Isla de Skye: la playa del coral

Por: Javier Brandoli (texto y fotos)
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El coche cruza el puente de Skye, a la altura de Kyle of Lochalsh, en Escocia. La isla es la segunda más grande del país, en plenas Highlands. Acabamos de dejar atrás el fabuloso castillo de Eilean Donan (publicamos en VaP un reportaje de esta ruta: https://www.viajesalpasado.com/escocia-ruta-por-sus-castillos-mas-salvajes/). La carretera enseña una naturaleza salvaje, entendiendo por salvaje los verdes pastos escoceses que se retuercen sobre las colinas; los ríos que brincan entre las rocas; los acantilados que parecen hechos de mármol; la pertinaz lluvia que pareciera brota del suelo. Es un paisaje idílico, de vida campestre salpicada por pequeñas poblaciones que miran al mar. Nosotros nos alojamos en Portree, en la que es la capital, en uno de los B&B que hay en su coqueto puerto pesquero donde las fachadas de las casas están pintadas de colores.

Una comida junto a una chimenea en la que saborear una sopa de pescado es aquí una delicia. No tanto porque sea este sitio de culto a la comida, sino porque inevitablemente te atrapa su aire melancólico y rudo a la vez. Desde luego, recomendamos que vayan hasta Dunvegan, al oeste, y visiten el castillo y el conocido como Nest Point, donde se halla el faro más occidental de Escocia y sus espectaculares acantilados. Sin embargo, nuestro consejo, y por el que sólo llegar hasta allí merece la pena visitar esta isla, es que vayan a Coral Beach (la Playa del Coral). Fue la recomendación que nos dio una chica de Portree y fue uno de esos sitios naturales inolvidables a los que llegas en los viajes improvisados.

acaba quitándose la ropa y bañándose en un agua congelada donde no muy lejos aparece una foca

Hay que abrir una pequeña valla de madera y tomar un camino de arena que va bordeando el mar. Todo el sendero es un remanso de paz, de verde salpicado por el amarillo y blanco de miles de pequeñas flores que desemboca en una playa inmensa de coral. Entonces uno se sienta a contemplar el Mar de las Hébridas y acaba quitándose la ropa y bañándose en un agua congelada donde no muy lejos aparece una foca. Una especie de estúpida o divertida apuesta, según se mire, con los dos amigos que me acompañaban en este viaje, Juancho y Cruz, que tuvo su momento cumbre cuando una pareja holandesa nos vio tiritando entre el agua, en pelotas, y nos preguntó: ¿De dónde sois? “De España”. “¿Y qué hacéis dandos un baño en estas aguas heladas con las playas que hay en vuestro país?”, nos preguntaron con tono de “sois bobos”. Como explicar que aquel jodido baño es uno de los mejores que he tomado en mi vida.

Luego, regresamos con la calma de saber que el sol no se irá hasta casi mañana (era junio) y acabamos contemplando un inmenso y doble arcoíris o esperando que un grupo de vacas nos permitiera seguir la marcha. A su ritmo, que en Escocia créanme tampoco el estrés es un término muy usado para ningún ser vivo. Aquella noche, en el puerto de Portree, los pescadores preparaban las redes para hacerse a la mar en sus barcos. No sé, toda aquella jornada se convirtió en un cúmulo de pequeñas postales de la Escocia que uno imagina antes de haberla visitado.

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Comentarios (1)

  • ana

    |

    De todas las fotos hay una que no es tan idílica.. no sé.

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