“Yo no quiero dejar de soñar, sueño con cambiar mi vida pero para eso tengo que irme de aquí. Mi familia y la familia de mi mujer no nos deja vivir. Aquí en Mozambique todo el mundo está siempre pidiendo. Los padres tienen hijos sólo para que los mantengan después. Es muy triste.
En cuanto no les das dinero te recriminan que no les ayudas
Muchas veces voy por la villa y llevo una gallina en la mano, la única que quizá en un mes puedo comprar. Al rato tengo a toda mi familia y la familia de mi mujer en casa para comer o pidiendo que les dé comida o dinero. Es mejor no tropezarte con nadie por la calle, cuando me ven se acercan y me dicen hola hijo, dame 10 meticais que no tengo dinero. Si no llevas cambio y sacas 50 meticais se quedan con todo. Si compras ropa nueva, una camiseta, ya están hablando. En cuanto no les das dinero te recriminan que no les ayudas. Me dicen que estoy obligado a mantenerlos y yo les explicó que tengo dos hijas a las que criar.
Mi madre murió cuando yo tenía un año. Mi padre se fue a vivir a Beira. Allí ganó dinero trabajando. Iba a Zimbabue y compraba mercancías que vendía aquí. Llegó a ser un hombre con dinero, tenía una casa de cemento y un carro. Murió cuando yo tenía 6 años. Entonces mi madrastra y mi familia se quedaron todo. Daba mucha pena. Yo era un niño, pero era el mayor de mis hermanos. Mis tíos decían, esto es para Acasio, para cuando sea mayor, y luego les escuchaba discutir por cada cosa que había en la casa. De pronto venía uno y se llevaba algo y lo vendía. Así fue todo. Quedó sólo la casa, pero mi familia para entonces me mando a vivir con mis abuelos maternos. Eran muy pobres, vivían en el mato (selva), ellos me criaron.
Nunca me mandaron nada, ni siquiera contestaban
Pocos meses después vendieron también la casa de Beira que dijeron que era para mí. Arrasaron con todo. Yo les escribía cartas a mis tíos y abuelos pidiendo que me mandaran unos cuadernos o un traje para la escuela. Nunca me mandaron nada, ni siquiera contestaban. Luego, cuando cumplí 18 años comencé a trabajar. Al año mi familia paterna se enteró y me pidió que fuera a vivir con ellos. Querían mi dinero, sabían que ya tenía un salario. No me habían hablado en años.
Yo cuido de mi hermana y hermano pequeños. Cuando ella casó toda mi familia quería hacer el lebolo (pedida de mano en Mozambique). Me negué y enfrenté a todos. Yo cuidé de ella, vosotros no hicisteis nada, y yo no quiero hacer la pedida de mano, les dije. Ellos habían hecho una lista con zapatos, vestidos, vino y cosas que debía entregarles el novio. Yo hablé con él y le dije que guardara ese dinero para hacer una casa para mi hermana. Luego murió mi abuela materna y el año pasado reuní el dinero para hacerle la ceremonia, ella sí me crio.
No quiero dejar de soñar, usted tiene razón no me pueden quitar los sueños
No quiero dejar de soñar, usted tiene razón no me pueden quitar los sueños. Todos mis amigos no son de Vilanculos y siempre me dicen Acasio tienes que alejarte de aquí para poder darles a tus hijas y mujer un futuro. Las familias pobres aquí en Mozambique no te dejan vivir, sólo quieren tu dinero. Mis amigos son felices porque se alejaron de sus familias y sólo van a verlos en navidad. Yo quiero irme a Nampula o Tete. Sólo allí podré ser feliz. No dejaré de soñar”.
(Esta conversación, casi literal, la tuve ayer con Acasio, un compañero de trabajo al que estaba tomando unas fotos para la nueva web del hotel. Está casado, tiene dos hijas. No tiene mucho dinero. Camina todos los días tres horas para venir a trabajar. Toda la conversación comenzó porque hablábamos de sueños).