El viaje
La convulsa historia de la conquista española de América ha dejado un reguero de leyendas en las que no hay consenso académico. Entre los muchos enclaves vaciados del rastro del pasado está Quito.Un cacique inca, Rumiñahui, están detrás de las llamas que, dicen, acabaron con el esplendor de la gran urbe.
Una relevante política española me dijo al llegar a Quito que, para ella, era la capital más bonita de América. Creo que comparto criterio -siempre es difícil hacer clasificaciones con los lugares-, pero la ciudad ecuatoriana es una fascinante sorpresa para el viajero. Su vida en las calles, que las casas son sólo lugares a los que ir a dormir, es el reflejo de una forma distinta de entender la vida. Los parques son terrazas de las viviendas en las que se encuentra a gente cocinando, cortando el pelo o disfrutando de los días soleados. Todo en Quito se hace de puertas para afuera.
Pero además Quito conserva a la perfección los rastros de la época colonial. Ciudad de luces y palabras, por contra, no han quedado en ella vestigios de la época precolombina. En el siglo XVI la ciudad se revistió de un estilo monumental hispánico, creado por varias misiones católicas, con la construcción de los templos de San Francisco, Santo Domingo, La Catedral y San Agustín. Todos estos edificios están en la zona céntrica, cerca del singular ayuntamiento, y son uno de los mejor conservados ejemplos de la arquitectura colonial en América. La exclusiva zona financiera y residencial, donde se están la mayor parte de los hoteles, queda a no más de 30 minutos andando. El recorrido entre ambas zonas es interesante y recomiendo hacerlo a pie.
Pero esta revista es una propuesta para viajeros a los que les interesa la historia. Una forma de descubrir lo que se esconde allá donde vamos, entre las piedras. ¿Por qué Quito no ha conservado ningún resto precolombino? Sobre esta cuestión habla este reportaje. Habla de la ausencia de historia entre tanta historia.
Empezaremos aquí este corto recorrido por el viejo Quito y lo empezaremos por una de sus señas de identidad, las leyendas. En realidad, no hay datos muy certeros de si lo aceptado por los quiteños es realidad o no. Cuentan que antes de la llegada de los españoles, Rumiñahui, un guerrero indígena, prendió fuego a toda la ciudad y destruyó los templos incas que allí había construidos. Esto explicaría la falta de restos precolombinos en un importante enclave del más extenso imperio que ha existido en la historia, el Inca. Ahora, ¿qué hay de verdad en toda esta leyenda?
Cuentan que antes de la llegada de los españoles, Rumiñahui, un guerrero indígena, prendió fuego a toda la ciudad y destruyó los templos incas que allí había construidos
Entre los historiadores no hay una postura común. Rumiñahui fue uno de los generales que acompañó a Atahualpa a Cajamarca, al encuentro con los españoles. Contempló la caída de Atahualpa a manos de Pizarro, en una batalla histórica, (ya la contaremos en otra ocasión) y emprendió, junto a parte de las tropas, retirada a Quito para organizar la resistencia a los nuevos invasores. Tras juntar un ejército de 12.000 hombres volvió para plantar batalla. Las tropas españolas, por su parte, envueltas en refriegas internas de derechos de conquista, estaban al mando de Sebastián de Benalcázar, que decide emprender la marcha sin esperar los refuerzos de 500 hombres que debían llegar junto a Pedro de Alvarado (Pizarro había marchado sobre Cuzco).
Los españoles encontraron apoyo en los cañaris, tribu de Ecuador enemiga de los incas, que apoyaron con 11.000 guerreros a las huestes españolas. El encuentro entre ambos ejércitos ocurrió el 3 de mayo de 1534, en Guacamote. La batalla pasó por varias fases, se alargó más de dos meses y, a pesar del avance de los españoles, era la tropa de Rumiñahui la que más daño infringía a sus enemigos. Sin embargo, la erupción del volcán Tungurahua cambió el signo de la lucha. Los incas vieron en el vómito de lava una señal divina de derrota y se produjo una desbandada de los soldados. Rumiñahui tuvo que replegarse y comenzó a quemar cada uno de los poblados que encontró en su retirada para evitar su aprovechamiento por los conquistadores. Cuentan que lo mismo hizo en Quito, donde saqueó las joyas de los templos, mató a las conocidas como vírgenes del sol (bellas mujeres que rendían culto al dios del sol y que veían con buenos ojos a los españoles) e hizo arder la ciudad, llevándose un inmenso botín con él. Nada encontraron los conquistadores al llegar a la gran capital, así que Benalcázar persiguió a Rumiñahui hasta apresarlo en un inaccesible peñón cercano. Lo llevó de nuevo al desolado Quito, donde fue torturado para que dijera donde había escondido el tesoro. Varias veces mintió a los españoles que cansados de sus burlas decidieron ahorcarlo.
Esta es la versión más reconocida de la historia de Quito, pero algunos investigadores ecuatorianos niegan estos hechos y dicen que la falta de restos precolombinos en la ciudad es porque los conquistadores los destruyeron y levantaron sobre ellos los templos cristianos. En donde está el actual convento de San Francisco, habría estado el templo de Huanacauri-Viracocha, junto a los aposentos de Huayna Cápac. Hay muchos estudios sobre la repartición que hicieron de la ciudad los inca-quiteños. Cuadrantes que hoy son reconocibles en barriadas y sobre los que se levantaron los grandes templos cristianos. No sabemos cómo era el Quito no arrasado por las llamas, la ciudad indígena, pero sí podemos contemplar la belleza de la ciudad actual, la colonial.
El camino
Iberia tiene uelos directos entre Madrid y Quito.
Una cabezada
El viajero durmió en el Swissotel. Un buen hotel pero de alto precio. Hay opciones más baratas
A mesa puesta
-Restaurante el Panecillo. Está sito bajo el monumento de la gran estatua de la virgen que corona la ciudad. Las vistas son magníficas y el ambiente agradable.
Muy recomendable
-Visitar el museo Guayasimin. Está en el barrio de Bellavista y abre sus puertas de lunes a viernes de 10 a 17:30 horas. Espectacular colección de pintura de un quiteño universal. “Lloré porque no tenía zapatos hasta que vi a un niño que no tenía pies”, reza uno de sus murales.En la T-4 de Madrid, Barajas, en el andén del tren rápido, hay una obra de este autor.
-El museo Casa de Sucre explica las guerras de independencia americanas. Abre de martes a viernes y los sábados por la mañana. Hay que visitar también todos los monasterios e iglesias de estilo colonial mencionadas en el principio del texto.
-Para leer. Quito: tradiciones, leyendas y memoria, editado por Libresa. Una compilación de los cientos de leyendas que hay de la ciudad.