Walter Bonatti, una leyenda del alpinismo

Por: Sebastián Álvaro (texto y fotos)
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Por Sebastián Álvaro, creador de «Al filo de lo imposible» *

Hace unos pocos meses, en septiembre pasado, fallecía en Roma, con 81 años, Walter Bonatti, el alpinista más grande de su generación y la mayor referencia ética en el mundo de la montaña. De él se ha llegado a decir que era “el alpinista más puro que jamás ha existido”. Un tipo honesto al que ni siquiera en el momento de su muerte le dejaron en paz. Tras sus huellas muchos alpinistas jóvenes ansiábamos ser Bonatti, sin saber que Bonatti sólo había uno y que era, hoy lo sabemos con certeza, una figura irrepetible. Cuando un día me propuse hacer “Al Filo de lo Imposible”, puedo confesar que fue clave el ejemplo de los más grandes aventureros, entre los que siempre figuraba Walter Bonatti en un puesto de honor. El que años después me contara entre sus amigos es una satisfacción que hoy puedo lucir con orgullo. Por eso le debía estas líneas.

Aunque se pueda decir, con sólidos argumentos, que el historial deportivo de su compatriota Reinhold Messner es superior, sin embargo la cantidad y calidad de sus empresas alpinísticas, realizadas quince años antes, de sus viajes y exploraciones, son de tal calibre que todavía hoy constituyen un punto de referencia indiscutible. Pero es aun superior su aportación ideológica y ética. Porque Bonatti simboliza como pocos los valores esenciales del alpinismo y la aventura: la pureza y la limpieza del juego, una ética unida a una estética deportiva insuperable, la exigencia personal, hasta extremos espartanos, y el mayor compromiso con la incertidumbre y el riesgo.

El K2 es una de esas pocas montañas que no sólo te seduce con su belleza y el inmenso vacío del Karakorum, sino que te obliga a enfrentarte a tus miedos, al abismo de tu propio interior

Compartí con Walter Bonatti no sólo una sólida amistad sino la pasión por una montaña: el K2, la Montaña de las montañas. Seguramente porque ejerció en nuestra vida una influencia superior a cualquier otra. El K2 es una de esas pocas montañas que no sólo te seduce con su belleza y el inmenso vacío del Karakorum, sino que te obliga a enfrentarte a tus miedos, al abismo de tu propio interior. Y provoca en ese sentimiento que Kant definió como “el sentimiento sublime”, una mezcla de fascinación y horror. La aventura del K2 siempre te marca, para bien y para mal, y para nosotros dos, con treinta años de diferencia, siempre hubo un antes y un después del K2.

En 1954, a pesar de su juventud, Walter fue seleccionado para formar parte del grupo italiano que llevaría a cabo la primera escalada del K2, la segunda montaña más alta de la Tierra. Hoy sabemos que es, dentro de las más altas, la más dificil, comprometida y peligrosa del planeta. Jugó un papel esencial, transportando las botellas de oxígeno en la parte final de la escalada, que estuvo a punto de costarle la vida al ser abandonado a su suerte por sus dos compañeros a ocho mil metros de altitud y tener que pasar una noche terrible al raso junto a un porteador hunzaki. Sólo su legendaria fortaleza, mental y física, le permitió salir con vida. Pero a su regreso a Italia no se reconoció su papel en la conquista del K2 y, además, tuvo que hacer frente a una campaña insidiosa de mentiras y descalificaciones. Pero Bonatti nunca se doblegó y estuvo peleando cincuenta años por su honor.

Una de sus características, que marcaron tanto sus aventuras como su vida, es que siempre fue un incansable luchador. La escalada del famoso pilar oeste del Dru, realizada en solitario en 1955, la de la cara cara norte del Cervino en su retirada, su dramática aventura en el pilar central del Freney en 1961, o la temible escalada de la más bella montaña del Karakorum, el Gasherbrum IV, sin repetir hoy en día, han quedado ya para la historia de la aventura y han tenido mucha más trascendencia alpina que la gran mayoría de ascensiones que hoy se realizan en el Himalaya. Al final, con cincuenta años de retraso, el Club Alpino Italiano no tuvo más remedio que admitir que su actuación en el K2 había sido decisiva y que todo lo que había contado era exactamente toda la verdad en “el caso del K2”, con lo cual su figura quedaba “rehabilitada”. Bonatti, con cierta ironía amarga, les contestó que él no necesitaba rehabilitarse, quienes lo necesitaban eran ellos. Fue el triunfo de la honestidad frente a la mentira, de la ética frente al abuso de poder.

Vivir dignamente, me dijo, supone también saber morir con dignidad. Walter se había enfrentado muchas veces a la muerte, también había visto morir a compañeros, y siempre lo había hecho con valentía y honestidad

A finales del verano pasado el cáncer de páncreas, que él sabía era incurable, comenzó a desarrollarse de modo fulminante. Pero hasta pocos días antes siguió desarrollando su actividad con normalidad, escribiendo y ordenando su archivo fotográfico. Ésa fue la excusa que me dio para no regresar a España a caminar juntos por el Pirineo. Ahora cobra importancia el recuerdo que tengo de una conversación sobre accidentes en montaña. Vivir dignamente, me dijo, supone también saber morir con dignidad. Walter se había enfrentado muchas veces a la muerte, también había visto morir a compañeros, y siempre lo había hecho con valentía y honestidad. Quizás por eso ambos compartíamos la admiración por el gran aventurero Luis de Saboya, hijo del rey de España Amadeo I que, siendo italiano, nació en 1873 en el Palacio Real de Madrid y fue a morir a Somalia en 1933, muy lejos de la corte y la clase política italiana. Lo hizo voluntariamente porque sólo allí, según sus palabras, estaría a salvo de “la hipocresía de los hombres civilizados”.

Desgraciadamente a mi amigo ni siquiera le han dado esa oportunidad en el momento de su muerte. En una clínica religiosa de Roma le impidieron estar en sus últimos momentos con la compañera de toda su vida, porque “no estaban legalmente casados”. Bonatti, una vez más, tuvo que enfrentarse en solitario a su último gran desafío. Pero no era la primera vez. En 1965, harto de las polémicas desatadas en su país, que le acompañaban en todas sus aventuras, realizó su última gran escalada: la cara norte del Cervino en invierno y en solitario, y dando un portazo se retiró del envidioso mundillo alpino que le acosaba. Sólo tenía 35 años y hubiera podido seguir escalando muchos años y muchas montañas. En aquellos encarnaba una especie de Aquiles moderno de las montañas. Eran tiempos convulsos en un mundo cambiante. Tiempos de la guerra fría y de los Beatles, de la crisis de los misiles o el muro de Berlín, del sputnik y de Gagarin, Kennedy y Kruschev. Un tiempo excesivo para un hombre sencillo y honesto, de líneas rectas. Y se refugió en sus aventuras, libros y fotografías. Su temprano eclipse bebía del mismo silencio de esos grandes artistas, contemporáneos suyos, que lo abandonaron todo en plena juventud: la actriz Greta Garbo, el ajedrecista Bobby Fischer o el cantante Jacques Brel, que se retiró de la canción en 1966, a los 40 años. Tal vez aquel mundo complejo, que estaba gestando el que vivimos actualmente, ya no se merecía más películas de Greta Garbo, ni otra canción de Jacques Brel. Ni tampoco otra escalada del gran Bonatti.

Detrás de esa mirada curiosa podemos descubrir al hombre que durante toda su vida de aventurero eligió la dureza, y la fascinación, de un camino lleno de incertidumbre frente a la comodidad de la certeza

Se pierde al alpinista pero a partir de 1965 el universo de Bonatti se amplia. Sin dejar el piolet incorpora la cámara fotográfica y el bolígrafo. En la revista Época nos enseña junglas impenetrables, desiertos perdidos, mares tormentosos, tribus desconocidas. Y lo hace con una sensibilidad que nos emociona todavía y nos hace añorar aquel extraordinario mundo que él tuvo la suerte de vivir. Detrás de esa mirada curiosa podemos descubrir al hombre que durante toda su vida de aventurero eligió la dureza, y la fascinación, de un camino lleno de incertidumbre frente a la comodidad de la certeza, la curiosidad de adentrarse en lo desconocido frente a la estabilidad y el confort de lo reglado y conocido, la audacia y la ilusión del principiante, frente a la instalación placentera del que ya se cree que lo ha conseguido todo. En una palabra al aventurero, de la acción y la mente, que nunca se está quieto, que siempre se arriesga, a pesar de que allí pueda fracasar, porqué es ahí donde se siente vivo.

Desde entonces, hace más de 30 años, Walter y su compañera, la famosa actriz italiana Rossana Podestà, no se separaron, hasta el pasado 13 de septiembre en el que un médico les negó ese derecho. Recorrieron el mundo entero, vivieron aventuras inéditas y vieron los paisajes más bellos y remotos. Y no se casaron legalmente. Porque no necesitaron papeles, ni jueces, ni religiosos que legalizasen el amor que ellos sentían. La última entrevista que le hice hace tres años se ha convertido en una especie de testamento y, al mismo tiempo, en su mejor homenaje. En ella me confesó que él hoy no sería alpinista, porque “todo había cambiado”. “Los alpinistas de hoy viven su propio tiempo, no han conocido la dimensión del alpinismo clásico. Para ellos va bien así. Muy bien. Les tiene que ir bien a ellos. Pero a mí no me va bien. Soy un hombre de otros tiempos y prefiero estar en mis tiempos. Antes se media al alpinista por su capacidad de sufrimiento, su tenacidad, y de acometer el riesgo. Ahora ya no existe eso. Sólo el triunfo falso y la gloria, que no valen nada. ¿Y al final qué has conquistado? Has subido una roca, pero no has conquistado tus límites, no has conquistado nada, no has superado lo imposible, ni sientes la fascinación por la superación de lo imposible…”

Amigo, yo pienso exactamente lo mismo. Comparto tus tiempos, aquellos en los que cada escalada destilaba verdadero sentimiento de Aventura, mucha más alma y cerebro que músculo, competencia o record. Así que, posiblemente, también sea un hombre de otros tiempos. Y espero quedarme, como tú, hasta el final en esos tiempos. Sólo espero que la fortuna, y los hombres buenos, me permitan estar a salvo “de la hipocresía de los hombres civilizados”.

Que la tierra te sea leve.

* Sebastián Álvaro es uno de los responsables de China Tierra de Aventura, una empresa española que organiza viajes de aventura en coche, moto, trekking y bicicleta BTT por los rincones más inaccesibles de Asia de la mano de expertos aventureros y exploradores. Rutas inolvidables por los desiertos más agrestes, los bosques más frondosos y las montañas más bellas del lejano Oriente.

Más información: http://www.chinatierradeaventura.com/.

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Comentarios (3)

  • Mariluz

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    «Que la tierra te sea leve»… Que excelente final para una excelente historia. Enhorabuena a Viajes al Pasado. Con Sebastián Álvaro, Javier Reverte y su nómina de colaboradores se ha convertido en un equipo de Champions

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  • Jon

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    Interesante reflexion sobre la deriva del himalayismo y la estirpe de alpinistas como Bonatti de los que ya van quedando pocos. ENHORABUENA

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  • 3milio

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    Verdaderamente lo que se dice es muy lógica, las tecnicas que se usaban antes para el montañismo, escalada, era muy simple, por lo tanto, entrañaba peligro e imaginación, ahora, todo es mas sencillo, y claro tambien se muere, pero realmente es por imprudencias muy pronunciadas, antes, habia un rosario de dificultades, y se tenia que calibrar paso a paso.

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