Bahía Manzano: prisionero del cacique Sayhueque

Queríamos pasar unas vacaciones de invierno de tranquilidad y confort y para ello habíamos elegido un pequeño hotel con todas las comodidades en un sitio muy especial, Bahía Manzano. (…) Que distinta esta experiencia de todo lo que vivió el Perito Moreno cuando, explorando la zona, se convirtió en invitado forzoso del Cacique Sayhueque, unos 130 años atrás.
Cacique Sayhueque

Llegábamos un poco más tarde de lo planeado y ya atardecía en el camino a Villa La Angostura. Manejaba con cuidado evitando charcos que pudieran tener hielo resbaladizo. Queríamos pasar unas vacaciones de invierno de tranquilidad y confort y para ello habíamos elegido un pequeño hotel con todas las comodidades en un sitio muy especial, Bahía Manzano. Mientras recorríamos las últimas curvas del camino el nombre de esta bahía me trajo a la mente algo de la historia del lugar.

Desde la época de la colonia se conoció a esta lejana comarca, cercana a la actual Bariloche, como la Región de las Manzanas. Por algún motivo aún no bien explicado se encontraban por allí manzanos, algo muy raro ya que no se trata de un árbol americano. Quizás llegaron allí por obra de los primeros misioneros que murieron intentando catequizar a los pueblos originarios. Pero lo cierto era que Sayhueque, el poderoso cacique de la región, se hacía llamar el Señor de la Manzanas y la bahía donde nos hospedaríamos tomaba su nombre de un famoso manzano que se encontraba en la zona.
Llegamos. Estacioné la camioneta y bajamos el equipaje. Comenzaba a nevar y un manto de silencio blanco cubrió el lugar. A pesar de encontrarse dentro de un denso bosque alejada de todo, nuestra cabaña tenía todas las comodidades de la vida moderna (incluyendo wifi, televisión digital y telefonía celular). La calefacción nos hacía olvidar que afuera hacía casi cinco grados bajo cero. Con mi mujer nos servimos una copita de jerez y nos sentamos frente al ventanal a disfrutar de los últimos rayos del sol que teñían de naranja los copos que caían lentamente. Que distinto esta experiencia de todo lo que vivió el Perito Moreno cuando, explorando la zona, se convirtió en invitado forzoso del Cacique Sayhueque, unos ciento treinta años atrás.

Por la noche decidimos cenar en un restaurant llamado Wald Haus (Casa del Bosque), reminiscencias de los colonos suizo-alemanes que, a principios del siglo XX, poblaron la región. Mientras esperábamos que nos trajeran la “fondue” que habíamos pedido no pude dejar de sonreír al recordar lo distinto que era este menú del que tuvo que “saborear” el Perito.

La relación de Sayhueque con el Gobierno Argentino se había tensado al máximo. El cacique intuía que el ejército planeaba una nueva ofensiva para mover la frontera interna, como se llamaba al límite con la tierra del “infiel”, que acorralaría a los indígenas contra las montañas. Por eso no dudó, cuando se enteró que Moreno y su grupo exploraban la zona mandó sus guerreros a “invitar” al Perito a hospedarse en las tolderías indias. Una oferta que no se podía rechazar. Al llegar al campamento Moreno fue duramente increpado por el cacique, quería saber qué hacía en su tierra y lo acusaba de ser espía. Moreno, conocedor de las costumbres mapuches, exigió como invitado que era que primero se le ofreciera comida. Sayhueque sabía que el argentino tenía razón. Mandó traer lo que ellos consideraban un manjar: entrañas de yegua… ¡crudas! Moreno, inmutable, las comió.

La nevada de la noche había dejado todo blanco, hasta el borde del mismísimo lago Nahuel Huapi

Habiendo comido mucho mejor que Moreno, y también habiendo dormido mejor que él, por la mañana salimos a caminar por Bahía Manzano. La nevada de la noche había dejado todo blanco, hasta el borde del mismísimo lago Nahuel Huapi. Los pájaros acá y allá, se las ingeniaban para encontrar unas semillas y algún insecto que los alimentara ante tremendo frío. El cielo azul y el sol de la mañana nos garantizaban obtener excelentes fotos.
Sayhueque, que mantenía a Moreno como rehén para asegurarse que el ejército no lo atacara, decidió enviar al fortín de Confluencia a algunos de sus guerreros junto con dos hombres de Moreno y una carta en la que exigía la liberación de un grupo mapuche que estaba prisionero. Claramente la vida de Moreno estaba en juego.

Al día siguiente subimos al centro de esquí del Cerro Bayo. Desde allí, una vista increíble del Lago Nahuel Huapi era el placer de gran parte de los turistas que, cansados de esquiar, preferían un chocolate caliente frente a ese grandioso panorama. Antes de que terminara la tarde hicimos una corta caminata hacia la cascada Inacayal, cuyo nombre recordaba a otro cacique de la región.

A los pocos días volvió sólo uno de los guerreros mapuches. Los soldados no habían aceptado ningún tipo de negociación y aprearon a los indios menos a uno de los guerreros que pudo salvarse largándose a todo galope en su rápido caballo. El Consejo de la tribu se reunió y decidió que Moreno debía morir. Sayhueque dudaba, creía que todavía debía usarlo para garantizar que su pueblo no fuera atacado. El Consejo insistió, Moreno debía morir. Para suerte de Moreno esa tarde llegó un grueso grupo de mapuches del otro lado de la Cordillera. En Chile habían hecho trueque con el ganado argentino producto de sus malones y traían, entre otras cosas, agua ardiente… mucha agua ardiente.

A la mañana siguiente, como nos dolían los músculos por el esquí, decidimos tomar el camino de los Andes hacia el cercano centro termal del Hotel Puyehue, del lado chileno. El camino que debíamos recorrer era usado en otras épocas por los indios para cruzar hacia Chile el ganado capturado en estancias argentinas. La temperatura ambiente apenas superaba los cero grados pero, al aire libre, nos tiramos en las piscinas de agua caliente y nos relajamos. Más tarde tomamos un te con tortas en un salón con vista a las montañas y la una densa selva valdiviana.

Moreno, esperaba la muerte en la carpa con sus dos compañeros de viaje. Escuchaban alaridos y gritos en aumento. Estaba claro que el agua ardiente corría de boca en boca. Temieron que en cualquier momento vinieran a ejecutarlos pero en lugar de eso, al cabo de unas horas los ruidos fueron disminuyendo. Llegó un momento en el que sólo se escuchaba silencio. Moreno salió de su carpa y encontró que la borrachera se había adueñado de toda la tribu. Era el momento de escapar. ¿Pero como hacerlo si se encontraban a trescientas millas del fortín más cercano? Moreno tenía un plan. Por el bosque caminó hasta el cercano río.

Nos detuvimos a sacar unas fotos en el Valle Encantado, donde unas formaciones rocosas de formas atractivas lo habían convertido en un lugar especial para los mapuches

Nos quedaba un día de vacaciones y decidimos hacer una larga caminata hasta la punta de la boscosa Península de Quetrihué. Lagunas escondidas, acantilados, vistas de las montañas, árboles añosos y aguiluchos vigilantes son sólo algunas de las cosas que se disfrutan allí. La caminata finaliza en él único bosque existente de un árbol muy especial de lentísimo crecimiento y de atractivo color canela: el arrayán. En medio de ese bosque está la famosa cabaña de troncos que, dicen, sirvió de inspiración a Disney en su película “Bambi”. Volvimos a nuestra cabaña en Bahía Manzano y preparamos la vuelta a Buenos Aires.

Al borde del río Moreno y sus compañeros cortaron algunas ramas y troncos y, en poco tiempo armaron como pudieron una rústica balsa. La ruta de escape que el Perito había pensado era por el río. La corriente de agua helada los alejaba de la toldería de Sayhueque. Durante días navegaron sólo de noche, de día se escondían. El hambre los debilitaba, no tenían nada que comer ni podían arriesgarse a buscar más que algunas raíces. Moreno guardaba un revolver con tres balas con las que se sacarían sus vidas si eran descubiertos por los indios. Pero ese mismo revolver, que podría haber sido su muerte fue su salvación. Cuando el río los acercó al fortín de Confluencia vieron en la lejanía que la soldadesca partía. Abandonaban el fortín para incorporarse a la proyectada ofensiva. Moreno disparó al aire. Lo escucharon. Lo salvaron.

La camioneta nos llevaba por el sinuoso camino que bordea el Río Limay. Nos detuvimos a sacar unas fotos en la zona conocida como el Valle Encantado, donde unas formaciones rocosas de formas atractivas lo habían convertido en un lugar especial para los habitantes mapuches. Yo quería sacar una foto de una gran columna de granito que Moreno fotografió cuando volvió al lugar casi veinte años después de su huida.

En 1896 Moreno ya eran un importante personaje de la Argentina. Como fundador y director del Museo La Plata, uno de los mejores museos de historia natural del mundo de la época, buscó una excusa para organizar una expedición que pasara por la zona de Sayhueque. Los ojos se le llenaron de lágrimas cuando llegó al lugar donde, veinte años antes, había estado la toldería indígena. Muchas cosas habían pasado desde su paso por allí. El se había reconciliado con Sayhueque. Cuando llegó la gran ofensiva del Ejército el Perito hizo lo que pudo para salvar tribus indígenas. Miles murieron y los que se salvaron fueron relocalizados. La toldería estaba abandonada. El bosque volvía a reclamar el terreno. Parecía mentira que ese lugar hubiera estado tan lleno de vida pocos años antes. En el conflicto los indígenas pagaron carísimo la defensa de sus tierras ancestrales. El destino había sido injusto con ellos.

La Tierra de las Manzanas ya no era la misma.

Contacto@GerardoBartolome.com
Gerardo Bartolomé es viajero y escritor. Para conocer más de él y su trabajo ingrese a www.gerardobartolome.com

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