La Ruta de los Exploradores Olvidados ha alcanzado Manila y se ha convertido en la primera expedición terrestre española en lograrlo desde el descubrimiento del archipiélago de Filipinas por Fernando de Magallanes en 1521. En estos casi 500 años, nunca antes un vehiculo con matrícula española había llegado hasta la remota isla de Luzón. Miquel Silvestre lo ha conseguido en diez meses de viaje y 35.500 kilómetros. Ese era el objetivo principal de su REO. A ello se había comprometido públicamente cuando la presentó. Para lograrlo ha tenido que cruzar Europa, África, India y Asia sobre su BMW GS1200, bautizada Atrevida en honor a una de las goletas de la Expedición Malaespina del siglo XVIII.
Llego también a la ciudad de Lapu Lapu, donde se encuentra el monumento a Magallanes, el gran navegante lusitano al servicio de la corona española
En esta nueva vía abierta hasta las Filipinas desde el Oeste, el escritor autor de Un millón de piedras no ha usado atajos, ni contenedores o traslados aéreos para superar la fragmentación insular; utilizando exclusivamente ferries o barcos de cabotaje en un periplo tan inaudito como largo, ha atravesado completamente la península de Tailandia, Malasia, y las islas indonesias de Sumatra, Java y Borneo. Precisamente desde el extremo nororiental de Borneo, en la ciudad malaya de Sandakan, Silvestre embarcó a Atrevida en el único servicio regular de ferries que une territorio de Filipinas con otro país y que se usa fundamentalmente para la deportación barata de inmigrantes ilegales filipinos.
Desembarcado en Zamboanga, en la conflictiva isla de Mindanao, Silvestre se dirigió a Cebú, a la ciudad de Lapu Lapu, donde se encuentra el monumento a Magallanes, el gran navegante lusitano al servicio de la corona española y cuya expedición fuera la primera en circunnavegar el Globo en 1522 pagando un altísimo coste: de más de 250 hombres que zarparon de Sanlucar de Barrameda en 1517, regresaron 18. Tras rendir homenaje al héroe fallecido en Mactan, Silvestre cruzó la gran isla de Leyte y arribó a Luzón, donde visitó el Volcán Mayón, uno de los conos más perfectos del mundo. Desde ahí se dirigió a Manila, para cruzar las puertas de la vieja ciudad española de Intramuros y recordar emocionado a otro de sus exploradores olvidados, don Miguel López de Legazpi, quien 1564 arribara a Filipinas y fundara su actual capital.