más al norte. Hay que tomar la IP-2 y luego la IP-5 y la N-102. Aunque no es un trayecto corto, es prácticamente por autovía y no dura más de tres horas. Llegamos a Casas do Coro, en Marialva (Concejo de Meda), una afamada casa rural portuguesa en la que se reúne la esencia de esta página. La casa es sencillamente espectacular y, sobre ella, cuelga un castillo único, que se funde con la apartada estancia. El alojamiento está compuesto por ocho casas separadas, cada una con una decoración distinta y diversas habitaciones. ¿Qué decir de este lugar? Es singular, construido en la cima de un pequeño pueblo, en medio de la montaña, con vistas a la serranía allí donde se mire. La piscina está rodeada de camas posadas sobre una plataforma de madera; el jacuzzi, intimista, tiene vistas al entorno abriendo sus puertas correderas; las habitaciones tienen, cada una, su particular sello; la cena entre velas es de conversación larga. Todo esto es el alojamiento, pero el viajero no puede evitar sentir curiosidad por adentrarse entre los muros de la vieja fortaleza que, parece, ejerce de vigía.
Tras pactar una visita con el responsable de turismo de Marialva y cruzar la puerta defensiva, el viajero comprende la razón de que Marialva sea una de las diez villas históricas de Portugal. La fortaleza fue conquistada por el rey Fernando Magno de León a los musulmanes (1063); fue morada de peregrinos que acudían a su cita con el apóstol Santiago; allí se asentaron los templarios (hay algún signo de su estancia); miró siempre de reojo al enemigo español (está cerca de Ciudad Rodrigo). Hoy, se están haciendo allí importantes trabajos de restauración. Como curiosidad, todos los últimos presidentes portugueses han pasado por estos muros y han dejado en alguna piedra testimonio de su visita. Recomiendo dar un paseo sosegado por los derruidos muros, contemplar su torre de homenaje y escuchar las historias que el guía transmite sobre el lugar.
A propósito, hay que hacer un hueco para visitar también la villa de Trancoso. Además de su bello aspecto medieval, ofrece el placer de probar las “sardinhas doces”. Resuelvan el enigma de su sabor probándolas.
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En coche, cruzar la frontera por Badajoz en dirección Lisboa. A 40 km está el desvío de Borba. Luego, para ir a Marialva, hay que tomar la IP-2 y luego la IP-5 y la N-102. Son 300 km de autovía en su mayoría (tres horas). La localidad está cerca de la frontera española pegada a Ciudad Rodrigo. La ruta, para los que vengan del norte, puede hacerse en sentidfo inverso.
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Las dos casas rurales mencionadas en el reportaje son excelentes.
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-Area Benta”. (Trancoso) Rua dos Cavaleiros nº 30 A. Dentro del Casco Histórico de Trancoso se encuentra este restaurante poco convencional. La especialidad es el bacalao, una receta especial para degustar en su sofisticado comedor. La Guía Michelin y Prestigue Recommended acreditan su calidad y servicio.
-“Como Antigamente” (Borba). En la Rua San Bartolomeu 1 se encuentra este restaurante de cocina tradicional. Hay que probar el Polvo á Lagareiro (Pulpo al estilo Lagareiro) y el Borrego assado no Forno (Cordero al horno), acompañado del tinto de la tierra. Es una taberna sin pretensiones pero de buena comida.
-“A Cadeia Quinhentista” (Estremoz). En el interior del castillo, en la Rua Rainha Sta Isabel se encuentra este pequeño y moderno restaurante construido en una cárcel del siglo XVI. Cocina basada en la gastronomía tradicional alentejana, destacando los productos regionales, las hierbas aromáticas, quesos y vinos.
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Llevar un cd de fados. Portugal tiene el encanto de lo añejo, tranquilo y escuchar un fado en el coche es contemplar el paisaje con los oídos.